Primacía de la Palabra de Dios.
La
Palabra de Dios tiene una primacía insustituible en la vida de la Iglesia y del
discipulado cristiano; es la fuente primordial de su identidad.
La cercanía y trato con la Palabra de Dios
provoca en el creyente las mismas actitudes y sentimientos de Cristo Jesús
escucha, disponibilidad, compasión, humildad. La Palabra inspirada
invita a vivir una actitud contemplativa en la historia, en los signos de la
presencia de Jesús.
Mirar la realidad a la
luz de la Palabra es para el discípulo un imperativo que brota del seguimiento
de Jesús.
Testimonio y diálogo.
La
etapa de acción misionera incluye acciones como el testimonio, la caridad, el
servicio, la promoción humana, la presencia transformadora en el mundo, el
diálogo, el primer anuncio y el kerigma.
La
catequesis no debe preocuparse sólo de alimentar la fe, sino de suscitarla
continuamente, de abrir el corazón, de preparar a una adhesión global a
Jesucristo, es decir, la catequesis debe desarrollar y cumplir tareas
misioneras y previas a su función propiamente iniciadora; esto es lo que se
conoce como catequesis misionera. La catequesis misionera se diferencia y no
puede confundirse ni suplir la acción de primer anuncio, porque sus
destinatarios tienen ya algún interés por el evangelio, mientras que en el
primer anuncio hay que despertarlo.
La
Iglesia existe para evangelizar, pero en el nuevo contexto cultural marcado
fuertemente por el pluralismo religioso, donde existen muchos valores pero
también situaciones como el agnosticismo y la evasión a las grandes preguntas existenciales.
El Kerigma, anuncio de
Jesucristo al mundo de hoy.
La
Iniciación Cristiana que hoy la Iglesia desea recuperar tiene como fundamento y
punto de partida una instancia oficial con recursos humanos y materiales
específicos: es el kerigma, el anuncio alegre, directo e incisivo de Cristo
vivo.
Es
necesario volver a anunciar a Cristo en nuestros ambientes; se trata sin duda
de una urgencia pastoral: o anunciamos nuevamente a Jesucristo o el mundo ya no
será más cristiano.
El Kerigma es un elemento medular.
El
Kerigma es medular en el ser y quehacer de la Iglesia, nada de lo que haga
puede obviar el anuncio siempre nuevo de Jesucristo muerto y resucitado.
Urge
para todos los agentes de pastoral una formación específica de tal manera que
el kerigma no sea un enigma que muchos no saben qué es, ni cómo se hace.
El
kerigma no es sólo una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina
en la madurez del discípulo de Cristo.
La Iniciación Cristiana.
La Iniciación Cristiana y el discípulo.
La Iniciación Cristiana
es ante todo obra de Dios; Él es quien toma la iniciativa de llamar
gratuitamente a la salvación.
Una
catequesis de Iniciación Cristiana hoy necesita profundizar los gestos y los
pasos del camino de Jesús, él vivió en obediencia a la voluntad del Padre, en
una opción radical y absoluta llamada Reino de Dios.
La
Iniciación Cristiana es también respuesta, acogida y conversión. Respuesta que
es educada y acompañada en la comunidad por medio de la catequesis.
El proceso
de la Iniciación Cristiana.
Son
muchos los cristianos que no son ni miembros vivos de la Iglesia ni auténticos
discípulos del Señor, de ahí que haya que optar más decididamente por la
creación de procesos de iniciación para formar discípulos, algo no
suficientemente ejercitado en nuestra pastoral.
Criterios de la catequesis de Iniciación Cristiana.
v Cuidar la formación humana y psicosocial del
catequista y del catequizando.
o Privilegiar el uso de la Sagrada Escritura.
o Situarla en contexto comunitario y en el
entorno social, económico, político, cultural y religioso de la sociedad
contemporánea.
o Fundamentarla en el kerigma.
o Favorecer la conversión en un proceso por
etapas.
o Valorar la relación entre catequesis y
celebración privilegiando los sacramentos de la iniciación.
o Acompañar la búsqueda del sentido de la vida.
o Asumir una clara dimensión diaconal,
misionera y vocacional.
o Todo lo cual exige formar un nuevo
catequista.
Modelos de catequesis
de Iniciación Cristiana.
Los
modelos que hoy requerimos están llamados más bien a asumir la palabra de Dios
leída en comunidad como principio fundante de toda catequesis, la lectura
continua de los signos de Dios en la historia, a proponer la catequesis de
talante misionero, la opción clara a favor de procesos de iniciación para quien
lo necesite.
Discípulos de Jesús al
servicio del Reino de Dios.
La tarea primordial del
discípulo consiste en asumir el Reino de Dios como proyecto central del
ministerio de Jesús.
El
Reino es al mismo tiempo personal y social, histórico y escatológico,
estructural y espiritual; estas dimensiones han de asumirse en forma plena para
no empobrecer su naturaleza evangélica.
El discípulo misionero
y la cultura.
En la situación
multicultural de América Latina, al discípulo se le pide aprender los lenguajes
verbales y no verbales de las culturas antiguas y actuales de las personas que
pretende evangelizar.
Intima relación entre comunidad eclesial e
iniciación cristiana.
El momento pastoral comunitario de educación permanente
en la fe se orienta a alimentar de modo continuo el don de la comunión y de la
misión.
Una comunidad que hace
de la iniciación una opción prioritaria va a necesitar despertar su carácter
misionero y renovar su vida comunitaria.
La
Iniciación Cristiana se realiza en la comunidad parroquia.
En la
comunidad parroquial la vida cristiana se inicia, se alimenta y fructifica por
la predicación de la Palabra, la celebración de los Sacramentos y la vida de
Caridad que se manifiesta en una multitud de carismas y servicios.
Una
parroquia renovada ha de serlo en vistas a formar cristianos capaces de vivir,
celebrar y anunciar la fe como presencia del Reino; esta renovación parroquial
supone una verdadera conversión pastoral de Obispos, presbíteros, religiosos,
religiosas y laicos.
La
familia en la Iniciación Cristiana.
La
familia vive hoy un contexto pluri-religioso y pluricultural. Se hace necesario
que la catequesis capacite a la familia para dar un testimonio profético ante
la corrupción de valores y la descristianización de una sociedad globalizada;
por lo que se hace urgente que todo proceso de catequesis familiar fortalezca
la conciencia de la vida comunitaria.
La
familia, a pesar de las inmensas dificultades que la perturban es sin duda un
lugar testimonial, catequético, celebrativo y misional; es llamada a ofrecer a
sus miembros, especialmente a los niños y jóvenes, valores humanísticos y
evangélicos fundamentales, un sentido cristiano de la vida y acompañarlos en la
elaboración de su proyecto de vida como discípulos-misioneros de Jesucristo al
servicio del mundo.
La
escuela en la Iniciación Cristiana.
Entre las
tareas para renovar la pastoral educativa sobresale la formación inicial y
permanente de los formadores católicos; la enseñanza religiosa ha de
preocuparse no solo de los alumnos sino también de sus familias y del personal
escolar.
El catequista discípulo y misionero.
El contexto de cambio y la formación del
catequista.
La
formación del catequista se ubica en el contexto eclesial, ya que él es antes
que nada miembro de la Iglesia, testigo de la fe y enviado por ella para
anunciar el mensaje evangelizador.
Urge
diseñar una educación en la fe que forje una identidad cristiana sólida, con
una conciencia lúcida de ser discípulos y misioneros de Jesucristo en la
comunidad.
Formar catequistas con dimensión catecumenal.
La
propia formación de los catequistas ha de ser conducida por este modelo
catecumenal para que, una vez convertidos y evangelizados, se conviertan ellos
mismos en discípulos y misioneros.
Identidad del catequista como discípulo.
El
catequista es un bautizado que, en fidelidad a su vocación, busca continuamente
ser maduro humana y cristianamente, consciente de haber sido llamado por la
gracia del Padre al seguimiento de Jesús en el discipulado, junto a otros
hermanos, en la comunidad de la Iglesia, enriquecido por el Espíritu para una
misión específica: ser ministro de la Palabra, al servicio del Reino y para la
vida del mundo.
Centralidad de la Palabra en la formación del
catequista.
La
Palabra revelada, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, es la
fuente que debe conformar toda su vida siendo el sustento y vigor de su
espiritualidad.
La liturgia en la vida y formación del catequista.
La
Liturgia es la cumbre a la cual tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo,
la fuente de donde mana toda su fuerza"
El
Espíritu Santo, recibido en la Confirmación, fortalece al discípulo con sus
dones para que tenga la fuerza y la valentía de abrazar la cruz que encuentra
en el servicio de amor a los hermano.
Formación del catequista como discípulo y misionero.
La
formación de los catequistas como discípulos de Jesucristo requiere ayudarles a
profundizar su conciencia vocacional, además de un aprendizaje laborioso,
exigente y permanente, pues el catequista no nace, sino se hace.
Formación de catequistas para diferentes situaciones y
realidades.
Es
necesario que el catequista en formación conozca en profundidad que el ser
humano en su desarrollo pasa por diversas etapas; en cada una tiene diferentes
exigencias vitales que deben ser satisfechas.
Método vivencial y de proceso en la formación de catequistas.
El
método para la formación de los catequistas debe ser vivencial, permeado de
experiencias que ayuden a profundizar e interiorizar los contenidos de la
revelación; no puede permanecer solamente en el nivel intelectual y en la
transmisión de informaciones sino que ha de conducir al verdadero encuentro con
el Señor de la Vida que compromete para toda la vida.
Opción urgente por la pastoral orgánica.
El
catequista debe saber operar con una visión global, integral, dinámica, de
proceso y circular de la evangelización.
Inspiración catecumenal de la catequesis.
Comunidad misionera e Iniciación Cristiana.
El
lugar propio de la Iniciación Cristiana es la comunidad eclesial; para que ésta
sea verdaderamente eclesial, ha de ser misionera y debe ocuparse de los hombres
y mujeres en sus circunstancias histórico-sociales y religiosas, llegar a ellos
con un anuncio que sea una buena noticia al presentarle a Jesucristo.
Unidad de los sacramentos de la Iniciación Cristiana
Por
los sacramentos de la Iniciación Cristiana participamos en el misterio pascual,
fuente de la vida cristiana; ésta crecerá por la obediencia a la Palabra y al
Espíritu y la frecuente participación en la liturgia, especialmente en la
Eucaristía dominical.
Iniciación de adultos no bautizados.
Este
proceso iniciático culmina con la mistagógica que introduce al neófito
plenamente en la celebración litúrgica y en la comunidad eclesial, así lo
introduce a la formación continuada para desarrollar su vocación específica e
impulsarlo a la misión.
Nueva evangelización de adultos bautizados no
convertidos.
Los
cristianos que fueron bautizados en su infancia y que posteriormente no
tuvieron una adecuada evangelización, para poder alcanzar la madurez de la fe a
la que Dios los llamó y les concedió por el bautismo, necesitan una nueva
evangelización en orden a su conversión a Jesucristo y una catequesis de
Iniciación Cristiana que dé solidez a su opción vital de fe.
La
Nueva Evangelización deberá llevar a los bautizados no convertidos a una
auténtica reconciliación con Dios, con ellos mismos y con los demás; es fundamental
que previamente, el catequista o evangelizador vaya hacia ellos como el Buen
Pastor que va en búsqueda de la oveja perdida (Cf. Lc 15), en una actitud de
misericordia y comprensión, escucha y amor.
Iniciar al compromiso y a la misión.
No se
puede olvidar que la catequesis debe iniciar en todas las dimensiones de la fe:
el conocimiento, la oración, la liturgia, los sacramentos, la dimensión
comunitaria, la moral del Reino, la misión y el compromiso social; sólo así
cumplirá su tarea de iniciar al discípulo misionero de modo integral.
Iniciación Cristiana y discipulado juvenil.
Para los
jóvenes es preciso presentar a Jesús como don de Dios y modelo logrado de
humanidad que suscita la fe y la conversión continua, la admiración y el
seguimiento, de modo que su proyecto de vida se plantee como discipulado.
Iniciación Cristiana de niños.
La
finalidad de la Iniciación Cristiana de los niños no es la Primera Comunión
sino la incorporación a la vida comunitaria y a la Eucaristía en la comunidad
adulta.
Comentario.
La
catequesis nos propone un reto, y es saber llegar a todos, niños, jóvenes,
adultos y sobre todo ir tras aquellos hermanos que de una u otra forma se han
alejado de la Iglesia, esta debe ser amplia, aun los mismos sacerdotes
necesitan una buena pedagogía de catequesis para saber instaurar el reino en
sus fieles, la catequesis que se exige hoy después de recibir los sacramentos,
debe haber continuidad en la educación en la fe de los niños y todos los
miembros para que de esta manera vayan insertándose en la misión de la Iglesia.
La
vida catequética debe apuntar a un dialogo intercultural y religioso para que
todos aquellos que se identifican como cristianos puedan ser fieles a su misión
de bautizados e ir y anunciar la buena nueva sin tener miedo. En este mundo
globalizado necesitamos ser mensajeros eficientes del Kerigma.
Aplicado a la vida.
Soy
consciente que debo ser más exigente conmigo mismo, por ende con aquellos que a
veces desconocen e ignoran la riqueza de nuestra fe, y de la grandeza misión a
la que somos llamados desde el seno de nuestra Iglesia, y de nuestro hogar.
Nuestra
Iglesia necesita despertar por medio de una buena catequesis programada para
sus fieles, donde se sientan parte e identificados a la labor pastoral a la que
somos llamados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario