miércoles, 20 de febrero de 2013

El Camino del Encuentro Parte 3.4


TEORIA DEL ROL COMPLEMENTARIO

Con aportes de muchas escuelas psicoterapéuticas, estas teorías intentan demostrar que la búsqueda de la pareja se encamina tendencialmente hacia las personas que sean mas capaces de desempeñar el rol necesario para sostener nuestras neurosis. Es decir, buscamos a aquellos y aquellas con quienes reproducir la situación de conflicto internalizada que define a quienes  somos o reafirma la vigencia de nuestro argumento de vida.
Así, para el planteo psicológico clásico las situaciones emocionales irresueltas en nuestra infancia configuran el trauma que da punto de partida a nuestro conflicto y abre la puerta a la repetición neurótica de la situación dolorosa. Para conseguirlo busco y encuentro personas a quienes pueda percibir como capaces de actuar de forma similar a los personajes de mi historia infantil. Quiero decir, personas suficientemente parecidas casi siempre a alguno de mis padres por identidad o por oposición.
Un gran trabajador de los condicionamientos de nuestra conducta, John Bradshaw, conmovió al mundo cuando desarrolló su concepto de niño herido. Simplificando al extremo la idea, se diría que cada uno de nosotros ha dejado la infancia con el registro del daño recibido  a manos de los mayores (violencia, desprecio, desamor, maltrato) y hemos archivado esas lastimaduras en una estructura que Bradshaw llama “el niño interior”, interiorización del  niño que alguna vez fuimos que sigue sufriendo por aquellas heridas y busca sanarlas. Desde esta visión, si no me doy cuenta de reparar por mi mismo ese condicionamiento, terminaré eligiendo mi pareja entre aquellos que creo que pueden hacerse cargo de ese niño.

Eric Berne decía que anida en nosotros una especie de experto en psicología, él lo llamó “El pequeño profesor”. Es tan intuitivo, decía el creador del análisis transaccional, que con una sola mirada es capaz de diagnosticar el juego que el otro juega y decidir si se complementa con el nuestro.

La teoría del complemento sustenta también de alguna manera la tesis que desarrollo en nuestro libro Amarse con los ojos abiertos. Nos acercamos por las afinidades pero nos mantenemos juntos por las diferencias, porque son ellas las que nos permiten utilizar los conflictos como herramientas de nuestro crecimiento y considerar al otro mi maestra o maestro cuando discutimos (en lugar de tratarlo como un enemigo), para poder enriquecerme con todo aquello de lo que el otro es capaz y yo no...

Y podría seguir enunciando teorías que intentan explicar el encuentro de dos que deciden armar una pareja. Pero hay un aspecto enigmático  relacionado con la selección de pareja que ninguna teoría termina de explicar.
Durante el curso de tu vida, vos has conocido a miles de personas, haciendo un cálculo conservador, supongamos que varios cientos de ellas resultaron lo suficientemente atractivas físicamente o tenían el suficiente éxito como para llamar tu atención. Cuando reducimos este campo  la teoría de intercambio social podríamos llegar a cincuenta o cien personas de este grupo selecto, quienes tendrían un “valor de puntos” combinando igual al tuyo o superior. Lógicamente, vos tendrías que haberte enamorado de varios cientos de personas. Y sin embargo, la mayoría de los individuos solamente se han sentido profundamente atraídos por algunas pocas personas. Conclusión: algo falta en las teorías.

Y creo que lo que falta es justamente lo inexplicable, el verdadero misterio, la magia.
Porque es ciertamente inexplicable que alguien “pierda la cabeza” por otra persona, que alguien no pueda pensar en otra cosa que el amado, que alguien llore durante semanas esperando un llamado de aniversario que no llegó... Estas emociones violentas e  irracionales que pueden suceder únicamente cuando ese alguien está enamorado.

Es que estar enamorado no es amar.
Porque amar es un sentimiento y estar enamorado es una pasión.
Las pasiones por definición son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y fugaces como el destello de un flash, que son capaces de producir transitoriamente una exaltación en el estado de ánimo y una alteración de la conciencia del mundo del que la siente.
Hay que entender esto para poder diferenciar después el enamoramiento  del amor.
Este caos emocional tiene, lamentablemente y afortunadamente, una duración muy corta: Digo lamentablemente porque mientras vivimos nos gustaría, a pesar de todo, permanecer en la fascinante intensidad de cada una de las vivencias, y digo afortunadamente porque creo que nuestras células explotarían si este estado se prolongara mas allá de unas cuantas semanas.
Inmerso en esa pasión perturbadora, nadie puede hacer otra cosa que no sea estar, pensar o recordar a la persona de la cual está enamorada. Se trata pues de un estado fugaz de descentramiento (uno cree que el centro de la vida de uno es el otro), una especie de locura transitoria que, como dije, se cura sola y en general sin dejar secuelas.

Durante el tiempo que dura el enamoramiento (dicen los libros que entre cinco minutos y tres meses, no mas), uno vive en función del otro, si llamó, si no llamó, si está, si no está, si me miró, si no me miró, si me quiere, si no me quiere...
Estar enamorado es enredarse en un doloroso placer, el de la disolución en el otro.
Si nos detuviéramos a pensarlo en serio nos daríamos cuenta de lo amenazante para nuestra integridad que sería vivir en ese estado.

Juan Carlos Benítez, un escritor costarricense, describe la felicidad de estar enamorado en un texto que creo  maravilloso:

Cuando estaba enamorado, había mariposas por todas partes, la voluptuosidad de la pasión me carcomía la cabeza. Durante todo ese tiempo no escribí, no trabajé, no me encontré con los amigos. Vivía pendiente de los movimientos o de la quietud de mi amada, consumía montañas de cigarrillos y toneladas de vitaminas, me afeitaba dos y hasta tres veces por día, hacía dietas, caminatas. Me perseguía hasta la certeza de la paranoia del engaño, pensaba todo el tiempo en besarla, en mirarla, en acariciarla. Durante  semanas gasté demasiado dinero, demasiada esperanza, demasiada crema para el sol, demasiado esperma y demasiado perfume. Escuchaba demasiada música clásica, utilizaba demasiado tiempo, consumí toda mi tolerancia y agoté hasta la última de mis lágrimas. Por eso siempre digo recordando s esos momentos. Nunca he sufrido tanto como cuando era feliz.

La confusión reinante entre estos términos, mas la malintencionada idea de homologarlos, ha sido y es causante de horribles desencuentros en las parejas.

“Ya no es como antes...”, “Las parejas con el tiempo se desgastan...” y “No estoy mas enamorado... me voy”, son algunas de las frases que escucho en mi consultorio y leo en los medios, apoyadas en la idea de que los matrimonios deberían continuar enamorados “como el primer día”. Es muy lindo pensarlo posible, y a uno le gustaría creérselo, pero es mentira.

El estado ideal de una pareja no es el de aquellos primeros meses en que estaban enamorados, sino el de todo el tiempo en que se aman en el sentido cotidiano, verdadero.
Probablemente desde la fantasía, a mi me gustaría estar enamorado de mi esposa después de veinte años, porque estar enamorado es algo realmente encantador. Aunque, con toda seguridad, si yo estuviera enamorado de mi esposa, de verdad enamorado de mi esposa, en este preciso momento no estaría escribiendo este libro.
Si yo estuviera enamorado, sentiría que esto es perder el tiempo.
Si yo estuviera enamorado de mi esposa, en este preciso momento no tendría nada de ganas de estar acá, porque estaría pensando en estar allá, en encontrarme con ella, o en todo caso en escribirle un poema, pero siempre alrededor de ella, porque ella sería el centro de mi vida.

Cuando un vínculo que comienza con esa pasión, estar enamorado da paso al amor, todo sale bien. De hecho nada mejor podría pasarnos.
Pero cuando no conduce allí, el desenamoramiento sólo deja detrás de si una sensación de ciudad devastada, la ruina emocional, el dolor de la pérdida, el agujero de la ausencia.
Y uno se pregunta: ¿Por qué terminó? ¿Porque no cierto?
¿Porque era poco? ¿Porque era mentira?...
no. Se terminó simplemente porque era una pasión.

En un vano intento de aportar algunos datos sobre la magia y sin ninguna posibilidad de saber por que sucede, me atrevo solamente a establecer dos hechos que, sin lugar a dudas, son necesarios para que el enamorarse suceda:

1. El otro debe tener (o yo imaginar que tiene) una virtud o cualidad que yo (aunque sea por el momento) sobrevaloro.  Quiero decir, eso que el otro es, tiene o hace me parece increíblemente valioso. (Si en ese momento de mi vida sobrevaloro la estética, me enamoraré de alguien que se ajuste a los modelos de belleza del momento, si en ese momento me parece fundamental el dinero, me enamoraré de alguien que tenga buena situación económica, y lo mismo con la inteligencia, el color de la piel, la simpatía, etc.)

2. Para enamorarme es imprescindible que yo tenga la predisposición “enamoradiza”. Quiero decir, que yo esté dispuesto a perder el control racional de mis actos enamorándome. Si bien este concepto está en contra de nuestra idea de que enamorarme me pasa mas allá de mi deseo, parece ser que esto es cierto después, cuando ya estoy enamorado. Es decir, antes, si yo no estoy dispuesto a dejarme arrastrar por la pasión, si no estoy decidido a vivir descentrado, si me niego a perder el control, el enamoramiento no sucede.

En una charla una señora me preguntó si  no podía ocurrir que uno hiciera centro en otro, no por estar enamorado, sino por no poder hacerse cargo de su propia vida. Yo le contesté que a simple vista puede parecerse, pero que es bien diferente.
Uno siempre sabe que está enamorado cuando está pasando, y sabe que el otro se volvió el centro de su vida por esa circunstancia. Cuando esto sucede porque soy un imbécil que no puede hacerse cargo de su propia vida, a los demás puede parecerles, como no es lo mismo.
Una cosa es estar enamorado, otra cosa es ser un idiota irresponsable, son cosas diferentes.
Una cosa es ser un soñador y otra es no despertarse para ir al trabajo.

Una cosa es que yo te mire con ojos embelesados y parezca un bobo, y otra muy distinta que yo sea un bobo y que mis ojos parezcan embelesados.

Es verdad que cuando estoy enamorado a veces parezco un imbécil, pero no necesariamente lo soy. (Podría suceder que un imbécil esté enamorado, pero una cosa no debe deducirse de la otra.)
De todas maneras, y aunque aceptemos que no es un estado permanente, convengamos en que durante esos fugaces momentos de pasión uno parece abrir su corazón a otra realidad mayor y vive cada pequeño hecho con una intensidad que posiblemente añore cuando la pasión se termine. Al decir del poeta Antonio Machado.

En el corazón tenía
la espina de una pasión.
Logré arrancármela un día
Ya no siento el corazón
...
Aguada espina dorada
quién te pudiera sentir
en el corazón...
clavada.

Estar enamorado y amar son dos cosas maravillosas, pero no hay que confundirlas.

Hay que entender que si bien la pasión de estar enamorado es maravillosa, en realidad amar no es menos maravilloso. Amar es fantástico porque si bien es verdad que no tiene la intensidad de las pasiones, seguro que no, tiene una profundidad de la que el estar enamorado adolece.
Es por esa profundidad que el amor es capaz de aportar estabilidad al vínculo pagando con la desaparición del embrujo y la fascinación. Porque se puede amar con los pies sobre la tierra, mientras que estando enamorado se vive en las nubes.

Lo cierto es que, me guste o no, el enamoramiento se acaba. Y cuando esto sucede con suerte vuelvo a centrarme en mi y desde allí puedo permitir que florezca el amor verdadero.
La mas bella definición de amor que escuché en mi vida es la de Josef Zinker:

El amor es el regocijo por la sola existencia del otro mismo.

La frase evoca un sentido casi supremo del amor, el mas profundo y el mas intenso.
Posible o no, éste será el objetivo mas deseable: llegar a amar tanto que me alegre sólo por el hecho de que el otro exista.

¿Y no existe un amor apasionado que pueda durar toda la vida?

El otro día corregí a una paciente que hablaba de su noviazgo y me decía que estaba “perdidamente” enamorada de el.
Entonces yo le decía: que lástima que no puedas decir “encontradamente” enamorada.

Amor apasionado es el nombre que le reservo a aquellos vínculos donde, amándonos tanto como para poder construir una pareja sin dejar de ser nosotros mismos, de vez en cuando podemos encontrarnos enamorándonos de esa misma persona con la cual vivimos desde hace años. Encontradamente enamorados.
Cuando esto pasa es siempre hermoso, aun cuando nuestros enamoramientos no coincidan en el tiempo.

A veces pasa que llego a mi casa feliz y sonriente y la veo a Perla distinta, está mas linda, mas joven, mas comprensiva.
Me doy cuenta (por experiencia) de que estoy enamorado.
Y entonces con cara de no-se-que le digo “Hooooolaaaaa...”, y ella me contesta “Hola”. Y yo ya sé que esta vez no coincidimos.
Que esto ocurra no quiere decir que nos rechacemos mutuamente, sólo no hay encuentro desde ese lugar. Esa noche podremos charlarlo y quizás hacer el amor, pero no es como aquellas otras noches.
Cuando nos sorprendemos los dos enamorados cada uno del otro en el mismo momento, es grandioso. Durante el tiempo que dure (unos días o un par de semanas) sentimos la intensidad del enamoramiento mas la profundidad del amor. Nuestra relación se ilumina y nosotros con ella. Todo es espectacular y maravilloso... Y pasa. Y volvemos encantados nada mas y nada menos que al puro amor, ya sin la pasión, pero con las pilas llenas de ganas hasta el próximo  romance.

Los re-enamoramientos ocasionales son la condición para mantener joven una pareja a lo largo del camino compartido.

Por supuesto que la lógica mas simple nos puede informar que enamorarse no es algo que se puede programar y, por lo tanto, que encontrarse enamorado con el otro en el mismo momento depende del azar.
Nadie puede decir: “Bueno, yo tengo vacaciones en tal fecha, así que vamos a enamorarnos ahí”. ¡No puede ser!.
Y sin embargo ahí está la magia.
Igual sucede.
Sucede que el y ella se van de vacaciones, se sustraen del mundo cotidiano, se van a una playita lejana, solos porque los chicos ya son grandes y se fueron por su lado, y de pronto junto al mar algo pasa, de pronto la química olvidaba que se quedó en aquel tiempo en el cual nos enamoramos renace. Y sucede que ella y el se vuelven a enamorar. Igual que antes pero diferente porque ellos son diferentes aunque convivan durante ese tiempo los seis: los dos que son, los dos que fueron, el sentimiento y la pasión.
Claro que cuando la pareja vuelve dice: ¡ah... se terminó!. Y le echa la culpa a Buenos Aires.
Pero no es cierto, se terminó porque de verdad era bueno que se terminara.
Muchas personas, especialmente mujeres, me dicen que sería bueno que ese enamoramiento no se termina “al volver de la playita”, que viajara con  nosotros de vuelta a Buenos Aires. Yo creo que no. Creo que hay que dejarlo en la Patagonia, en Cancún, en donde sea y viajar nosotros hacia el cada vez que ambos los deseemos.

No vivas acá pensando que lindo era allá. Tampoco pensando que lindo era cuando estábamos enamorados, añorando el pasado. Esto que sucede ahora, que es amor, es fantástico comparado con el desamor. Así que ¿por qué compararlo con lo que pertenece a otro club?.
LAS PRUEBAS DEL AMOR: DEMOSTRACIÓN, FIDELIDAD, Y CONVIVENCIA

DEMOSTRACION
Uno  de los temas que surgen cuando hablo de enamorarse, reenamorarse  y amar de verdad, es la demostración, es decir, cuán demostrativo es el otro.
Siempre digo que demostrar quiere decir probar sin lugar a dudas que algo es verdad. Si yo tengo que demostrarte es porque parto de la idea que vos no me creés, de lo contrario no hay demostración necesaria.
Entonces pregunto: ¿Por qué tendría que demostrar que te quiero? ¿Para probártelo?.
¿Quién es el que duda y necesita pruebas?
Si vos sos el que no creés este es un problema tuyo, no un problema mio. ¿Por qué habría yo de demostrarte que te quiero?.
Nadie “tiene que” demostrar nada.
Borremos de la frase el verbo demostrar, porque suena terrible.
Para mi, el reclamo de la demostración afectiva implica en si mismo un sinsentido.

Si yo te dijera que tengo una cicatriz verde en la palma de mi mano, vos podrías creerme o no creerme. Si me creés, lo hacés antes de que abra la mano. Porque si me creés sólo cuando abro la  mano y la pongo frente a tus ojos, entonces, le creés a tu vista, no a mi. Si yo tengo que demostrar que tengo una cicatriz verde en la mano, es porque no me creés, entonces te la muestro y luego vos pensás que me creés porque la viste. Pero seguís sin creerme, sólo le creés a tus ojos.
Nadie te puede demostrar el amor, porque en la demostración le creés a lo que ves, al otro no le creés nada. Otro tanto pasa con la palabra mostrar, que presupone que no ves.

Si de vez en cuando me decís te quiero para mostrarme que me querés, la verdad es que no me sirve, así que no lo hagas. Ahora, si vos me decís te quiero porque es lo que sentís, mas allá de demostrarme nada, por favor no  dejes de hacerlo, porque quiero que sepas que me place escucharte. Y a pesar de mi placer nunca lo hagas en función de  mi, hacelo en función tuya y de tu sentir o no lo hagas.

No sirven los actos de amor dirigidos a que el otro se entere de que lo quiero.

“Mirá que lindo lo que  te regalé para tu cumpleaños, ¿viste cuanto te quiero?...

Esta es una historia  mezquina e irrazonable para conseguir que el otro devuelva con la misma moneda.
Claro que me encanta que me quieran, que la gente se acerque y me diga te quiero, pero no para mostrarme que me quiere, sino porque siente ganas de decírmelo. Basta de la aprendida historia absurda de decir Te quiero  para escuchar Yo también te quiero.

“Tengo que acordarme de que tengo que comprar un regalo de aniversario, porque si no mi esposa  va pensar que ya no la quiero mas”.
(Agrego yo: Mas que pensar, se va a dar cuenta).

Lo importante de toda relación interpersonal no es que yo te diga que te quiero, ni que te lo demuestre. Lo importante es si vos te sentís querido o no.

Por eso propongo que la próxima respuesta que des cuando alguien te diga te quiero sea:
Lo se.
Cuando  uno recibe esta respuesta del otro, siente que su sentimiento llega, no hay un eco enfrente, el otro lo registra. Y entonces uno cierra el círculo.
Hay que explorar esto.
Cuando otro me quiere y yo me siento querido, la sensación de satisfacción de ambos es grandiosa. El siente que lo percibo que lo registro, que, de verdad, lo que el siente es importante.

También puede quererme y no ser capaz de actuar lo que siente.
Hay gente que te manda flores todos los días y no te quiere nada. Y también hay gente que vive con otros que nunca han mostrado nada en toda su vida, y sin embargo se siente querida, gente que sabe que aunque el otro no haga las cosas que otros hacen, cuando lo mira a los ojos sabe.

Yo tengo un amigo entrañable que es un tipo de llamar por teléfono, de ocuparse y  mostrar y actuar.
Me siento muy querido.
Y yo, que por ahí no soy tan actuador de esas cosas o estoy mas ocupado, a veces me siento y le pregunto:
- ¿Vos sabés que yo te quiero mucho?
Y el entonces me dice:
- Si, claro que lo se...Vos sos así, yo ya lo se.
Y no está precisando que yo le diga, que me acuerde  de su cumpleaños y que le mande un regalo, porque la verdad es que no le hace falta a nuestro amor.
Cuando hago alguna de estas cosas, entonces el registra y agradece.

¿Puedo querer al otro y que el otro no me quiera?
¿Puede ser que a mi me importe mucho del otro y que al otro no le importe nada de mi?.
¿Por qué no?.

Tengo un paciente que, harto ya de que su novia lo despreciara y lo dejara plantado y se fugara los viernes a la noche, un día le dijo:
- Mirá, el viernes te espero en mi casa, si no venís esa noche no vengas mas porque me voy a suicidar.
Entonces ella le dijo:
- ¡Pero no! ¿Cómo te vas a suicidar?. Escuchame...
- No hablemos mas. Si no venís, vas a enterarte de mi por los diarios.
El  sábado a la mañana suena el teléfono en la casa de el. Mi paciente atiende.
- Hola - escucha
Era la novia
- Hola, no viniste – recrimina el
Pausa. Ella contesta
- ¡Como! ¿No te mataste?

Sucede cotidianamente no es forzoso ni obligatorio que al otro le importe lo que a mi me importa, o que al otro yo le importe tanto como el me importa a mi. Y hay que asumirlo..
Los suicidios relacionados con el amor no son pertinentes.
Se suicida por amor aquel que necesita tanto ser amado  por el otro que no se quiere lo suficiente a si mismo.
Se suicida por amor aquel que no puede soportar la idea de que la persona que tanto quiere no lo quiera.
El suicidio es en este caso una salida obviamente poco práctica y muy poco saludable.
Pero el mayor problema es que la gente utiliza la amenaza suicida para joder al otro.

La idea de amenazar con el suicidio para hacer sufrir, esta protesta a lo Bonzo s una de las pelotudeces  que todos deberíamos dejar de pensar.
“Mirá como  me mortifico por vos” o  ”Te  quedás conmigo o salto por la ventana”, constituyen planteos nefastos.
¿Cuál es la ganancia si el otro no te va a querer para disfrutar con vos, sino para que no te mueras?. Se trata de un manejo de culpa. Y la culpa es un sentimiento inventado.
Estamos entrenados para tratar de manejar la conducta del otro. Si yo consigo que vos te sientas culpable, entonces estás en mis manos.

No hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos...


FIDELIDAD
Estudiando  psicología comparada para encontrar raíces de la conducta humana en la conducta animal, observamos algunos hechos muy simbólicos que sirven para pensar en nuestros hábitos monogámicos.
Estudiando cualquier especie nos encontramos con una norma: Cuando uno de los dos, el macho o la hembra, es mas agresivo que el otro, la comunidad se organiza en harenes. Por ejemplo entre los leones, donde el macho es mas agresivo que la hembra, cada macho se aparea con varias leonas que “le pertenecen”.
Entre las arañas, en cambio, donde la agresiva es la hembra, sucede al revés, cada hembra tiene varios machos que le sirven.
Ahora bien, si ninguno de los dos individuos de la especie es tendencialmente agresivo, entonces se organizan en comunidades. Todos los machos se relacionan sexualmente con todas las hembras y las crías pertenecen a la manada. Y cuando en una especie  macho y hembra son agresivos, entonces el esquema tendencial es la monogamia.

Pensemos en nosotros. Traslademos este esquema a la raza humana.

Aquellas culturas donde el hombre detenta cierta agresividad y tiene un lugar hegemónico respecto de la mujer, por ejemplo en las viejas culturas de Oriente, tiene una estructura donde el hombre tiene varias esposas. Por el contrario, en el mito de las amazonas, donde la mujer guerrera tiene el papel hegemónico, son las mujeres las que sostienen harenes de hombres.
En los años 60, durante el movimiento hippie en el mundo, partidario de la no violencia, hombres y mujeres vivían en comunidad, los miembros del grupo tenían relaciones no excluyentes entre todos y los hijos pertenecían a la comunidad.

La mayor parte de la sociedad se apoya en estructuras sociales monogámicas. ¿Qué te parece que dice esto de nuestra agresividad?
Si yo necesito establecer que mi esposa es parte de mi territorio y mi esposa necesita establecer que yo soy parte del suyo, es razonable pronosticar que reclamemos la fidelidad de la monogamia.

Yo creo que se trata de una elección en cada momento, y que en este sentido no hay diferencia entre las mujeres y los hombres.
La fidelidad forma parte de nuestro desarrollo social, en esta cultura y en este momento es así, no me atrevo a asegurar que dentro de treinta años esto siga siendo vigente.

La palabra infidelidad viene de fidelidad y fidelidad viene de fiel y fiel de fe.
Fiel es el que tiene o profesa una determinada fe, por eso los creyentes de una religión se llaman fieles. El fiel de la balanza se llama sí porque es digno de credibilidad, porque es fiel al peso. Fiel es que cree, infiel el que no cree.

Cuando una señora tiene una aventurilla con un profesor de tenis, por decir algo, o con un señor cualquiera, llegado el caso se dice que es infiel.
Ahora, infiel quiere decir que no cree. ¿En que no cree?. No cree que en su vínculo de pareja pueda encontrar lo que está buscando. Esta es la infidelidad.

Infidelidad es no creer que vas a encontrar en el vínculo que tenés conmigo lo que estás buscando y que lo vas a buscar en otro lado.

El que es infiel no le es infiel al otro, sino a su vínculo de pareja.

A veces es cierto que no encuentro en mi relación de pareja lo que estoy buscando. Siempre tengo dos posibilidades: elegir renunciar por lo menos transitoriamente a lo que estaba buscando o elegir no renunciar y salir a buscarlo. En la segunda posibilidad tengo que correr el riesgo que implica no creer en la pareja que armé.

Cuando mi abuela decía: “Busca afuera el marido lo que no encuentra en su nido”, todos nos  reíamos, nos parecía una chochera de la vieja. Y hoy, medio siglo después, me encuentro diciendo casi lo mismo...

Tanto un hombre como una mujer salen a buscar fuera del matrimonio, o fuera de la pareja, cuando creen que obtendrán algo  que suponen que no pueden encontrar en su vínculo actual (a veces ese “algo” es pasión, romance y aventura, pero otras es peligro, novedad y juego).

La salida de buscar lo que me falta en otro no suele ser la salida que soluciona.
La idea de que al estar con otro u otra, donde no hay rutina y desgaste, todo va a estar fenómeno, es falsa. La verdad es que lo novedoso también se volverá rutina si yo no modifico mis actitudes.

A veces la motivación es mas oscura.
Por ejemplo: Un señor de 56 años un día se da vuelta, mira su historia y dice:
¡Que vida de mierda!
Mira a un lado, ve a su esposa y dice:
¡Es culpa de esta bruja!
¿Por qué lo dice?. Porque es mas fácil pensar es culpa de esa bruja que pensar yo soy un idiota.
Y sigue el señor cincuentón con su soliloquio:
¿Cuándo empezó todo?
Cuando tenía 25 años y me casé con esta boluda.
Y por culpa de ella llevé la vida que tuve hasta ahora.
¡Tengo que volver a buscar la vida perdida!.
¿Dónde?
En una mina de 25  que me haga recordar quién era yo a  los 25.

Y siguiendo este mecanismo básico, sale a buscar el camino perdido.
Es siempre una actitud negadora la que culpa al otro de cagarnos la vida.
Y lo peor de todo (lo he visto) es que a veces la pareja cree que es así y lo justifica.

Obviamente, sin necesidad de estar buscando “una nueva vida”, a cualquiera le puede pasar cruzarse con alguien, tener fantasías y sentir el deseo. Esto es así. Creo que hay que ser muy tonto  o muy tonta para pensar que aquella persona a la cual  uno ha elegido presumiblemente para toda la vida es única en el mundo que nos erotiza, la única que nos genera fantasías, la única linda entre todas las demás.
Me parece que hay en el mundo otras personas que uno puede encontrar atractivas.
Ahora bien. Cada uno decidirá después que hace con esas fantasías.
“Ah no, doctor si voy a admitir que tengo estas fantasías y no voy a actuarlas eso sería una represión, no seguir adelante me puede provocar un trauma... yo lo leí en un libro...”.

Yo creo  que no, que es un tema de elección, que uno evalúa costos en diferentes momentos de su vida y elige. Puede elegir seguir adelante o no hacerlo, sin tener que padecer ningún trauma por eso. (Respecto de la represión, por supuesto que es un poco mejor que la necesaria para negar las fantasías y anestesiar el deseo.)
Ahora, si me lo prohibo por estar casado y vivo haciéndote responsable de todo el placer que me estoy perdiendo por culpa tuya, en algún momento te voy a pasar una factura. Y esto es espantoso. En tal caso sería bueno ver que pasa con nuestro matrimonio y no que pasa con mi deseo.
Lo que mas me gusta de mi relación de pareja es que mi esposa y yo sabemos que cualquiera de los dos podría hacer una elección diferente.
Lo que nos gusta de nuestra relación es saber que nos elegimos mutuamente porque así se nos da la gana.
Esta es la verdad historia de la fidelidad.

No es que yo viva en la pecera.
Yo se que hay en el mundo mujeres mas lindas que mi esposa, mas altas que mi esposa, mas inteligentes, y algunas hasta tienen mas dinero, ya lo se. Yo supongo que mi esposa sabe que hay en el mundo hombres mas altos, mas flacos mas inteligentes, mas buen mozos y que hablan mucho menos que yo...
Los dos sabemos esto. Lo que a mi me pasa es que yo no dejo de tener una aventura porque me lo prohibe mi matrimonio, porque eso sería engañarla. Dejo de tenerla porque yo lo decido.

El pacto entre mi esposa y yo surge porque nosotros no queremos otra cosa, no porque nos sometamos a una ley que viene fijada desde afuera.
Mi esposa sabe, tan bien como yo, que no debería dejar de hacer nada porque yo estoy en su vida. En todo caso es una elección de ella, que ella haga lo que quiera, y yo haré después lo que me parezca, o lo que pueda. Si ella decide tener una aventura, después yo decidiré si quiero seguir teniendo una esposa que tiene una aventura o no, y ella decidirá si yo  tengo una aventura, si quiere o no seguir. De lo que estoy seguro es de que no cabría entre nosotros la mentira.

Estoy hablando de mi relación de pareja, cada uno puede hacer el pacto que quiera.
Este es el pacto entre nosotros, podríamos haber pactado otra cosa y pactamos esta.
Cualquier violación de ese pacto implica de alguna manera falsear al otro, implica una transgresión respecto de lo pactado.

Esto no tiene nada que ver con que yo pueda querer a otra persona, amar a otra persona y hasta sentirme atraído por otra persona. Lo que en todo caso tenemos entre nosotros pactado es no tener historias con esas otras personas.
No pactamos no sentir, porque sería estúpido no sentir. Sería estúpido que yo le diga a mi esposa: a partir de ahora vamos a pactar que ningún otro hombre te va a resultar mas atractivo que yo. Lo que si podemos pactar es que ella y yo no tengamos aventuras sexuales.
El pacto con la pareja puede ser verbalizado o implícito. La mayoría de las parejas que yo conozco tiene un pacto de fidelidad conyugal implícito. Yo creo que si no se pacta nada en cotarro, el pacto establecido es éste.
Pero cuidado, porque hay parejas que no tiene este pacto. En Latinoamérica, en la mayoría de los matrimonios de clase media o media alta, el pacto virtualmente establecido es el de mutua fidelidad, pero el que realmente se lleva a la práctica es un pacto donde él tiene permiso de tener alguna aventura y ella no.

Este es el verdadero pacto establecido mas allá de lo que se diga.
La prueba es que cuando el tenía una aventura, la familia, la sociedad, le decía a ella:
“Bueno, mirá, fue una canita al aire, lo tenés que perdonar, pensá en tu familia...”
Y cuando  ella tenía una aventura, le decían a el:
“¿Te vas a quedar ahí, cornudo consciente?. Sos un pelotudo..”

Esta es la historia del contexto doméstico, claramente un pacto diferente para el hombre que para la mujer. Posiblemente, la cultura quiere convencer a los hombres de que somos polígamos por naturaleza y a las mujeres que son monógamas. Pero esto ha cambiado.
Las mujeres tienen sensaciones y registros, inquietudes sexuales no ligadas a los afectos, exactamente igual que a los hombres.
Que algunas mujeres se lo permitan y otras no se lo permitan, que crean que está bien o crean que está mal, que repriman o no repriman, es otra historia.
Pero el sexo sin amor existe, como existe el amor sin sexo, como por suerte existe el sexo con amor, y como por suerte existe nada,  ni sexo ni amor, y todas estas cosas son las posibilidades de relación entre un hombre y una mujer.

Como no va a pasar que uno se sienta atraído, movido, inspirado o seducido por alguien que a uno le gusta, por que no va a pasar. Esto no quiere decir que si uno encuentra a alguien que le guste tiene que salir corriendo a la cama, porque afortunadamente, si bien no somos los hacedores de lo que sentimos, si somos dueños de nuestras acciones.

Repito, no somos responsables de las emociones, pero si de lo que hacemos con las emociones.

Yo no puedo decidir si Fulana o Fulano me atrae o no me atrae, si lo quiero o no lo quiero, no es tema de mi decisión. Pero lo que hago con estas emociones si forma parte de mi decisión.
Yo no puedo evitar sentirme atraído por tal señorita que vive a la vuelta de mi casa, pero otra cosa es que yo no pueda evitar acostarme con ella. Por supuesto que puedo evitarlo, depende de mi. Eso es ejercer la libertad, y no ejercerla es decir quisiera pero no puedo.

La verdad  que yo me acuesto con quien quiero y que mi esposa se acuesta con quien ella quiere, por eso es tan valioso que ella se acueste conmigo.

Si en lugar de esto mi esposa pensara que yo me acuesto con ella porque estoy obligado por el casamiento y porque no tengo  ninguna posibilidad, ¿qué valor tendría que nos acostarnos juntos?.

Sin la libertad de elegir no puede haber un vínculo amoroso.

Decir que es amoroso aquel vínculo donde los dos andan como perro y gato celándose, es una estupidez.
Decir que yo no confío en vos porque te quiero mucho, es una taradez.
Decir que en realidad te controlo, te celo y te persigo porque tengo mucho miedo a perderte, es una pavada.

Los celos tienen como motor las propias inseguridades.
Confío en lo que yo te quiero y me siento querido por vos, no ando teniendo miedo de que vos tengas una historia por ahí.

Con la fidelidad pasan cosas muy interesantes. A veces la gente cree que los celos son una expresión del amor, que si alguien no te cela debe ser que mucho no te ama, y que si alguien te ama te tiene que celar. Para mi son asociaciones absurdas.

Ambrose Bierce define los celos como un miedo que uno tiene de perder al otro, aunque agrega: si lo perdiera por lo que tiene miedo de perderlo no valdría la pena haberlo conservado.

Que yo deje de acostarme con otra señorita porque tengo miedo de que mi esposa se entere es una porquería para con mi esposa, porque en realidad esto no es una elección, y la verdad que el amor es algo tan importante, tan sólido, tan fuerte y tan maravilloso, que solamente puede estar estructurado sobre la libertad.
No tengo espacio para mostrarte que te quiero si no puedo mover un paso porque ahí estás vos controlando.

No se puede amar sin libertad, no se puede amar estando prisionero.

En general, la fidelidad tiene que ver con una pauta social que se establece desde la posesividad y, también, con una pauta personal.
Si ella y él decidieron pactar que pueden tener aventuras extramaritales, ¿quién dice que no pueden?.

Dado que no necesariamente el sexo está ligado al amor, las personas pueden tener un juego de seducción que no sea necesariamente por amor. Puede ser sexualmente puro.
Cada vez mas hay parejas en el mundo donde la exclusividad no funciona y donde está establecido explícitamente que hay permisos sexuales pero no afectivos.
No en la Argentina, somos muy sicilianos para permitirnos esas cosas. Pero en países sajones, en algunos lugares de los Estados Unidos, en los países nórdicos sobre todo, el planteo es diferente.
Me la puedo imaginar a ella diciendo:
“Querido, ya vuelvo, me voy a acostar con el señor de enfrente”, y el mientras enciende su habano dice: “Cuidado al cruzar mi amor, que hay mucho tráfico”...

A mi no me parece ni bien ni mal.
La gente no pacta la libertad sexual porque en general es posesiva.

No se trata de aceptar la fidelidad como una pauta establecida socialmente, sino de abrir la puerta para que se quede el que se quiere quedar y que salga el que quiera salir.
Y entonces confirmar que el otro se queda. Eso es maravilloso.

Ser fiel por norma no es un acto de amor, es un absurdo.

CONVIVENCIA
Convivir es mucho mas que estar juntos, mucho mas difícil, mucho mas desgastaste, mucho mas movilizador, mucho mas...
La convivencia implica necesariamente la constitución de una lista de pactos que mientras no convivíamos no eran necesarios.

Por eso la convivencia representa en si misma una gran puesta a prueba para el vínculo amoroso. Es bien diferente que nos peleemos y te lleva a tu casa y vuelva a la mía, o te corte el teléfono y no te llame hasta que se me pase, o no atienda el timbre para ignorarte, que discutir a rabiar pero dormir en la misma cama toda la noche.
Las parejas mas jóvenes parecen haber tomado conciencia de estas dificultades y han diseñado pactos de convivencia transitoria.

Primero fueron las escapadas de vacaciones, después la convivencia desde unas semanas antes de casarse, luego se fueron  a vivir juntos para después casarse, y ahora conviven en lugar de casarse. Esta evolución no me alegra, pero es lo que está sucediendo.
Yo creo que el establecimiento formal de un vínculo no puede ni debe ser motivo de burla. Mucho tiempo me llevó entender que casarse, tanto para hombres como para mujeres, cierra un ciclo que de otras maneras queda abierto.. el casamiento es parte de un rito que separa un antes y un después,
Casarse o no casarse no cambia gran cosa de cara al futuro, quienes quieren separase lo harán de todas maneras. Primero, porque el divorcio existe en la Argentina. Segundo, porque aunque el divorcio no existiera, ¿que me podría retener a mi al lado de mi esposa si yo no quisiera estar con ella?. ¿Qué juez va a venir a decirme: No, usted tiene que vivir acá?. Esto es estúpido, es ridículo pensar que estás obligado a vivir al lado de quien no querés vivir. Nadie puede obligar a nadie a quedarse donde no quiere.
La gente que quiere irse y no se va se queda porque no está dispuesta a pagar el precio.

El tema de los papeles ha dejado de ser importante con el paso del tiempo.
Nos hemos dado cuenta todos de que somos nosotros quienes decidimos nuestro lugar de residencia. Soy yo el dueño de mis relaciones.

Y si sucede que, por ejemplo, te enamoraste de alguien mas allá de tu posibilidad, si no lo pudiste evitar y querés vivir ese amor, vas a venir, te vas a sentar conmigo  y con mucho dolor me vas a decir: me pasa esto, y como me pasa esto quiero esto y pretendo esto otro.
Y se terminó. Entonces decidiremos que hacer, y después... después veremos.
Porque no tengo dudas que si me querés, no vas a hacerme daño a sabiendas.
Hay cosas que ni hace falta pactar y hay cosas que si.
Hace algunos años diseñé para una pareja de amigos un contrato conyugal. Esta serie de acuerdos y aseveraciones no funciona como una lista maniqueta sobre lo que se debe y lo que no. Funciona como una referencia sobre la cual pensar los pactos que cada uno tiene explícitos o implícitos en el propio matrimonio.

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