miércoles, 20 de febrero de 2013

El Camino del Encuentro Parte 3.5


CONTRATO CONYUGAL

Mas allá del amor
Por  Jorge Bucay

1- Definición: El matrimonio es un compromiso afectivo, espiritual  y social pensado para proyectar, compartir y disfrutar, en un marco seguro y transcendente.

2- Duración: El contrato se firma para toda la vida, pero el pacto debe ser renovado cada cinco años, debiendo renegociar los términos. Si no hubiera acuerdo de un nuevo contrato, este convenio expira.

3- Propiedad: Las partes acuerdan definitivamente no considerar al otro como parte de sus propiedades. Se entiende que mi esposa, mi marido o mi pareja son términos coloquiales que no implican dominio.

4- Vida en común: La mayor parte del tiempo habitarán juntos. Las tareas serán compartidas. Los dos se abstendrán de regañar al cónyuge, aunque cada uno puede recordar al otro sus responsabilidades con tacto y delicadeza. Cada uno lavará su propia ropa interior.

5- Dinero: Marido y mujer compartirán a partes iguales la responsabilidad e los gastos, cada uno conservará su cuenta bancaria y abrirán una compartida para el proyecto en común. Si en la división de tareas uno de los dos generara mas dinero que el otro, el ingreso será de todos modos compartido, disponiendo cada uno del dinero que necesite. Ambos evitarán decir al otro como y en que debe gastar el dinero.

6- Disputas: Los desacuerdos no serán considerados nefastos. Dado que se trata de dos individuos diferentes, se da por sentado que habrá desacuerdos. En esos caso la pareja encontrará el tiempo para buscar un acuerdo. Si no lo encontraran acordarán el desacuerdo. Si hace falta una decisión urgente, se dará prioridad a la decisión del mas capacitado o idóneo en el tema.

7- Peleas: Dado que los miembros son seres humanos y no máquinas, las disputas pueden generar discusiones y peleas. Las partes se comprometen a discutir sin faltarse el respeto ni psíquica ni físicamente.

8- Comunicación: Las partes se comprometen a estar siempre abiertas al diálogo. El tratará de hablar con ella aunque esté enfadado y ella tratará de no castigarlo a él restringiendo el contacto físico.

9- Sexo: Queda claramente establecido que la sexualidad de la pareja estará regulada únicamente por el deseo. Ninguno de los dos se sentirá obligado nunca a satisfacer los deseos del otro salvo que esto satisfaga sus propios deseos. A todos los demás efectos se establece que ninguna conducta sexual está prohibida, es sucia o pecaminosa si ambos acuerdan explorarla.

10- Fidelidad: La pareja puede pactar libremente esta regla optando entre cualquiera de las siguientes posibilidades:
a) La relación sexual es excluyente.
b) Podría haber otras relaciones pero sin compromiso afectivo
c) Cada uno decide libremente sobre sus relaciones extramaritales.
En b) y en c) habría que acordar si estas otras experiencias deben contarse o deben ocultarse.
Cualquiera sea la opción, derechos y obligaciones serán idénticas para los dos.

11- Niños: La pareja tendrá hijos solo en caso de que ambos deseen tenerlos (y en el momento en que ambos coincidan en el deseo). Mientras tanto, los dos acuerdan que un aborto sería una decisión hiriente y por lo tanto será responsabilidad de ambos evitar un embarazo no deseado.

12- Familias: Cada uno tendrá con su familia de origen las relaciones que crea conveniente y aceptará la actitud que el otro tenga con ellos. Esto incluirá el derecho de cada uno de no dejarse presionar por sus suegros.

13- Amigos: Cada uno conservará sus amigos y amigas. No es imprescindible acordar ni hacer amistad con los amigos del otro, ni tampoco incluir los propios a la pareja.

14- Control: Cada uno renuncia expresamente a ejercer control sobre el tiempo, el aspecto, el cuerpo, los gustos y la forma de actuar del otro. Cada uno se hará responsable de sus acciones y de las acciones decididas en conjunto, pero no de las decisiones individuales del otro.

15- Divorcio: Cualquiera de los dos puede querer divorciarse cuando sienta que lo que han proyectado juntos ha perdido vigencia. El otro no se opondrá. Si existieran hijos menores, la pareja acuerda agotar los recursos para salvar el vínculo y proteger a los niños. Respecto de los bienes se  acuerda que todo lo adquirido durante la vida en común será repartido y todo lo personal será conservado por cada uno.

16- De forma: Estos artículos podrán ser revisados a solicitud de cualquiera de los dos y modificados con el acuerdo de ambas partes. Violar alguna de estas cláusulas se considera suficiente causa para la ruptura del contrato y el infractor soportará como única pena el pleno derecho de su cónyuge de abandonar el vínculo.

17- Firma del contrato: El presente contrato no tiene ninguna validez jurídica, civil ni comercial. Es de uso exclusivamente privado y no puede ser esgrimido como argumento en un litigio. Para dejar esto claramente establecido debe ser firmado con la mano izquierda, sin ceremonia ni testigos.


Fecha:     /     /                                              firmas
¿Y hará falta tomarse tanto trabajo?
Contesto: Creo que si.
Pero ¿no alcanza con el amor y con el deseo?
Contesto: Creo que no  (aunque, sin lugar a dudas, es un maravilloso lugar desde donde empezar a compartir un camino).

Quizás deba aclarar una vez mas que éste no es “EL PACTO CONYUGAL del matrimonio normal”, sino sólo una idea. Habrá otras parecidas y diferentes. Habrá algunas mas rígidas y otras mas elásticas, adaptables a cada matrimonio y a cada momento del matrimonio. Habrá finalmente quienes piensen que no hay duda que pactar y menos por escrito, quienes consideren ridículo establecer normas de conducta acordadas, quienes se fastidien frente a la sola idea de un contrato conyugal... y quizás tengan razón. Hablo sólo de aquellas cosas que han servido par mi vida y de las señales que fui encontrando en MI camino. Las comparto... por si acaso.

Creo que la resistencia de algunos de nosotros a los pactos se debe a que los vivimos como si fueran las paredes de aquella prisión a la que me refería al principio.
Intento  demostrar que no solo no es tal, sino que mas bien es todo lo contrario.
Un pacto de respeto a la individualidad, un contrato de mutuo acuerdo  explicitado y consensuado, un modelo renovable de convivencia, un conjunto de pautas que por definición son cuestionables y modificables permanentemente, lejos de esclavizar liberan. Mas que transformase en la celda, un pacto se constituye en una llave de entrada y de salida de cada encuentro.
Faltaría contestarse, con toda sinceridad, si somos capaces de establecer una pareja pactando clara y definitivamente que no tenés por que desear lo que a mi me gusta.
Y nos debemos mutuo respeto por encima de todas las cosas.
Y que esto implica no solo aceptar sino HONRAR nuestras diferencias.
Y que la prisión no es tal porque la pareja es una elección de un lugar donde  estar.
Y que la puerta estará siempre abierta (por lo menos para salir).    

No  solemos elegir voluntariamente esa libertad para nosotros, seguramente porque no queremos concedérsela a los demás, sin embargo, de todas maneras la tenemos porque la libertad es un derecho irrenunciable y una condición inevitable.
Aunque escojamos armarnos nuestra propias cárceles de ideas, levantando paredes y forjando rejas de acero detrás de las cuales nos sentiremos encerrados, claro, pero con la seguridad que solamente se puede obtener de lo previsible, de lo estático, de lo eterno. Aunque allí dentro me muera de asfixia, de angustia o de aburrimiento.

Queremos pensar que se ama una sola vez en la vida y para siempre, aunque sepamos que no es verdad. Preferimos retorcernos de miedo controlando lo que el otro hace cuando no estamos juntos y seguir aferrados a la idea de que no podríamos vivir el uno sin el otro, aunque sabemos que sin el amado la vida igual continúa aunque no  continúe igual.

Y lo pensamos, en gran medida, porque hemos sido enseñados a creer en estas mentiras. Falsedades para sostener la idea de la prisión deseable, pero también para condicionar una forzada fidelidad o una machista exclusividad (hasta hace 30 o 40 años los hombres pretendían ser únicos en la historia de las mujeres de bien, y las mujeres se conformaban con ser la última de los hombres de bien).
En este aspecto  nuestra medrosa educación ni siquiera ha sido equitativa. Las víctimas sindicadas de esta distorsión son las mujeres. Se hayan dado cuenta o no, gran parte de las mujeres de aquellos tiempos han sido condicionadas por esta idea de que la mujer tenía que conformarse con un solo amor y con un solo varón, para toda la vida.
Angeles Mastretta le hace decir a uno de sus personajes.

“Cuando la expectativa de la vida de una mujer era de 45 años, con un amor era suficiente, pero ahora que una va a vivir como 80... con un solo amor no alcanza. ¡Por lo menos dos!”.

La historia de que se ama una sola vez en la vida y para  siempre, es mentira.
Es mentira que sea necesariamente para siempre y es mentira que no pueda ser mas que una vez en la vida.

Un día por el caminito de un country, me cruzo con un señor que después de separase de su primera mujer se había vuelto a casar. Yo lo conocí cuando todavía estaba casado con la primera. Aquella relación aparentaba ser espectacular. En un momento determinado, cada uno por su lado había dedicado toda su locuacidad a describir el amor que sentía.
En la mesa, mientras las mujeres freían unas empanadas, alguien le pregunta como le va con este segundo matrimonio, y el cuenta de lo mucho que ama a su segunda mujer. Cuando ese alguien, que había conocido su relación anterior, le pregunta si pudo dejar de amar a la primera para poder amar a la segunda, el responde:
- ¡No! ¡Aquello no era amor, el verdadero es éste!.
¿Por qué negar ese amor?. El no podía aceptar que había amado, que había dejado de amar y que ahora amaba a otra mujer. Tenía que desprestigiar el otro amor para poder darle lugar a éste. Los viudos y las viudas a veces hacen lo mismo, dicen: éste es el verdadero amor, el otro no lo era y ahora me doy cuenta, o pero, aquél era el verdadero amor y entonces no podré nunca volver a amar verdaderamente.
Me gusta remarcar que se puede amar a alguien, que se puede dejar de amar y que se puede después amar a otra persona.

En una de mis charlas, alguien me preguntó:
“¿Y no se puede amar a dos a la vez?”
Tenemos mucho miedo a esta pregunta, porque si aceptáramos y  asumiéramos que se puede amar a mas de una persona o la vez, ¿qué sería de nuestra seguridad?.

Si sostengo:
Que se ama una sola vez en la vida es mentira...
Que el amor está indisoluble ligado al sexo es mentira...
Que el verdadero amor es eterno es mentira...
Si declamo:
Que no se puede volver a amar después de haber amado es mentira...
Que  mis afectos dependen de mi voluntad es mentira...
Defenderme contándome la historia de los tipos de amores, es mentira...
Si, encima de todo, ahora dijera que es posible  amara a mas de una persona a la vez...
¿qué nos quedaría? ¿la catástrofe?
Es una posibilidad: la absoluta inseguridad sobre el futuro, por mucho que estemos juntos hoy, mañana no se puede saber.
Pero hay otra posibilidad: junto con las mentiras, desterrar también la idea de la catástrofe y valorar la relación que realmente uno tiene.
Porque...
Ahora yo  sé que no se ama una sola vez ni para siempre, me doy cuenta de que mi esposa bien podría haberme dejado de amar o podría dejar de amarme mañana...
Ahora que sé que el sexo no necesariamente está ligado al amor, me entero de que ella podría elegir con quién va a tener relaciones sexuales.
Ahora que sé que la persona que amo puede amar a mas de una persona a la vez, me doy cuenta de que sentirme querido no garantiza que ella no ame a otros.
Ahora que yo sé que se deja de amar y que ella elige sobre su propia vida...
Ahora...
Cuando yo llego a mi casa y mi esposa realmente está para encontrarse conmigo y para amarnos, entonces le doy a ese encuentro el valor que tiene.
Ahora que sé todo esto, y estoy seguro de que ella lo sabe, la conciencia de nuestra libertad de elección lejos  de ser una catástrofe es el pasaporte a una relación de pareja mas plena y trascendente.

Si a pesar de la conciencia, ella y él deciden seguir juntos, entonces es maravilloso.
Si negamos la conciencia de los hechos para sostener lo que ya no  sucede, aparece la verdadera catástrofe.

- Vieja – dice él -, ¿por qué no matamos un pavo para nuestro aniversario?.
- No me parece una buena idea – dice ella, que ya no lo aguanta - . ¿Qué culpa tiene el pavo? ¿Por qué no matamos mejor a tu amigo José que nos presentó?.
Un matrimonio vivo es un vínculo donde todavía palpita la pareja y no un museo recordatorio de todo lo que fuimos, ni un panteón donde se guardan los restos de nuestra pareja muerta.
La única pareja posible es la que se da entre dos individuos iguales que deciden establecer un acuerdo y lo hacen. Rousseau dice puesta de límites, este pacto no está en oposición a la libertad de cada uno, por el contrario, la observación del contrato y la posibilidad de revisarlo y repactar constituyen la libertad.
Son estos puntos de acuerdo con el otro los que nos vinculan cono unidad.
Pero atención, esta unidad no es estática, está en continuo  movimiento y cambio. Es imprescindible ir modificando lo pactado para mantener el equilibro inestable que es el vínculo de pareja.
El cambio es constante y gracias a él que seguir juntos tiene sentido.


PASAJE (Epílogo)



Este  relato llegó a mis manos hace unos meses por Internet.
Contaba en aquel entonces una historia muy parecida a ésta, pero el sentido final de cuento era espantoso: de una maravillosa idea, alguien había hecho una horrible pancarta de discriminación y resentimientos, algo parecido a lo que ocurre entre algunos amados cuando el camino deja de ser el mismo.
Decidí pues, como tantas otras veces, reescribir el relato para que llevara el mensaje que yo le creía merecedor.

El rey Arturo había enfermado. En tan sólo dos semanas su debilidad lo había postrado en su cama y ya casi no comía. Todos los médicos de la corte fueron llamados para curara al monarca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a todos los cuidados, el buen rey empeoraba.
Una mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía dormido, uno de ellos le dijo al otro con tristeza.
- Morirá...
En el cuarto estaba Sir Galahad, el mas heroico y apuesto de los caballeros de la mesa redonda y compañero  de las grandes lides de Arturo.
Galahad  escuchó el comentario del sirviente y se puso de pie como un rayo, tomó al sirviente de las ropas y le gritó:
- Jamás vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes?. El rey vivirá, el rey se recuperará... Sólo  necesitamos encontrar al médico que conozca su mal, ¿oíste?.
El sirviente, temblando, se animó a contestar.
- Lo que pasa, Sir, es que Arturo no está enfermo, está embrujado. Eran épocas donde la magia era tan lógica y natural como la ley de gravedad.
- ¡Por que dices eso, maldición! – preguntó Galahad.
- Tengo muchos años, mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esta situación, solamente uno de ellos ha sobrevivido.
-  Eso quiere decir que existe una posibilidad... Dime como lo hizo ése, el que escapó de la muerte.
- Se trata de conseguir un brujo mas poderoso que el que realizó el conjuro, si eso no se hace, el hechizado muere.
- Debe haber en el reino un hechicero poderoso – dijo Galahad -, pero si no está en el reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.
- Que yo sepa hay solamente dos personas tan poderosas como para curar a Arturo, Sir Galahad, uno es Merlín, que aun en el caso de que se enterarara tardaría dos semanas en venir y no creo que nuestro rey pueda soportar tanto.
- ¿Y la otra?
El viejo sirviente bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro negativamente.
- La otra es la bruja de la  montaña... Pero aun cuando  alguien fuera suficientemente valiente para ir a buscarla, lo cual dudo, ella jamás vendría a curar al rey que la expulsó del palacio hace tantos años.
La fama de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en su esclavo al mas bravo guerrero con sólo mirarlo a los ojos, se decía que son sólo tocarla se le helaba a uno la sangre en las venas, se contaba que hervía a la gente en aceite para comerse su corazón.
Pero Arturo era el mejor amigo que Galahad tenía en su vida, había batallado a su lado cientos de veces, había escuchado sus penas mas banales y las mas profundas. No había riesgo que el no corriera por salvar a su soberano, a su amigo, y a la mejor persona que había conocido.
Galahad calzó su armadura y montando su caballo se dirigió a la montaña Negra donde estaba la cueva de la bruja.
Apenas cruzó el río, notó que el cielo empezaba a oscurecer. Nubes opacas y densas parecían ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía haber caído en pleno día.
Galahad desmontó y caminó hacia el agujero en la piedra. Verdaderamente el frío sobrenatural que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba del interior lo obligaron a replantear su empresa, pero el caballero resistió y siguió avanzando por el piso encharcado y el lúgubre túnel. De vez en cuando, el aleteo de un murciélago lo llevaba a cubriese instintivamente los ojos.
A 15 minutos de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un olor acre y de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro, revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.
Era una típica bruja de cuento, tal y como se la había descripto su abuela en aquellas historias de terror que le contaba en su infancia para dormir y que lo desvelaban fantaseando la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera edad para ser caballero de la corte.
Allí estaba, encorvada, vestida de negro, con las manso alargadas y huesudas terminadas en largas uñas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz ganchuda, el mentón prominente y la actitud que encarnaba el espanto.
Apenas Galahad entro, sin siquiera mirarlo la bruja le gritó:
- ¡Vete antes de que te convierta en sapo o en algo peor!
- Es que he venido a buscarte – dijo Galahad -, necesito ayuda para mi amigo que está muy enfermo.
- Je... je... je... – rió la bruja -. El rey está embrujado y a pesar de que no he sido yo quien ha hecho el conjuro, nada hay que puedas hacer para evitar su muerte
- Pues tú... tú eres mas poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo – argumentó Galahad.
- ¿Por qué haría yo tal cosa? – preguntó la bruja recordando con resentimiento el desprecio del rey.
- Por lo que pidas – dijo Galahad  -, me ocuparé personalmente de que se te pague el precio que exijas.
La bruja miró al caballero. Era ciertamente extraño tener a semejante personaje en su cueva pidiéndole ayuda. Aun a la luz de las velas Galahad era increíblemente apuesto, lo cual sumado a su porte lo convertía en una imagen de gallardía y belleza.
La bruja lo miró de reojo y anunció:
- El precio es este: si curo al rey y solamente si lo curo...
- Lo que pidas... – dijo Galahad
- ¡Quiero que te cases conmigo!.
Galahad se estremeció. No concebía pasar el resto de sus días conviviendo con la bruja, y sin embargo, era la vida de Arturo. Cuantas veces su amigo había salvado la suya durante una batalla. Le debía no una, sino cien vidas... Además, el reino necesitaba de Arturo,
- Sea – dijo el caballero  -, si curas a Arturo te desposaré, te doy mi palabra. Pero por favor, apúrate, temo llegar al castillo y que sea tarde para salvarlo.
En silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su interior, recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se dirigió al exterior, seguida por Galahad.

Al llegar afuera, Sir Galahad trajo su caballo y con el cuidado con que se trata a una reina ayudó a la bruja a montar en la grupa. Montó a su vez y empezó a galopar hacia el castillo real.
Una vez en el castillo, gritó a los guardias para que bajaran el puente, y con reticencia lo hicieron.
Franqueado por la gente de aquella fortaleza que murmuraba sin poder creer lo que veía o se apartaba para no cruzar su mirada con la horrible mujer, Galahad llegó a la puerta de acceso a las habitaciones reales.
Con la mano impidió que la bruja se bajara por sus propios medios y se apuró a darle el brazo para ayudarle. Ella se sorprendió y lo miró casi con sarcasmo.
- Si es que vas a ser mi esposa – le dijo – es bueno que seas tratada como tal.
Apoyada en el brazo de él, la bruja entró en la recámara real. El rey había empeorado desde la partida de Galahad, ya no despertaba ni se alimentaba.
Galahad mandó a todos a abandonar la habitación. El médico personal del rey pidió permanecer y Galahad consintió.
La bruja se acercó al cuerpo de Arturo, lo olió, dijo algunas palabras extrañas y luego preparó un brebaje de un desagradable color verde que mezcló con un junco. Cuando intentó darle a beber el líquido al enfermo, el médico le tomó la mano con dureza.
- No – dijo -. Yo soy el médico y no confío en la brujerías. Fuera de...
Y seguramente habría continuado diciendo “... de este castillo”, pero no llegó a hacerlo, Galahad estaba a su lado con la espada cerca del cuello del médico y la mirada furiosa.
- No toques a esta mujer – dijo Galahad -, y el que se va eres tú... ¡Ahora! – gritó!
El médico huyó asustado. La bruja acercó la botella a los labios del rey y dejó caer el contenido en su boca.
- ¿Y ahora? – preguntó Galahad.
- Ahora hay que esperar – dijo la bruja.
Ya en la noche, Galahad se quitó la capa y armó con ella un pequeño lecho a los pies de la cama del rey. El se quedaría en la puerta de acceso cuidando de ambos.

A la mañana siguiente, por primera vez en muchos días, el rey despertó.
- ¡Comida! – gritó -. Quiero comer... Tengo  mucha hambre.
- Buenos días, majestad – saludó Galahad con una sonrisa, mientras hacía sonar la campanilla para llamar a la servidumbre.
- Mi querido amigo – dijo el rey -, siento tanta hambre como si no hubiese comido en semanas.
- No comiste en semanas – le confirmó Galahad.
En eso, a los pies de su cama apareció la imagen de la bruja mirándolo con una mueca que seguramente reemplazaba en ese rostro a la sonrisa. Arturo creyó que era una alucinación. Cerró los ojos y se los refregó hasta comprobar que, en efecto, la bruja estaba allí, en su propio cuarto.
- Te he dicho cientos de veces que no quería verte cerca del palacio. ¡Fuera de aquí! – ordenó el rey.
- Perdón, majestad – dijo Galahad -, debes saber que si la echas me estás echando también a mi. Es tu privilegio echarnos a ambos, pero si se va ella me voy yo.
- ¿Te has vuelto loco? – preguntó Arturo - ¿Adonde irías tu con este monstruo infame?.
- Cuidado, alteza, estás hablando de mi futura esposa.
- ¿Qué? ¿Tu futura esposa?. Yo he querido presentarte a las jóvenes casaderas de las mejores familias del reino, a las princesas mas codiciadas de la región, a las mujeres mas hermosas del mundo, y las has rechazado a todas. ¿Cómo vas ahora a casarte con ella?
La bruja se arregló burlonamente el pelo y dijo:
- El precio que ha pagado para que yo te cure.
- ¡No! – gritó el rey -. Me opongo. No permitiré esta locura. Prefiero morir.
- Está hecho, majestad – dijo Galahad.
- Te prohibo que te cases con ella – ordenó Arturo.
- Majestad – contestó Galahad -, existe sólo una cosa en el mundo mas importante para mi que una orden tuya, y es mi palabra. Yo hice un juramento y me propongo cumplirlo. Si tú te murieses mañana, habría dos eventos en un mismo día.
El rey comprendió que no  podía hacer nada para proteger a su amigo de su juramento.
- Nunca podré pagar tu sacrificio por mi, Galahad, eres mas noble aún de lo que siempre supe. – El rey se acercó a Galahad y lo abrazó -. Dime aunque sea que puedo hacer por ti.
A la mañana siguiente, a pedido del caballero, en la capilla del palacio el sacerdote casó a la pareja con la única presencia de su majestad el rey. Al final de la ceremonia, Arturo entregó a Sir Galahad su bendición y un pergamino en el que cedía a la pareja los terrenos del otro lado del río y la cabaña en lo alto del monte.
Cuando salieron de la capilla, la plaza central estaba insulsamente desierta, nadie quería festejar ni asistir a esa boda, los corrillos del pueblo hablaban de brujerías, de hechizos trasladados, de locura y posesión...
Galahad condujo el carruaje por los ahora desiertos caminos en dirección al río y de allí por el camino alto hacia el monte.
Al llegar, bajó presuroso y tomando a su esposa amorosamente por la cintura la ayudó a bajar del carro. Le dijo que guardaría los caballos y la invitó a pasar  a su nueva casa. Galahad se demoró un poco mas porque prefirió contemplar la puesta del sol hasta que la línea roja terminó de desaparecer en el horizonte. Recién entonces Sir Galahad tomó aire y entró.
El fuego del  hogar estaba encendido y, frente a el, una figura desconocida estaba de pie, de espaldas a la puerta. Era la silueta de una mujer vestida en gasas blancas semitransparentes que dejaba adivinar las curvas de un cuerpo cuidado y atractivo.
Galahad miró a su alrededor buscando a la mujer que había entrado unos minutos antes, pero no la vio.
- ¿Dónde está mi esposa? – Preguntó.
La mujer giró y Galahad sintió su corazón casi salírsele del pecho. Era la mas hermosa mujer que había visto jamás. Alta, de tez blanca, ojos claros, largos cabellos rubios y un rostro sensual  y tierno a la vez. El caballero pensó que se habría enamorado de aquella mujer en otras circunstancias.
- ¿Dónde está mi esposa? – repitió, ahora un poco mas enérgico.
La mujer se acercó un poco y en un susurro le dijo:
- Tu esposa, querido Galahad, soy yo.
- No me engañas, yo se con quien me casé – dijo Galahad – y no se parece a ti ni en lo mas mínimo.
- Has sido tan amable conmigo, querido Galahad, has sido cuidadoso y gentil conmigo aun cuando sentías que aborrecías mi aspecto, me has defendido y respetado tanto como nadie lo hizo nunca, que te creo merecedor de esta sorpresa... La mitad del tiempo que estemos juntos tendré este aspecto que ves y la otra mitad del tiempo, el aspecto con el que conociste... – la mujer hizo una pausa y cruzó su mirada con la de Sir Galahad -. Y como eres  mi esposo, mi amado y maravilloso esposo, tu privilegio es tomar esta decisión: ¿Qué prefieres, esposo mío? ¿Quieres que sea ésta de día y la otra de noche o la otra de día y esta de noche?
Dentro del caballero el tiempo se detuvo. Este regalo del cielo era mas de lo que nunca había soñado. El se había resignado a su destino por amor a su amigo Arturo  y allí estaba ahora pudiendo elegir su futura vida. ¿Debía pedirle a su esposa que fuera la hermosa de día para pasearse ufanamente por el pueblo siendo la envidia de todos y padecer en silencio y soledad la angustia de sus noches con la bruja? ¿O mas bien debía tolerar las burlas y desprecios de todos los que lo vieran del brazo con la bruja y consolarse sabiendo que cuando anocheciera tendría para el solo el placer celestial de la compañía de esta hermosa mujer de la cual ya se había enamorado?. Sir Galahad, el noble Sir Galahad, pensó y pensó y pensó, hasta que levantó la cabeza y hablo:
- Ya que eres mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que seas... lo que tu quieras ser en cada momento del día de nuestra vida juntos...

Cuenta la leyenda que cuando ella escuchó estoy y se dio cuenta de que podía elegir por si misma ser quien ella quisiera, decidió ser todo el tiempo la mas hermosa de las mujeres.

Cuentan que desde entonces, cada ve que nos encontramos con alguien que, con el corazón entre las manos, nos autoriza a ser quienes somos, invariablemente nos transformamos.

Abandonamos para siempre las horribles brujas y los malditos ogros que anidan en nuestra sombra para que, al desaparecer, dejen lugar a los mas bellos, amorosos y fascinantes caballeros y princesas que yacen, a veces, dormidos dentro de nosotros. Hermosos seres que al principio aparecen para ofrecerlos a la persona amada, pero que terminan infaliblemente adueñándose de nuestra vida, y habitándonos permanentemente.
Este es el aprendizaje cosechado a lo largo del camino del encuentro.

El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar  a otro para que sea quien es,

Mucho  mas allá de que sea autenticidad sea o no de mi conveniencia.
Mucho mas allá de que, siendo quien SOS, me elijas  o no a mi, para continuar juntos el camino.

FIN

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