jueves, 28 de febrero de 2013

LA MISIÓN DE SAN JOSÉ EN LA VIDA DE CRISTO Y DE LA IGLESIA. TEODORO JOSÉ ZAMORA TÉLLEZ. Resumen. Es imposible tener una convicción, profunda y autentica sobre Cristo y la iglesia, si antes no hemos entrado en la dinámica de conocer a profundidad sobre la virtud y la simplicidad de su glorioso Padre Señor San José. Ya que podemos afirmar con gran certeza que la teología de San José se encierra en dos títulos fundamentales es el esposo de María y el padre virginal de Jesús. La misión de San José en la vida de Cristo y de la iglesia es muy fundamental para todo cristiano, que San José renueve en cada uno de nosotros la intensidad de la oración, porque solo a si podemos prefigurarnos a la figura de este gran Santo, atreves de la oración que fue lo que hizo él, orar mucho para resistir ante las adversidades de la vida, y para poder vencer cada obstáculo que se le presentaba en su vida familiar y ordinaria, también a si hoy la iglesia debe tomar ese impulso que la lleve a alcanzar y adquirir una renovada actualidad para saber salir de si e irse al mundo donde verdaderamente hay necesidad que se les anuncie el reino de Dios. El Concilio Vaticano ll ha sensibilizado de nuevo a todos hacia “las grandes cosas de Dios”, hacia la “economía de la salvación” de la que el glorioso Patriarca Señor San José fue Ministro particular. Entonces por lo tanto, debemos encomendarnos, a la protección de aquel a quien Dios mismo “confió la custodia de sus tesoros más preciosos y más grandes. Aprendamos al mismo tiempo de él a servir en la obra salvadora y redentora a través del anuncio de la Buena Nueva de Salvación. Ojalá podamos cada uno de nosotros tomar a San José como modelo y maestro en la misión salvífica de Cristo, tarea que nos compete a todos los cristianos y bautizados e injertados en la vida y misión de la Iglesia especialmente a: los esposos, a los padres, a aquellos que viven del trabajo de sus manos o de cualquier tipo de trabajo, a los que son llamados a la vida contemplativa, a los llamados al apostolado. Efectivamente la grandeza de San José estriba en eso, ser el padre putativo de Jesús, y de a sumir esa figura de padre. Acoger con naturalidad y sencillez, el llevar en sus brazos al niño Jesús, en cierto modo me atrevería a decir que San José es parte integral del misterio de la Encarnación. No cabe duda alguna que san José era de alguna manera, necesario en ese orden. Debo resaltar el punto anterior, “San José no participó físicamente en todo el misterio de la Encarnación, pero si participó totalmente al ofrecer su vida como sacrificio para el cuido, servicio, provisión y protección del niño Jesús y María, como bien se dice de él que fue el custodio fiel de Jesús y es por eso que en este tema se aborda el papel esencial de San José en la vida de Cristo y de la iglesia, ya que es un tema trascendente para la vida de cada cristiano que esta llamado a conocer la figura y el papel del santo del silencio, y lo que debe significar para la vida misionera de la Iglesia. Que el varón justo, que lleva consigo todo el patrimonio de la Antigua Alianza, ha sido también introducido en el “comienzo” de la nueva y eterna Alianza de Jesucristo. Como sabemos, al reflexionar sobre la participación del esposo de María en el misterio Divino consentirá a la Iglesia, en camino hacia el futuro junto con la humanidad, o sea encontrar continuamente su identidad en el ámbito del designio del redentor, que tiene el fundamento el Misterio de la Encarnación Que sea él, el que nos indique el camino de la alianza salvífica, y que en pleno siglo XXI pueda desarrollarse la plenitud de los tiempos, que es propia del misterio inefable de la Encarnación del Verbo. Introducción. Actualmente todavía hay quienes se preguntan si se puede hablar teológicamente de San José. Tanto más que el Evangelio es muy parco cuando se trata del esposo de María y padre singular de Cristo. Hace ya algún tiempo E. Hello escribió: “…el Evangelio, tan sobrio siempre en palabras, es más sobrio aún en que de costumbre al hablar de San José. Diríase que este hombre, en vuelto en el silencio, inspira silencio…Donde él está reina el silencio”. Pienso que es verdad, pues San José fue elegido para ser sombra que ocultara el misterio de la Encarnación. ¡Qué misión tan especial la de San José, tan extraña! El arcángel fue el mensajero; la Virgen María, la mujer en cuyo vientre el verbo se hace hombre; los apóstoles. Los pregoneros del Evangelio; y San José, el misterioso San José, fue la sombra, que oculta discretamente, la sombra que recata, la sombra que estimula a buscar ángulos propicios para encontrar cierta luz en el misterio. San José, la sombra que no llama la atención, sombra luminosa y magnifica, sombra bellísima y misteriosa también. Y a pesar de ello, o tal vez por ello, San José es un santo de excelencia. Quienes nada encuentren en esta sombra es que no tienen, o han perdido, la capacidad para captar un misterio. La única forma de hablar teológicamente de San José, es partir del Evangelio. Cuando el Verbo se hace hombre se inserta en el tiempo y en la historia porque no hay historia sin tiempo y el hombre es tiempo. Y Dios en el tiempo y en la historia se somete porque a si lo quiso a ciertas condiciones puramente humanas. Si Dios se comunica al hombre es para hacerlo participar de su naturaleza divina. El Vaticano II dice: “el hijo de Dios marchó por los caminos de la verdadera encarnación para hacer a los hombres participes de la naturaleza divina”. Esto es un hecho. Para tal fin el Verbo se hace hombre. Y ese hecho histórico conecta al hombre con la historicidad salvífica. Porque nuestra salvación del hecho de la existencia de Jesús. Aquí aparece lo extraordinario: nuestra salvación depende de un acontecimiento histórico, y por lo mismo, con determinadas circunstancias, por ejemplo, de tiempo y de lugar. Entonces es un hecho contingente pues que no necesariamente tuvo que ser como fue. El Verbo se hace hombre y se inserta en el tiempo y en la historia. El hijo del hombre tuvo una madre espiritual y biológica – María – y un padre espiritual, pero no biológico – José –. Por tanto, María y José entran en el plan de la Encarnación del Verbo y en la redención. José, pues, tiene una relación íntima y especial con Cristo, con María y con la Iglesia es por eso que a través de este ensayo trataré de abordar esa relación cercana de San José, en la vida de Cristo y la misión fundamental en su Iglesia. Muchos cristianos a lo largo de los siglos, conscientes de la misión excepcional de San José en la vida de Jesús, de María y de la iglesia, han buscado en la historia del pueblo hebreo hechos e imágenes que prefiguran al esposo virginal de María, pues como vemos en el Antiguo Testamento anuncia al nuevo numerosos padres de la iglesia han visto un anuncio profético en el personaje del mismo nombre, hijo del Patriarca Jacob. El papa Pio x, al proclamar a San José Patrono de la iglesia universal, recogía estos testimonios Antiguos. También la liturgia muestra este mismo paralelismo. No solo tenía el mismo nombre, sino que también es posible encontrar en ellos virtudes y actitudes en una sola vida entretejida de pruebas y alegrías, de grandes coincidencias. José, hijo de Jacob, y el esposo virginal de María, por una serie de circunstancias providenciales, fueron a Egipto: el primero, perseguido por sus hermanos y entregado por envidia como se puede deducir que de aquí prefigura la traición que se habría cometer con Cristo; el segundo huye de Herodes para buscar como salvar a Aquel que sería el autor de la salvación del género humano. José, el hijo de Jacob, recibió de parte de Dios el don de interpretar los sueños del faraón, siendo así advertido de lo que sucedería mas tarde. San José el glorioso patriarca recibió también en sueños los mensajes de parte de Dios. “San Bernardo señala a Aquel que le fue dada la inteligencia de misterios de los sueños; este se refiere a San José mereció conocer y participar de los misterios soberanos”, es por eso que san José es una figura muy esencial y fundamental en la vida de Aquel que se dignó hacerse hombre. Por lo tanto, la figura de san José en la vida y misión de la iglesia debe ser muy trascendental. Si podemos apreciar, pareciera ser como si los sueños del primero, aunque verificados en su persona, hubieran tenido la plena realización en el segundo. José también tuvo otros sueños que contó a sus hermanos y les dijo: “…Estábamos nosotros en el campo atando gavillas y vi que se levantaba mi gavilla y se ponía de pie, y las de ustedes la rodeaban y se inclinaban ante la mía, adorándola…Tuvo José otro sueño, que contó también a sus hermanos, diciéndoles: …He visto que el sol, la luna y once estrellas me adoraban”. Cada uno de estos sueños se cumplió cuando Jacob, su padre, se trasladó a Egipto con toda su familia y se prosternó efectivamente ante José, convertido en el virrey del país. Pero, a la vez, podemos pensar que sus sueños prefiguraban el misterio que ocurriría, en la casa de Nazaret, en la que Jesús, sol de justicia, y María, alabada en la liturgia como una brillante luna blanca y bella, se sometería a la autoridad del jefe de la familia, y cuando tantos cristianos acudiesen a él con devoción a solicitar toda clase de ayudas. Podemos verificar, el primer José obtuvo la confianza y el favor del faraón y se convirtió en intendente de los graneros de Egipto, y cuando el hambre asolaba los pueblos vecinos y acudían al faraón en demanda de trigo, para subsistir, este les decía: vayan a José y hagan lo que él les diga. Cuando el hambre cubrió toda la tierra, José abrió los graneros y repartió raciones a los Egipcios…y de todos los países venían a comprar a José, porque el hambre arreciaba en todas partes. Ahora que también el hambre asola la tierra – pero principalmente un hambre de doctrina, evangelización, misión, donde cada uno de los miembros que estamos comprometidos en la labor de ser portadores de la buena noticia, debemos expresarnos y entregarnos con amor, paciencia, sin medidas y desprendimiento total como lo hizo san José a pesar de todas las tristezas que le trajo al darse cuenta que María estaba embarazada, es por eso que la santa Madre Iglesia nos recomienda vayan a José, ante tantas necesidades que acaecemos cada uno de los cristianos debemos acudir al Santo Patriarca de Nazaret. Como sabemos en nuestra vida tenemos momentos de grandes indecisiones, de incertidumbres, de necesidades muy urgentes es allí entonces donde no debemos perder el sentido de nuestras vidas y vocación a la que hemos sido llamados, a acudir a san José como el modelo de vida, sencilla, humilde, paciente capaz de asumir el papel de ser padre del salvador del mundo. Jesús, hoy en día nos diría acudan a José porque él tuvo la valentía y misión tan grande de cuidar de MÍ y de mi Madre en nuestras necesidades corporales, fue el varón justo el que amparó, la vida de Jesús y de María en los momentos más difíciles, y me atrevería a decir que Jesús diría también, José continuará cuidando de cada uno de sus miembros, los marginados, los hombres y mujeres necesitados del amor de Dios. Desarrollo. Predestinación de San José en el misterio de Cristo. San José fue predestinado para ser en el tiempo padre de Cristo y esposo de María. Antes de adentrarnos en este aspecto importantísimo de la vida de San José es necesario que tengamos bien claro y que nos preguntemos. ¿Qué es predestinación? La predestinación es la elección previa que Dios le había hecho a San José, el plan que Dios había preparado para que por medio del servicio de San José se cumpliera con el tiempo lo que tenía que cumplirse en la historia de la salvación. Sabemos perfectamente que en nuestro lenguaje, cuando nos referimos a Dios es antropomórfico. No tenemos otro. Al hablar de predestinación se hace por analogía con nuestro modo de actuar, por ejemplo cuando realizamos algo, primero pensamos, y buscamos los medios más adecuados, o sea determinamos la acción y después la realizamos. Así, pienso y creo que Dios en su infinita eternidad concibe un plan y proyecto que lo realiza en el tiempo para bien del hombre. Se podría decir que este plan o propósito en la Biblia es llamado designio benévolo, nos podríamos interrogar ¿Por qué benévolo? Porque es concedido por la gracia de Dios. Las gracias que Dios concede son tan solo para los elegidos, a los que él conoce de antemano. Se podría afirmar que es un acto de amor, de amor porque él se fija en cada ser humano y el mismo lo dota y capacita de dones y carismas para cumplir su función y misión, por ejemplo los maestros, padres de familias, doctores, sacerdotes, cada uno de estos miembros son llamados y elegidos por Dios como San José, para que desempeñen con amor y valentía su misión y tarea a los que son asignados. Para uno de los grandes santos padres de la iglesia, me refiero a San Agustín, la predestinación. Es la presencia y preparación de las gracias de Dios con las que con toda certeza se salvan los que se salvan. Y para Santo Tomás, la predestinación es “cierta pre ordenación de Dios desde la eternidad de todo lo que por su gracia se ha de realizar en el tiempo. Todo esto me ha llevado a reafirmar que San José fue predestinado para ser el padre singular de Cristo y el esposo de María”. Por lo tanto, San José tiene relación íntima con la Encarnación. De a aquí puedo deducir ante todo, que fue necesario el misterio de José para introducir al Hijo de Dios en el mundo, ya que se requería que fuera posible la vida escondida de Cristo; posible, digo con la posibilidad que implica la decencia y el decoro si quitamos la vida escondida, el misterio de la encarnación, habría perdido su nota característica. San José estuvo comprendido en el designio eterno de la Encarnación del Verbo como estuvo necesariamente comprendida. Con necesidad hipotética la Virgen María como madre de Dios. Se puede decir entonces que al determinar Dios la Encarnación también determinó la maternidad divina de María, se aprecia a grandes rasgos que la maternidad en cierto modo dependía de José, porque la madre de Dios hombre tenía que ser virgen y esposa. Es por eso que Dios escogió a María. Ojalá hoy en día cada cristiano tuviera bien claro y definido a qué Dios le esta llamando, ya que todos los seres humanos estamos llamados a colaborar en la obra evangelizadora, como San José que recibió ese llamado especial de ser el padre putativo de Jesús, aunque a veces es muy dura y difícil la terea que nos compete especialmente cuando no tenemos un corazón abierto y dispuesto como lo tuvo el glorioso patriarca señor San José. No somos capaces de enfrentar nuestras propias cruces y realidades y debemos tener mas presente hoy día nuestra labor de verdaderos y auténticos cristianos en mundo dividido por el odio, la violencia, la perdida de valores, el maltrato, la discriminación, el sin sentido de la vida, la globalización. Es en estos precisos momentos y en pleno siglo XXI donde debemos tener presente la figura de este santo, que fue esencialmente un hombre justo y de noble corazón respondiendo aun en los sinsabores que se le presentaron en su vida cotidiana, se necesita hombres y mujeres capaces de ver y enseñar como José, los caminos divinos, ocultos y luminosos que se nos presentan, partiendo y diciendo a los hombres que podemos, en la tierra, tener de continuo una eficacia y una espiritualidad extraordinaria como la de José que fue la que lo llevó a vivir plenamente su propia vocación y a la que fue encomendada. San José en la obra salvífica de la Iglesia. Sabemos, por las epístolas paulinas, que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, por lo tanto, San José, fue y con razón sigue siendo partícipe en la obra salvífica que la Iglesia ejecuta cada vez en su peregrinar por este mundo. Y esto es evidente cuando el Vaticano ll repite esta misma doctrina, por ejemplo, en la encíclica Lumen Gentium: “El mismo Cristo, conforta constantemente su cuerpo, que es la iglesia, con los dones de los misterios. Cristo ama y colma de bienes divinos a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud”. La Iglesia es Cristo a través del tiempo y de la historia; es su prolongación para dar a toda la humanidad (Iglesia), la seguridad de la gracia y de auxiliarnos a fin de que lleguemos a la plenitud consumada de la gloria ya en Él, porque envió sobre sus discípulos al Espíritu Santo Vivificador y con él hizo a su cuerpo, que es la Iglesia, sacramento universal de salvación. Entonces, si San José estuvo asociado tan íntima y personalmente con Cristo en el misterio de la Encarnación y redención, es lógico pensar que esa relación tiene que darse en la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Como podemos apreciar con la Encarnación del Verbo, José quedó sumamente incorporado a la economía de la salvación y por lo tanto él consagró su vida al servicio de Jesús salvador. Ahora bien, si Cristo es la salvación, José custodió la “salvación” para nuestra propia salvación. Es por ello que he dejado este espacio para tratar un poco sobre el papel esencial de San José en la misión de Cristo y de su Iglesia, ya que todo esto nos remite y nos debe interpelar a cada uno de nosotros como Iglesia qué es lo que hemos hecho, puesto que hoy nuestra Iglesia está llamada a repensar y replantear profundamente su tarea; y así relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias que vivimos agobiados, por el consumismo y la globalización y a veces el sin sentido. Si Cristo actúa en la Iglesia y si la Iglesia es el misterio de Cristo, la relación de San José con Cristo se prolonga en la Iglesia. Por lo tanto la Iglesia no debe replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Por lo tanto, nuestra Iglesia necesita hombres y mujeres valientes, como San José que supo afrontar todas las prerrogativas que se le presentaron a lo largo de su vida de fe y familiar, es por eso que hoy debemos de reconfirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, todo esto será posible, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo que suscite figuras dispuestas a enfrentar los desafíos que se nos presentan en pleno siglo XXl. Y quizá todo esto no depende de grandes programas y estructuras, sino de personas nuevas que encarnen dicha tradición y novedad como verdaderos protagonistas y discípulos de Jesús. Que bueno sería que fuéramos como San José, que tuvo un amor especial por Cristo, esto le permitió, amarlo, servirle y protegerle, en la actualidad seguramente, él con su patrocinio nos sigue protegiendo desde el cielo, nuestra Iglesia vive y procede aparentemente con toda normalidad, lamentablemente, por el descuido de los pastores y la falta de cristianos comprometidos, nuestra fe cada vez se va degastando y degenerando en mezquindad. Este es momento en el que a todos los cristianos nos corresponde recomenzar desde Cristo, esto, si primeramente que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino, por el encuentro con un acontecimiento, con una persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación. Hoy, como en todos los tiempos, nuestro mundo cristiano tiene serias dificultades para seguir a Cristo, y la Iglesia sufre no solo de sus enemigos, sino también hasta de sus propios hijos. Por eso personalmente creo que el llamado y la respuesta a la misión es urgente, sobre todo detenernos un poco en la figura de José, ya que esto nos permitiría, ver esa gran humildad y disponibilidad que habían en este hombre de grandes virtudes, solo así podremos entregarnos todo por amor al Reino de los Cielos, estamos llamados (as) a seguir los pasos de Jesús y por lo tanto a adoptar sus actitudes (cf. 9.35 – 36). Si hemos logrado captar en la generosidad de San José, se muestra la generosidad de Dios y en la gratuidad de los que le siguen aparece la gratuidad del Evangelio. Por eso pongámonos al servicio de todos los seres humanos como lo realizo San José, que con su dedicación nos mostró lo que el ser humano es capaz de realizar cuando se quiere luchar y vivir de acuerdo a sus propios principios y valores que dan sentido a nuestras vidas, familiar, comunitarias y social. El matrimonio con María. “José hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es obra y gracia del espíritu santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él Salvará al pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21). Si somos capaces de apreciar en este texto de Mateo. El Ángel quiere mostrar a José que debe asumir y cumplir la misión excepcional en la obra misional y redentora de Dios para la Iglesia y para toda la humanidad. En las palabras del evangelista, podemos hallar el núcleo central de la verdad bíblica sobre San José, especialmente el momento de su existencia al que se refieren particularmente los Padres de la iglesia. El evangelista San Mateo explica el significado de este momento, delineando también como José lo ha vivido. Pero sin embargo, para que podamos comprender plenamente el contenido y el contexto, es muy fundamental que tengamos presente el texto paralelo del evangelio de San Lucas, en relación con el versículo que dice: “La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada, con José y, antes de empezar a estar juntos, ellos, se encontró encinta por obra y gracia del espíritu santo” (Mt 1,18). El origen de la gestación de María por obra del Espíritu Santo, encuentra una descripción más amplia y explícita en el versículo que se encuentra en Lucas, donde expresa sobre la Anunciación del nacimiento de Jesús: “Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1,26-27). Las palabras del ángel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo” (Lc 1,28), provocaron una gran tribulación interior en María y, a la vez, se puede observar que estas mismas palabras la llevaron a la reflexión. De inmediato vemos como el ángel o mensajero tranquiliza a María y, al mismo tiempo, le revela el designio especial que Dios tenía preparado en ella. A la vista de todo este acontecer José su marido, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto como lo expresa (Mt, 1,19), era obvio José no sabia cómo reaccionar ante la sorprendente noticia de que María estaba embarazada, ciertamente él buscaba una respuesta a la inquietante pregunta, pero seguramente desde su ser humano, buscaba una salida a aquella situación tan difícil que estaba viviendo. Como suele suceder hoy en día a muchos matrimonios, que quizá ante cualquier situación que se presenta en la vida ordinaria y cotidiana no son capaces de afrontar, con valentía, paciencia y decisión como lo hizo el Glorioso San José, vemos en la figura de este santo, como pudo trascender todo obstáculo en su vida, fue un hombre modelo que no se desesperó ante tan grande a acontecimiento, al contrario , tomó con calma, reflexión, meditación y sobre todo sabía razonar, veía cada situación desde los ojos del corazón “la fe”, he aquí que se le apareció un ángel del Señor y le dice: “José hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concedido en ella es obra y gracia del espíritu santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados” (Mt 1, 20 – 21). Se aprecia una profunda analogía entre la anunciación del texto de Mateo y el texto de Lucas. Ya que el mensajero Divino introduce a José en el misterio de la maternidad de María. Al entrar en esta dinámica de conocer más a profundidad sobre la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia me he dado cuenta, que solo un hombre tan puro y tan humilde como San José, el Señor pudo encomendarle esa tarea tan primordial de ser el esposo de la madre de Dios. Que lazo tan sublime formado por el Espíritu Santo; el más sagrado después del que une la humanidad con la divinidad de Cristo. El ejemplo de José con María debe despertar en nuestra sociedad y principalmente en las familias “matrimonios” esas virtudes que eran evidentes en esos dos corazones que vivían para amar primeramente a Dios y su misión de ser padres del Dios hecho hombre. La abnegación profunda de estas dos vidas, era una para la otra, compartían los dolores y las alegrías; las espinas, la pobreza, el amor, el respeto, la santidad, la luz y la paz. Como lo expresa San Bernardino de Siena. Cuando la condescendencia divina escoge a alguien para una misión singular o para un estado sublime, concede a la persona a si elegida todos los bienes y carismas que les son necesarios para su tarea…esto es lo que se ha cumplido sobre todo en el gran San José. La vida de estos esposos es como la de dos estrellas, que mutuamente se iluminan con sus rayos dorados y plateados, pero sin llegar a tener contacto. Nuestra vida debe ser como la de José dejarnos, persuadir sin vacilación, tomar nuestra tarea y misión ya sea como esposos, hijos, solteros, profesionales, viudos, bautizados y todo ser cristiano que tiene un puesto y una misión que cumplir especialmente en este mundo tan globalizado en que vivimos hoy, a si como nos lo ensaña José que tomo a María y, durante todo el tiempo que cuido de ella y de Jesús, supo desempeñar su cargo con gozo, aceptando hacer un viaje, hasta Egipto, luego regresar de allí y transferirse a Nazaret. San José Padre de Cristo. San José cumple doble misión la de ser padre de Cristo y esposo de María, de ahí parto para resaltar la trascendencia de San José en el misterio de Cristo y la misión que debía cumplir en la iglesia. Pero antes de entrar a profundidad, sobre la paternidad de san José, sería bueno que nos preguntáremos: ¿Cuál de estas dos misiones fue la más importante? O se podría decir de otra manera ¿Cuál fue la razón de ser de san José? ¿Cuál fue la razón fundamental de las gracias extraordinarias concedidas al glorioso patriarca señor san José? Considero que la primera razón de la existencia o la elección de parte de Cristo sobre san José, fue para custodiar la virginidad de María, quizá habrán otros que piensan que la razón última de la existencia de San José fue para introducir digna, discreta y decorosamente a Cristo en el mundo, como exprese anteriormente soy de los que opino que la razón fundamental de la misión y de las gracias concedidas a san José fue su predestinación a la paternidad especial en relación al verbo hecho hombre. San José fue elegido ante todo para ser padre y en segundo lugar para ser esposo. Cristo fue predestinado a la filiación divina natural en consecuencia, María fue predestinada a la maternidad divina, san José a la paternidad singular en relación a Cristo. Así lo afirma el teólogo Garrigou Lagrange, cuando dice: “su predestinación no es otra cosa, desde luego, que el mismo decreto de la Encarnación y este decreto eterno influye no solo en la Encarnación abstractamente considerada, o por hablar así, sobre la sustancia de la Encarnación que debía realizarse, en lugar y en el tiempo correspondiente”. De esta manera el Verbo debía encarnarse en el seno de la Virgen María, desposada con José de la casta de David. Como se puede apreciar de este modo, san José fue predestinado al más alto grado de gracia y de caridad porque este hombre sencillo, humilde y justo estaba llamado ha ser digno padre y protector del Hombre – Dios. De aquí se puede ver la sublimidad de su misión única en el mundo, puesto que su primera predestinación no forma más que una misma cosa con el decreto mismo de la Encarnación, algunos podrían decir que primero es el matrimonio y después la paternidad y la maternidad. Es verdad pero en las circunstancias normales de la cotidianidad de la vida humana, a criterio propio considero que en el caso de José y María no fue, ni es así, ya que este es un caso excepcional además podemos verificar que se tiene mas densidad ontológica, más dignidad, ser padre de Cristo que ser esposo de María. Porque el término de la paternidad de José es Jesús, Dios y hombre; en cambio, el término del matrimonio es María. Y es superior ser padre de Cristo que ser esposo de María. Otros podrían decir que san José fue elegido simultáneamente para las dos misiones. Y esto es válido, que para Dios no hay un antes y un después, pero para nosotros sí lo hay. En Dios no hay tiempo, en nosotros, sí. Nosotros evaluamos según la realidad que observamos. En los Evangelios vemos que se habla explícitamente de la paternidad de San José cinco veces se le llama padre de Jesús con María su madre. No es el hijo de José? En cuatro pasajes José ejerce el oficio de padre. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús. Como hemos observado en los textos anteriores, según los evangelistas, José fue padre de Cristo por una expresa voluntad de Dios. Ciertamente no lo fue por generación sexual, porque todo esto iría contra la naturaleza del misterio de la Encarnación, pero si tengo la certeza que san José fue un verdadero padre porque lo sobrenatural es superior y más perfecto que lo natural. Si sobrenatural fue la maternidad de María, sobrenatural fue la paternidad de San José. Los Padres de la Iglesia afirman esto mismo. Por ejemplo, san Agustín, uno de los que más y bellamente escribió acerca de San José, dice: “ambos, padres por el consentimiento y no por la carne; mejor aún, el padre solo por el consentimiento y ella, madre por el consentimiento y por la carne, pero los dos, padres”. Habrá alguien que piensa que lo material es lo único y válido y es superior a lo espiritual, entonces solo así podrá dudar y negar la paternidad de San José. La importancia sobre el tema de la paternidad en la actualidad es un tema que esta ante la mirada de todos, porque hoy en día se ha perdido el sentido de asumir con responsabilidad el ser padres, con esto no quiero juzgar a nadie, porque hay padres que verdaderamente han, asumido ese rol, he visto en mi corta vida a padres que han sido abandonados por sus esposas y ellos, han sabido ser padres y madres al mismo tiempo. En este contexto la atención a la paternidad de San José se manifiesta muy oportuna para poner un poco de orden en las ideas precisamente por razón de su singularidad, que podría inducir a alguno a desestimarla; sino que a excluirla, como lo hay en la actualidad para los que piensan que los padres no son coherentes y responsables en su desempeño como padres y jefes de familias. O para aquellos que dudan si verdaderamente aquello engendrado es fruto de su matrimonio, así puede suceder con San José y nos podemos cuestionar, porque él no engendró a Jesús. Y por lo tanto podría surgir esta pregunta ¿Cómo puede ser padre uno que no ha engendrado? Todo esto puede ocurrir en la actualidad, puesto que vivimos en una sociedad desorientada, que no tiene en cuenta a Dios y, por lo consiguiente, ha quebrantado la ley de la verdad de la creación, por lo tanto, se vuelve inevitable la crisis de identidad, como ha explicado Juan Pablo ll en su encíclica Veritatis Splendor, por lo que la misma persona humana ha perdido la propia integridad esencial y su unidad, hasta la separación de la relación entre la persona y sus propias acciones”. Como podemos observar en la actualidad, la prensa, la televisión en fin todos los medios de comunicación proponen numerosos medios de manipulaciones genéticas y biológicas sobre el ser humano. José fue un padre que Dios lo predestino para asumir ese cargo tan abnegado, pero al mismo tiempo difícil, solo lo podía asumir un hombre como José, capaz de ver mas allá de los que sus ojos podían ver. Hoy vivimos en una cultura cada vez más artificial, por lo tanto, definir la paternidad y maternidad es una verdadera y real crisis de identidad, todo esto se podría decir que es fruto de la desintegración que arranca ya desde el origen de la familia, es decir, de las parejas. En el apartado sobre el matrimonio he abordado que el elemento constitutivo de la pareja es el amor, la apertura, el diálogo o sea la apertura con el otro que se debe expresar en el “don esponsal del sí”. Pues bien, es precisamente del interior de este “don” de donde puede y debe nacer y desarrollarse la paternidad o la maternidad humana para ser auténtica. Esto me hace pensar que solo así podemos lograr tener familias integradas y ser capaces de cumplir la misión que san José llevo acabo en su vida familiar y cotidiana. Entonces teniendo presente que el “don” es la expresión del amor, ¿Qué sentido tiene hablar del “don” de la vida, cuando junto con la vida no existe amor, sino sólo una forma de egoísmo, como la propia realización, la satisfacción de sí mismo, la necesidad de afecto, o aún la laudable intención de unir más así a la persona amada, pero dispuestos a deshacerse del hijo en el momento de que su presencia es un obstáculo?, es lo que tristemente en nuestra sociedad esta de moda, donde existen padres quizá aquellos padres muy jovencitos, por no asumir una paternidad bien definida prefieren interrumpir el embarazo, o mejor dicho de otra forma evitarlos a través de los llamados anticonceptivos, entonces cabe aquí esta pregunta ¿No se confunde aquí el bien del hijo con el propio? Ya que egoísmo y don son inconciliables. Porque digo esto, porque considero que un padre que no este dispuesto a asumir su rol o papel en su paternidad, estaría actuando egoístamente. Entonces la paternidad hay que entenderla desde este punto de vista de engendrar al hijo a acogerlo, y de acogerlo a educarlo, como nos lo enseña Santo Tomás: “La prole no es considerada como bien del matrimonio sólo porque es engendrada por él, sino en cuanto es acogida y educada en el matrimonio”. Con mis propias palabras diría que la dignidad de la persona humana es tal, que no basta que se le haya hecho venir al mundo, sino que se le debe acompañar hasta su completo desarrollo. Juan Pablo ll insiste con razón en este aspecto y extiende el horizonte: “El nuevo ser humano, igual que sus padres, es llamado a la existencia como persona y a la vida” en la verdad y el amor”. Esta llamada considero que no se refiere únicamente a lo temporal, sino también a lo eterno. Ya que Dios ama al hombre, como ser semejante a Él, como persona. Este hombre, todo hombre, es creado por Dios por sí mismo. (Carta a las familias, n. 9). Con esto que he abordado sobre la paternidad de San José consideramos ahora la figura de San José como algo esencial en la vida de la iglesia, entonces solo así será mas fácil de comprender cómo su singular paternidad constituye un caso muy actual y representativo en la sociedad, José cumplió una alta misión de criar, alimentar, vestir e instruir a Jesús en la ley y en los oficios ordinarios que realizaban como familia, entonces esto es lo que corresponde a los padres, para así lograr ser forjadores de buenos valores, en todos los niños, adolecentes y jóvenes para que podamos contribuir en la obra misionera de la Iglesia como lo realizó el Glorioso Patriarca Señor San José ya que todos tenemos un deber y un derecho como bautizados de cumplir nuestra misión dentro de la iglesia. Como San José que fue llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; precisamente de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos al gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de salvación. José participó en el misterio precisamente, mediante el ejercicio de su ser de padre, una relación que lo sitúa lo más cercano posible a Jesús, término de toda elección y predestinación. (cfr. Rom. 8,28). San José, más que ningún otro padre y aquí no es que esté subestimando a los padres de familias, pero considero que San José fue un padre que asumió con responsabilidad su servicio y dedicación que toda paternidad exige y lleva consigo, de manera que su paternidad constituye un luminoso ejemplo para toda paternidad o maternidad humana. La paternidad terrena que de él se deriva se ejerce, por lo tanto como servicio, el más grande servicio en el plan de la creación como Dios que se fijo directamente en San José para que ejerciera el don de la paternidad. Hay algo que no quiero dejar desapercibido en este apartado sobre la paternidad de San José y es precisamente, sobre las palabras con las que Jesús se dirigió a sus padres cuando estaba en el templo, cuando él apenas tenía doce años: “¿Por qué me buscan?” (Lc. 2, 49). Estas palabras deberían renovar en el corazón de todos los padres la convicción de una autoridad paterna suprema que pertenece solo a Dios (cf. Mt 23, 9), el ejemplo de San José para toda la iglesia es que toda ella debe tener siempre presente ante los ojos su humilde y maduro modo de servir, así como de participar en el plan de Salvación. San José es igualmente ejemplo en la actualidad para los padres y madres que el ser humano no debe ser ni padre – patrón ni padre – creador, sino ante todo humildemente padre – protector. San José, un líder de familia. ¿Por qué a San José se le considera un líder y modelo de familia? Quizá sea por su vocación tan abnegada, que le correspondió desempeñar, y por lo tanto, esto me lleva a reflexionar que San José es modelo para aquellos padres que sueñan, para aquellos que anhelan construir una vida feliz, los que desean llegar a su casa u apartamento y encontrar un hogar, o sea un lugar cálido alimentado por la hoguera de la paz y el amor. Hoy muchos padres desean ver a sus hijos crecer fuertes, maduros; y finamente verlos partir a enfrentar la vida con seguridad contemplarlos fundar hogares que sean también hogueras acogedoras. En la actualidad hay que despertar y caer en la cuenta que no basta solo con soñar. La vida no es solo para vivirla de sueños. La vida de José de Nazaret no era una vida de un hombre soñador, era un hombre de acción, así lo describía Juan Pablo ll .Y es gracias a estas acciones que logró salvar a su familia de todos los peligros que la amenazaban. Algunos ejemplos claros que vivió la familia de Nazaret son: La persecución del rey Herodes con su aparato estatal que buscaba al niño para matarlo, las amenazas de una sociedad egipcia sumamente idólatra, cuyos valores esenciales y fundamentales eran opuestos a los de su propia cultura y que podían influenciar en la conciencia de su hijo y la vida de su hogar, en la actualidad ¿cuáles son esos fantasma que amenazan la integridad familiar? Quizá sean, la violencia, el odio, el rencor, la envidia, la discordia, la desintegración familiar ya sea por parte del esposo o la esposa, el aborto, el consumismo, la falta de comunicación, la poca tolerancia, la perdida de los valores como son: el amor, el respeto, la integridad, la confianza, la sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, como podemos ver los fantasmas que enfrentó José no fueron tan ajenos a los nuestros. A José de Nazaret se le considera un líder de familia, porque el mismo Dios recurre a él para encomendarle esa tarea tan difícil de ser padre. Dios le pide a este hombre de corazón puro y sencillo que asuma un liderazgo familiar que le ha sido encomendado como padre de familia y esposo. Y él con una buena disposición lo asume y lo hace, toma las decisiones adecuadas y las acciones mejores para salvar a su familia, la pregunta ahora sería. ¿Cómo es la familia en la actualidad? Quizá sea una familia donde marido, esposa e hijos toman y asumen con responsabilidad su papel esencial de verdaderas y autenticas familias como la de Nazaret, mas hoy que vivimos en un mundo carente de valores y lleno de sin sentidos a la vida. José fue un líder no un hombre autoritario, no fue un rey omnipotente de su casa y su familia, jamás vio en María una propiedad o posesión suya, él solo cumplió lo que Dios le había encomendado. Ante todo esto hoy se necesitan verdaderos padres de familias, donde se pueda sentir la protección de ambas partes, se debe rescatar los valores que nos lleven a sacrificarnos por nuestras familias y a si poder guiar a los nuestros hacia puertos y lugares seguros. Él se levantó, tomó de noche al niño y a la madre, y se retiró a Egipto. Como se aprecia aquí para que haya un verdadero amor debe existir voluntad, deseo efectivo de amar, que se traduce en acciones u obras son amores y no buenas razones. San José es un líder. No un autoritario como lo dije anteriormente, no un macho, no. Es un hombre verdadero un padre y esposo que comparte con su esposa la responsabilidad de cuidar de su hijo. Así era el hombre que él Señor se había escogido para ser el padre de la sagrada familia. Cómo lo escribió el Siervo de Dios José María Vilaseca, “José por tanto tenía…la fortaleza más firme para salvar al hijo de Divino y a la Virgen Madre”. En el mundo actual se necesitan padres y madres de familias donde sean fuertes en la educación de sus hijos, pero al mismo tiempo que sean tiernos, y a la vez que sepan luchar contra todo por el bien de las familias. Se necesitan familias donde se pueda disciplinar a los hijos con una sana firmeza, pero al mismo tiempo, que se les pueda acariciar cuando la vida les golpeé con los problemas propios que la vida nos presenta. Hoy los matrimonios están amenazados por la cultura de lo desechable. Tenemos por ejemplo vasos desechables, pañales desechables, envases desechables, etc., pero también hay matrimonios desechables, conozco algunas parejas que antes de casarse ya habían hecho un acuerdo prenupcial por si en el transcurso del matrimonio había separación. No se habían casado y ya pensaban en el divorcio. Y puedo llegar a afirmar que ante esta inseguridad y la falta de estabilidad crecen y se desarrollan los hijos, lo que en el futuro traerá muchas inseguridades para aquellos niños, jóvenes que se vieron obligados a vivir en sus hogares sin protección de un líder familiar que les orientara en sus vidas. Por todo esto, es necesario que los padres sean lideres en sus hogares, que defiendan a sus hijos con firmeza y amor, de la droga, el alcohol, el uso de la sexualidad irresponsable que deshumaniza, la violencia, de los antivalores que los medios de comunicación nos presentan en nuestra vida cotidiana. Se necesitan verdaderos padres y madres donde puedan ser felices y hacer felices a sus hijos y que juntos puedan construir un hogar estable, cálido, lleno de paz y amor, donde todos sean felices como esa familia de Nazaret. El llamado de Dios a San José y el llamado que hace en la actualidad a los cristianos. Al iniciar este corto apartado sobre el llamado que Dios hizo a san José para cumplir su misión en la vida de Cristo y de la iglesia, debo recordar que el evangelio llama a San José el justo, el santo, el hombre de Dios, el amigo de Dios entonces a partir de ello nosotros nos preguntaremos el porqué de tantos títulos, simplemente porque es el mismo Dios que llama e interpela. Dios a cada instante nos llama, y su llamado es misterioso, a unos llama a la vida matrimonial, otros a la vida religiosa o sacerdotal a otros a la vida profesional y otros son llamados a la vida de soltería, es decir todos somos llamados a un estado específico para colaborar de una u otra forma en el plan salvífico de cristo y de su iglesia, cuando él nos llama, nos llama y nos interpela con un llamado profundo y comprometedor. De esta misma manera Dios llamó a José. El Espíritu de Dios lo interpelaba por medio de los sueños, al estilo de los antiguos patriarcas; Dios lo llamó para que él, aún en medio de la duda que inundaba su corazón, en medio del no saber y de la confusión, pudiera llegar a conocer la voluntad de Dios, como nos sucede hoy a nosotros los cristianos que vivimos con una fe opacada y anémica. San José era un hombre que buscaba en todo momento la voluntad de Dios. ¿Seremos así nosotros? La palabra se hace íntima. San José entiende sin entender; con esto jamás pretendo decir que San José era un hombre tosco e insensible; el conocimiento que José tenía era un conocimiento dado por Dios, ya que el conocimiento de Dios es un saber sin saber, un entender sin entender; el no captar, por que ese es el misterio de Dios: impenetrable, inabarcable. Así está José ante la palabra dirigida a él. Es notorio que Dios le hace una invitación al diálogo, que hará efectivo y presente en el diálogo con Jesús. De igual manera hoy podemos entender cuando Dios nos llama a una vocación específica es para hacer de nosotros un cambio a nuestras vidas. Así como llamó a Abraham, a María. O sea un dejar todo por el Reino. Es impactante cuando María dice al Ángel “hágase en mí según tu palabra” (cfr.Lc1, 38), María sabia que en ella estaba cambiando todo la definición de su Vida; pero en el anuncio hay una nueva definición y orientación para Ella. De la misma manera José. En el llamado aparece la palabra tranquilizadora de Dios como para María: “No temas” (cfr. Mt.1, 20, Lc.1, 30) es el camino que tenia que recorrer y que hoy nos corresponde a nosotros los cristianos, no podemos vivir nuestras vidas llenas de inseguridades y incertidumbres hay que saberlas asumir desde una postura sólida en Cristo, todo esto será posible desde el llamado que Dios nos ha hecho, igual que a Abraham, nuestro padre en la fe, María la madre de todos nosotros lo creyentes. José fue un hombre que aceptó el llamado del Señor, esto lo podemos constatar cuando físicamente se puso en marcha con el niño y su madre y va a Egipto (cfr. Mt. 2, 13). Es curioso ver como el llamado separa, pero estoy seguro y convencido que esto no es un aislamiento, sino una separación para cumplir los planes misteriosos de Dios: quizás en algunos casos específicos del llamado o vocación algunos tengan que renunciar a muchas cosas, pero sabemos que el llamado no es un vacío, al contrario es un sacrificio, pero no un empobrecimiento: “sal de tu tierra…” (cfr. Gen. 12,1). En los evangelios se nos presentan a los apósteles que fueron llamados y que también ellos dejaron todo, las redes, sus padres, pero no encontraron un vacío ellos siguieron al Señor, otros que somos llamados y quizá por una mala elección ante el llamado terminamos abandonando nuestra tarea, eso sí no quita valor a nuestro ser de personas y de cristianos al contrario quizás desde ahí donde estemos será donde cumpliremos mejor nuestra misión. Lo digo desde mi experiencia de compartir con personas de diferentes categorías: profesionales, matrimonios, jóvenes y sacerdotes, estas son personas que un día sintieron el llamado, pero que después Dios les llamó a otro estilo de vida y hoy son muy felices y realizados. La misión de José fue esa acompañar, guiar y seguir a Jesús en su vida oculta. José un hombre que camino en la oscuridad luminosa de la fe. No estamos lejos de todo esto, pero que con la gracia de Dios caminamos a la luz de la fe, y de la mano del gran santo protector de la iglesia universal José de Nazaret. El silencio de San José Considero, que si hemos leído en los evangelios, lo primero que debe impactarnos es su silencio. Es un hombre que escucha, recibe la palabra de Dios quizá como un mandato al estilo de los antiguos patriarcas, eso si es un hombre que actúa eficazmente. Debo destacar una de sus virtudes muy peculiares el silencio ya que el silencio es disciplina esencial y fundamental para la vida espiritual, especialmente en nuestra época que vivimos momentos de tención y desesperación, donde no somos capaces de detenernos a meditar y reflexionar. Entonces es fundamental si deseamos conocer la vida y el papel que jugó San José en la vida de Cristo y la misión que cumplió en la Iglesia, todo esto será necesario conocerlo a la luz de su propio silencio. Es un hombre que no necesita hablar para enseñarnos mucho, es lo que debemos tener en cuenta en la actualidad, puesto que mucho hablamos y poco hacemos en todos los campos, políticos religioso y social. Prácticamente los evangelios nos hablan poco de San José quizás quien lo menciona explícitamente es Mateo (en cambio Lucas en las narraciones en la infancia de Jesús se fija mas en María), es notorio que San José queda en la sombra y el silencio , pero al mismo tiempo es interesante descubrir muchas similitudes en María y José; José es el hombre que escucha; me atrevo a decir de él parafraseando el texto de Lucas en relación a María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón (cf. Luc.2,51) Que bien sería que nosotros hoy fuéramos capaces de emprender con amor y valentía nuestra tarea ya sea evangelizando y quizás no con palabras sino con nuestro propio testimonio que es el que mueve mas almas como este gran santo que desde su vida de silencio realizó grandes cosas para el bien de la humanidad. San José era un hombre que todo lo que iba viviendo lo admiraba quizás sin llegar a entenderlo plenamente. Bien esa es nuestra verdad de ser humano ante los ojos de Dios, no somos capaces de comprender lo que Dios nos propone esto seguramente lo alcanzaremos cuando lleguemos a integrar nuestra vida exterior e interior, ya que nuestras vidas de humanos necesitan meditar y profundizar y hacer suyo el misterio de Cristo, para después darlo a conocer a otros hermanos solo así lograremos ser mas sensibles e íntimos ante Dios. Hace unos años escuché decir a un sacerdote en su homilía que el silencio es como una celda portátil que llevamos con nosotros desde el lugar solitario hasta el corazón de nuestras profesiones. Por eso en este ensayo he querido abordar un poco sobre el silencio de San José, porque considero que es interesante lo que significó en la vida de San José el silencio y el gran valor que debería tener en nuestra vida actual. Sin el silencio no podemos comprender muchas cosas; al mismo tiempo pienso que si no somos capaces de comprender el valor del silencio será muy difícil entender al glorioso San José. Por ejemplo cuando leemos o hemos estudiado la vida de otros Santos, podríamos aprovechar sus enseñanzas y sus ejemplos, en San José lo que tenemos que entender es su vida. No es una vida que esté adornada por muchas disertaciones y reflexiones; de San José puedo decir que es testigo silencioso del silencio mismo de Dios. Para mi todo esto tiene un valor y una fuerza muy grande, puesto que como dije anteriormente vivimos en un mundo en el que ya no se respetan las palabras escritas y expresadas, ¿porqué digo esto ?, porque simplemente nadie les hace caso. Con todo esto quiero decir que se ha devaluado el sentido de las palabras. Se dicen muchas cosas y nadie las escucha, quizá sólo él que hace silencio, hace suyas las palabras y las interioriza para poder cumplir su misión. Es curioso ver en todo lugar donde nos movemos encontramos palabras escritas en anuncios publicitarios, y algunas veces nos habremos preguntado (Qué nos dicen? Con frecuencia escuchamos palabras de políticos, de maestros, de predicadores y en la mayoría de casos sus palabras no nos dicen grandes cosas, esto se debe porque las palabras no están precedidas del silencio. Es muy interesante ver como los maestros hablan y tratan de enseñar, pero solo llega aprender el que hace silencio y se calla para hacer suya esa verdad recibida es lo que hacia San José. Es llamativo corroborar como en las Universidades e Institutos Teológicos donde se enseña teología tanto los que estamos estudiando, como los profesores nos encontramos atrapados diría en una red de discusiones, debates, distinciones y argumentaciones sobre Dios, a mí criterio considero que lo principal es llegar al contacto directo con la palabra de Dios. O como lo propone el Concilio Vaticano ll en la declaración sobre la educación católica (GRAVISSIMUM EDUCATIONIS) “que los alumnos aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo” (cfr. G.E.8) Muchas veces, nuestras elocuentes disertaciones pueden ser una pobre sustitución del compromiso directo y es precisamente ahí donde encontramos la figura de José: Escucha y cumple; no habla, porque él sólo hace exactamente lo que el señor le índica. La palabra de Dios encarnada, que José está encargado de cuidar y custodiar (quizá esa es su vocación específica y única), esa palabra y se pronuncia y manifiesta al hombre, pero que nace del silencio eterno de Dios. Ahora bien entonces a nosotros nos corresponde, como a José, ser testigos y custodios de la palabra venida del silencio. El silencio es el hogar del verbo. Y el hogar humano que el verbo escogió para vivir entre nosotros es entonces un hogar impregnado del amable silencio de María y José. Entonces el silencio lo debemos entender como un valor evangélico, profundo e insustituible que nos lleva a buscar lo único y necesario. Diré de otra forma el silencio es como el camino más seguro para llegar al hogar eterno, a la casa del Padre. Para San José el silencio es como la guarda del espíritu, también lo debe ser para nosotros contemplar la acción de Dios, en el silencio de José. Es interesante como a María la alabamos y la llamamos bienaventurada (cfr. Lc 1,48), de igual forma podemos alabar y llamar a San José bienaventurado, porque siendo él humilde siervo, él señor se fijó en el para hacer maravillas…entonces podemos decir que la vida del espíritu es interior. El silencio cualidad del corazón que nos permite que las palabras tengan contenido, sentido y profundidad; no consiste en no sólo decir palabras, ni se reduce sólo a un silencio material. Ese silencio es el ambiente en que José vive para cumplir la vocación a la que fue llamado. Conclusión: En el apartado anterior aborde un poco sobre el silencio de San José, que es la sombra que, por designio de Dios, ocultó el misterio de la Encarnación. Los designios de Dios son inescrutables. Y precisamente El escogió a San José para un oficio diferente al oficio de María, su esposa. A veces quisiéramos (algunos lo queremos) que por ejemplo, el culto a San José fuera muy semejante al culto de María, pero bien no tomamos en cuenta que la misión de San José, no fue ni pude ser igual a la de María. Al finalizar este ensayo quiero recordar que la misión de San José fue porque Dios así lo quiso, una misión realizada desde el silencio, una misión de sombra para velar a los ojos del pueblo la verdad de la Encarnación y la misión que hoy nos corresponde a todos los cristianos desempeñar dentro de la iglesia. San José fue un hombre fecundo, creador, íntimo, de adoración y de amor. Entonces de José debemos aprender a servir, evangelizar, testimoniar. Nuestro servicio debe estar lleno de amor. Amor a Jesús, a María, al silencio, a su vocación, a su predestinación, a su misión dentro de la iglesia, al trabajo y a la oración. Quién puede decir que no tiene necesidad de estas realidades, por más que sean despreciadas o infravaloradas. San José en el misterio de Cristo y de la iglesia debe y tiene que ayudarnos, esto por su puesto si nosotros queremos vivir más íntimamente y más amorosamente en el misterio de Cristo y su iglesia, que en cierto modo lo que nosotros construyamos en nuestra misión es ya participar con Cristo de su reino eterno. Referencias Bibliográficas.

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