CONTRATO CONYUGAL
Mas
allá del amor
Por Jorge Bucay
1- Definición: El matrimonio es un
compromiso afectivo, espiritual y social
pensado para proyectar, compartir y disfrutar, en un marco seguro y
transcendente.
2-
Duración: El contrato se firma para toda la vida, pero el pacto
debe ser renovado cada cinco años, debiendo renegociar los términos. Si no
hubiera acuerdo de un nuevo contrato, este convenio expira.
3- Propiedad: Las
partes acuerdan definitivamente no considerar al otro como parte de sus
propiedades. Se entiende que mi esposa,
mi marido o mi pareja son términos coloquiales que no implican dominio.
4- Vida
en común: La mayor parte del tiempo habitarán juntos. Las tareas
serán compartidas. Los dos se abstendrán de regañar al cónyuge, aunque cada uno
puede recordar al otro sus responsabilidades con tacto y delicadeza. Cada uno
lavará su propia ropa interior.
5- Dinero: Marido
y mujer compartirán a partes iguales la responsabilidad e los gastos, cada uno
conservará su cuenta bancaria y abrirán una compartida para el proyecto en
común. Si en la división de tareas uno de los dos generara mas dinero que el
otro, el ingreso será de todos modos compartido, disponiendo cada uno del
dinero que necesite. Ambos evitarán decir al otro como y en que debe gastar el
dinero.
6- Disputas: Los
desacuerdos no serán considerados nefastos. Dado que se trata de dos individuos
diferentes, se da por sentado que habrá desacuerdos. En esos caso la pareja
encontrará el tiempo para buscar un acuerdo. Si no lo encontraran acordarán el
desacuerdo. Si hace falta una decisión urgente, se dará prioridad a la decisión
del mas capacitado o idóneo en el tema.
7- Peleas: Dado
que los miembros son seres humanos y no máquinas, las disputas pueden generar
discusiones y peleas. Las partes se comprometen a discutir sin faltarse el
respeto ni psíquica ni físicamente.
8- Comunicación:
Las
partes se comprometen a estar siempre abiertas al diálogo. El tratará de hablar
con ella aunque esté enfadado y ella tratará de no castigarlo a él
restringiendo el contacto físico.
9- Sexo: Queda
claramente establecido que la sexualidad de la pareja estará regulada
únicamente por el deseo. Ninguno de los dos se sentirá obligado nunca a
satisfacer los deseos del otro salvo que esto satisfaga sus propios deseos. A
todos los demás efectos se establece que ninguna conducta sexual está
prohibida, es sucia o pecaminosa si ambos acuerdan explorarla.
10- Fidelidad: La
pareja puede pactar libremente esta regla optando entre cualquiera de las
siguientes posibilidades:
a) La
relación sexual es excluyente.
b) Podría
haber otras relaciones pero sin compromiso afectivo
c) Cada uno
decide libremente sobre sus relaciones extramaritales.
En b) y en c) habría que acordar si estas otras experiencias deben contarse o
deben ocultarse.
Cualquiera sea la
opción, derechos y obligaciones serán idénticas para los dos.
11- Niños:
La
pareja tendrá hijos solo en caso de que ambos deseen tenerlos (y en el momento
en que ambos coincidan en el deseo). Mientras tanto, los dos acuerdan que un
aborto sería una decisión hiriente y por lo tanto será responsabilidad de ambos
evitar un embarazo no deseado.
12- Familias: Cada
uno tendrá con su familia de origen las relaciones que crea conveniente y
aceptará la actitud que el otro tenga con ellos. Esto incluirá el derecho de
cada uno de no dejarse presionar por sus suegros.
13- Amigos: Cada
uno conservará sus amigos y amigas. No es imprescindible acordar ni hacer
amistad con los amigos del otro, ni tampoco incluir los propios a la pareja.
14- Control: Cada
uno renuncia expresamente a ejercer control sobre el tiempo, el aspecto, el
cuerpo, los gustos y la forma de actuar del otro. Cada uno se hará responsable
de sus acciones y de las acciones decididas en conjunto, pero no de las
decisiones individuales del otro.
15- Divorcio: Cualquiera
de los dos puede querer divorciarse cuando sienta que lo que han proyectado
juntos ha perdido vigencia. El otro no se opondrá. Si existieran hijos menores,
la pareja acuerda agotar los recursos para salvar el vínculo y proteger a los
niños. Respecto de los bienes se acuerda
que todo lo adquirido durante la vida en común será repartido y todo lo
personal será conservado por cada uno.
16- De
forma: Estos artículos podrán ser revisados a solicitud de
cualquiera de los dos y modificados con el acuerdo de ambas partes. Violar
alguna de estas cláusulas se considera suficiente causa para la ruptura del
contrato y el infractor soportará como única pena el pleno derecho de su
cónyuge de abandonar el vínculo.
17- Firma
del contrato: El presente contrato no tiene ninguna validez
jurídica, civil ni comercial. Es de uso exclusivamente privado y no puede ser
esgrimido como argumento en un litigio. Para dejar esto claramente establecido
debe ser firmado con la mano izquierda, sin ceremonia ni testigos.
Fecha:
/ / firmas
¿Y hará falta tomarse tanto trabajo?
Contesto: Creo que si.
Pero ¿no alcanza con el amor y con el deseo?
Contesto: Creo que no (aunque, sin lugar a dudas, es un maravilloso
lugar desde donde empezar a compartir un camino).
Quizás deba aclarar una vez mas que éste no
es “EL PACTO CONYUGAL del matrimonio normal”, sino sólo una idea. Habrá otras
parecidas y diferentes. Habrá algunas mas rígidas y otras mas elásticas,
adaptables a cada matrimonio y a cada momento del matrimonio. Habrá finalmente
quienes piensen que no hay duda que pactar y menos por escrito, quienes
consideren ridículo establecer normas de conducta acordadas, quienes se
fastidien frente a la sola idea de un contrato conyugal... y quizás tengan
razón. Hablo sólo de aquellas cosas que han servido par mi vida y de las
señales que fui encontrando en MI camino. Las comparto... por si acaso.
Creo que la resistencia de algunos de
nosotros a los pactos se debe a que los vivimos como si fueran las paredes de
aquella prisión a la que me refería al principio.
Intento
demostrar que no solo no es tal, sino que mas bien es todo lo contrario.
Un pacto de respeto a la individualidad, un
contrato de mutuo acuerdo explicitado y
consensuado, un modelo renovable de convivencia, un conjunto de pautas que por
definición son cuestionables y modificables permanentemente, lejos de
esclavizar liberan. Mas que transformase en la celda, un pacto se constituye en
una llave de entrada y de salida de cada encuentro.
Faltaría contestarse, con toda sinceridad, si
somos capaces de establecer una pareja pactando clara y definitivamente que no
tenés por que desear lo que a mi me gusta.
Y nos debemos mutuo respeto por encima de
todas las cosas.
Y que esto implica no solo aceptar sino
HONRAR nuestras diferencias.
Y que la prisión no es tal porque la pareja
es una elección de un lugar donde estar.
Y que la puerta estará siempre abierta (por
lo menos para salir).
No
solemos elegir voluntariamente esa libertad para nosotros, seguramente
porque no queremos concedérsela a los demás, sin embargo, de todas maneras la
tenemos porque la libertad es un derecho irrenunciable y una condición
inevitable.
Aunque escojamos armarnos nuestra propias
cárceles de ideas, levantando paredes y forjando rejas de acero detrás de las
cuales nos sentiremos encerrados, claro, pero con la seguridad que solamente se
puede obtener de lo previsible, de lo estático, de lo eterno. Aunque allí
dentro me muera de asfixia, de angustia o de aburrimiento.
Queremos
pensar que se ama una sola vez en la vida y para siempre, aunque sepamos que no
es verdad. Preferimos retorcernos de miedo controlando lo que el otro hace
cuando no estamos juntos y seguir aferrados a la idea de que no podríamos vivir
el uno sin el otro, aunque sabemos que sin el amado la vida igual continúa
aunque no continúe igual.
Y lo pensamos, en gran medida, porque hemos
sido enseñados a creer en estas mentiras. Falsedades para sostener la idea de
la prisión deseable, pero también para condicionar una forzada fidelidad o una
machista exclusividad (hasta hace 30 o 40 años los hombres pretendían ser
únicos en la historia de las mujeres de bien, y las mujeres se conformaban con
ser la última de los hombres de bien).
En este aspecto nuestra medrosa educación ni siquiera ha sido
equitativa. Las víctimas sindicadas de esta distorsión son las mujeres. Se
hayan dado cuenta o no, gran parte de las mujeres de aquellos tiempos han sido
condicionadas por esta idea de que la mujer tenía que conformarse con un solo
amor y con un solo varón, para toda la vida.
Angeles Mastretta le hace decir a uno de sus
personajes.
“Cuando
la expectativa de la vida de una mujer era de 45 años, con un amor era
suficiente, pero ahora que una va a vivir como 80... con un solo amor no
alcanza. ¡Por lo menos dos!”.
La
historia de que se ama una sola vez en la vida y para siempre, es mentira.
Es
mentira que sea necesariamente para siempre y es mentira que no pueda ser mas
que una vez en la vida.
Un día
por el caminito de un country, me cruzo con un señor que después de separase de
su primera mujer se había vuelto a casar. Yo lo conocí cuando todavía estaba
casado con la primera. Aquella relación aparentaba ser espectacular. En un
momento determinado, cada uno por su lado había dedicado toda su locuacidad a describir
el amor que sentía.
En la
mesa, mientras las mujeres freían unas empanadas, alguien le pregunta como le
va con este segundo matrimonio, y el cuenta de lo mucho que ama a su segunda
mujer. Cuando ese alguien, que había conocido su relación anterior, le pregunta
si pudo dejar de amar a la primera para poder amar a la segunda, el responde:
- ¡No!
¡Aquello no era amor, el verdadero es éste!.
¿Por qué negar ese amor?. El no podía aceptar
que había amado, que había dejado de amar y que ahora amaba a otra mujer. Tenía
que desprestigiar el otro amor para poder darle lugar a éste. Los viudos y las
viudas a veces hacen lo mismo, dicen: éste es el verdadero amor, el otro no lo
era y ahora me doy cuenta, o pero, aquél era el verdadero amor y entonces no
podré nunca volver a amar verdaderamente.
Me gusta remarcar que se puede amar a
alguien, que se puede dejar de amar y que se puede después amar a otra persona.
En una de mis charlas, alguien me preguntó:
“¿Y no se puede amar a dos a la vez?”
Tenemos mucho miedo a esta pregunta, porque
si aceptáramos y asumiéramos que se
puede amar a mas de una persona o la vez, ¿qué sería de nuestra seguridad?.
Si sostengo:
Que se ama una sola vez en la vida es
mentira...
Que el amor está indisoluble ligado al sexo
es mentira...
Que el verdadero amor es eterno es mentira...
Si declamo:
Que no se puede volver a amar después de
haber amado es mentira...
Que
mis afectos dependen de mi voluntad es mentira...
Defenderme contándome la historia de los
tipos de amores, es mentira...
Si, encima de todo, ahora dijera que es
posible amara a mas de una persona a la
vez...
¿qué nos quedaría? ¿la catástrofe?
Es una posibilidad: la absoluta inseguridad
sobre el futuro, por mucho que estemos juntos hoy, mañana no se puede saber.
Pero hay otra posibilidad: junto con las
mentiras, desterrar también la idea de la catástrofe y valorar la relación que
realmente uno tiene.
Porque...
Ahora yo
sé que no se ama una sola vez ni para siempre, me doy cuenta de que mi
esposa bien podría haberme dejado de amar o podría dejar de amarme mañana...
Ahora que sé que el sexo no necesariamente
está ligado al amor, me entero de que ella podría elegir con quién va a tener
relaciones sexuales.
Ahora que sé que la persona que amo puede
amar a mas de una persona a la vez, me doy cuenta de que sentirme querido no
garantiza que ella no ame a otros.
Ahora que yo sé que se deja de amar y que
ella elige sobre su propia vida...
Ahora...
Cuando yo llego a mi casa y mi esposa
realmente está para encontrarse conmigo y para amarnos, entonces le doy a ese
encuentro el valor que tiene.
Ahora que sé todo esto, y estoy seguro de que
ella lo sabe, la conciencia de nuestra libertad de elección lejos de ser una catástrofe es el pasaporte a una
relación de pareja mas plena y trascendente.
Si a pesar de la conciencia, ella y él
deciden seguir juntos, entonces es maravilloso.
Si negamos la conciencia de los hechos para
sostener lo que ya no sucede, aparece la
verdadera catástrofe.
- Vieja
– dice él -, ¿por qué no matamos un pavo para nuestro aniversario?.
- No me
parece una buena idea – dice ella, que ya no lo aguanta - . ¿Qué culpa tiene el
pavo? ¿Por qué no matamos mejor a tu amigo José que nos presentó?.
Un matrimonio vivo es un vínculo donde
todavía palpita la pareja y no un museo recordatorio de todo lo que fuimos, ni
un panteón donde se guardan los restos de nuestra pareja muerta.
La única
pareja posible es la que se da entre dos individuos iguales que deciden
establecer un acuerdo y lo hacen. Rousseau dice puesta de límites, este pacto
no está en oposición a la libertad de cada uno, por el contrario, la
observación del contrato y la posibilidad de revisarlo y repactar constituyen
la libertad.
Son
estos puntos de acuerdo con el otro los que nos vinculan cono unidad.
Pero
atención, esta unidad no es estática, está en continuo movimiento y cambio. Es imprescindible ir
modificando lo pactado para mantener el equilibro inestable que es el vínculo
de pareja.
El
cambio es constante y gracias a él que seguir juntos tiene sentido.
PASAJE (Epílogo)
Este
relato llegó a mis manos hace unos meses por Internet.
Contaba en aquel entonces una historia muy
parecida a ésta, pero el sentido final de cuento era espantoso: de una
maravillosa idea, alguien había hecho una horrible pancarta de discriminación y
resentimientos, algo parecido a lo que ocurre entre algunos amados cuando el
camino deja de ser el mismo.
Decidí pues, como tantas otras veces,
reescribir el relato para que llevara el mensaje que yo le creía merecedor.
El rey
Arturo había enfermado. En tan sólo dos semanas su debilidad lo había postrado
en su cama y ya casi no comía. Todos los médicos de la corte fueron llamados
para curara al monarca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a
todos los cuidados, el buen rey empeoraba.
Una
mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía
dormido, uno de ellos le dijo al otro con tristeza.
-
Morirá...
En el
cuarto estaba Sir Galahad, el mas heroico y apuesto de los caballeros de la
mesa redonda y compañero de las grandes
lides de Arturo.
Galahad escuchó el comentario del sirviente y se puso
de pie como un rayo, tomó al sirviente de las ropas y le gritó:
- Jamás
vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes?. El rey vivirá, el rey se
recuperará... Sólo necesitamos encontrar
al médico que conozca su mal, ¿oíste?.
El
sirviente, temblando, se animó a contestar.
- Lo que
pasa, Sir, es que Arturo no está enfermo, está embrujado. Eran épocas donde la
magia era tan lógica y natural como la ley de gravedad.
- ¡Por
que dices eso, maldición! – preguntó Galahad.
- Tengo
muchos años, mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esta
situación, solamente uno de ellos ha sobrevivido.
- Eso quiere decir que existe una
posibilidad... Dime como lo hizo ése, el que escapó de la muerte.
- Se
trata de conseguir un brujo mas poderoso que el que realizó el conjuro, si eso
no se hace, el hechizado muere.
- Debe
haber en el reino un hechicero poderoso – dijo Galahad -, pero si no está en el
reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.
- Que yo
sepa hay solamente dos personas tan poderosas como para curar a Arturo, Sir
Galahad, uno es Merlín, que aun en el caso de que se enterarara tardaría dos
semanas en venir y no creo que nuestro rey pueda soportar tanto.
- ¿Y la
otra?
El viejo
sirviente bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro negativamente.
- La
otra es la bruja de la montaña... Pero
aun cuando alguien fuera suficientemente
valiente para ir a buscarla, lo cual dudo, ella jamás vendría a curar al rey
que la expulsó del palacio hace tantos años.
La fama
de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en
su esclavo al mas bravo guerrero con sólo mirarlo a los ojos, se decía que son
sólo tocarla se le helaba a uno la sangre en las venas, se contaba que hervía a
la gente en aceite para comerse su corazón.
Pero
Arturo era el mejor amigo que Galahad tenía en su vida, había batallado a su
lado cientos de veces, había escuchado sus penas mas banales y las mas
profundas. No había riesgo que el no corriera por salvar a su soberano, a su
amigo, y a la mejor persona que había conocido.
Galahad
calzó su armadura y montando su caballo se dirigió a la montaña Negra donde
estaba la cueva de la bruja.
Apenas
cruzó el río, notó que el cielo empezaba a oscurecer. Nubes opacas y densas
parecían ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía
haber caído en pleno día.
Galahad
desmontó y caminó hacia el agujero en la piedra. Verdaderamente el frío
sobrenatural que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba del interior lo
obligaron a replantear su empresa, pero el caballero resistió y siguió
avanzando por el piso encharcado y el lúgubre túnel. De vez en cuando, el
aleteo de un murciélago lo llevaba a cubriese instintivamente los ojos.
A 15 minutos
de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un olor acre y
de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro,
revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.
Era una
típica bruja de cuento, tal y como se la había descripto su abuela en aquellas
historias de terror que le contaba en su infancia para dormir y que lo
desvelaban fantaseando la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera
edad para ser caballero de la corte.
Allí
estaba, encorvada, vestida de negro, con las manso alargadas y huesudas
terminadas en largas uñas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz
ganchuda, el mentón prominente y la actitud que encarnaba el espanto.
Apenas
Galahad entro, sin siquiera mirarlo la bruja le gritó:
- ¡Vete
antes de que te convierta en sapo o en algo peor!
- Es que
he venido a buscarte – dijo Galahad -, necesito ayuda para mi amigo que está
muy enfermo.
- Je...
je... je... – rió la bruja -. El rey está embrujado y a pesar de que no he sido
yo quien ha hecho el conjuro, nada hay que puedas hacer para evitar su muerte
- Pues
tú... tú eres mas poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo –
argumentó Galahad.
- ¿Por
qué haría yo tal cosa? – preguntó la bruja recordando con resentimiento el desprecio
del rey.
- Por lo
que pidas – dijo Galahad -, me ocuparé
personalmente de que se te pague el precio que exijas.
La bruja
miró al caballero. Era ciertamente extraño tener a semejante personaje en su
cueva pidiéndole ayuda. Aun a la luz de las velas Galahad era increíblemente
apuesto, lo cual sumado a su porte lo convertía en una imagen de gallardía y
belleza.
La bruja
lo miró de reojo y anunció:
- El
precio es este: si curo al rey y solamente si lo curo...
- Lo que
pidas... – dijo Galahad
-
¡Quiero que te cases conmigo!.
Galahad
se estremeció. No concebía pasar el resto de sus días conviviendo con la bruja,
y sin embargo, era la vida de Arturo. Cuantas veces su amigo había salvado la
suya durante una batalla. Le debía no una, sino cien vidas... Además, el reino
necesitaba de Arturo,
- Sea –
dijo el caballero -, si curas a Arturo
te desposaré, te doy mi palabra. Pero por favor, apúrate, temo llegar al
castillo y que sea tarde para salvarlo.
En
silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su
interior, recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se
dirigió al exterior, seguida por Galahad.
Al
llegar afuera, Sir Galahad trajo su caballo y con el cuidado con que se trata a
una reina ayudó a la bruja a montar en la grupa. Montó a su vez y empezó a
galopar hacia el castillo real.
Una vez
en el castillo, gritó a los guardias para que bajaran el puente, y con
reticencia lo hicieron.
Franqueado
por la gente de aquella fortaleza que murmuraba sin poder creer lo que veía o
se apartaba para no cruzar su mirada con la horrible mujer, Galahad llegó a la
puerta de acceso a las habitaciones reales.
Con la
mano impidió que la bruja se bajara por sus propios medios y se apuró a darle
el brazo para ayudarle. Ella se sorprendió y lo miró casi con sarcasmo.
- Si es
que vas a ser mi esposa – le dijo – es bueno que seas tratada como tal.
Apoyada
en el brazo de él, la bruja entró en la recámara real. El rey había empeorado
desde la partida de Galahad, ya no despertaba ni se alimentaba.
Galahad
mandó a todos a abandonar la habitación. El médico personal del rey pidió
permanecer y Galahad consintió.
La bruja
se acercó al cuerpo de Arturo, lo olió, dijo algunas palabras extrañas y luego
preparó un brebaje de un desagradable color verde que mezcló con un junco.
Cuando intentó darle a beber el líquido al enfermo, el médico le tomó la mano
con dureza.
- No –
dijo -. Yo soy el médico y no confío en la brujerías. Fuera de...
Y
seguramente habría continuado diciendo “... de este castillo”, pero no llegó a
hacerlo, Galahad estaba a su lado con la espada cerca del cuello del médico y
la mirada furiosa.
- No
toques a esta mujer – dijo Galahad -, y el que se va eres tú... ¡Ahora! –
gritó!
El
médico huyó asustado. La bruja acercó la botella a los labios del rey y dejó
caer el contenido en su boca.
- ¿Y
ahora? – preguntó Galahad.
- Ahora
hay que esperar – dijo la bruja.
Ya en la
noche, Galahad se quitó la capa y armó con ella un pequeño lecho a los pies de
la cama del rey. El se quedaría en la puerta de acceso cuidando de ambos.
A la
mañana siguiente, por primera vez en muchos días, el rey despertó.
-
¡Comida! – gritó -. Quiero comer... Tengo
mucha hambre.
- Buenos
días, majestad – saludó Galahad con una sonrisa, mientras hacía sonar la
campanilla para llamar a la servidumbre.
- Mi
querido amigo – dijo el rey -, siento tanta hambre como si no hubiese comido en
semanas.
- No
comiste en semanas – le confirmó Galahad.
En eso,
a los pies de su cama apareció la imagen de la bruja mirándolo con una mueca
que seguramente reemplazaba en ese rostro a la sonrisa. Arturo creyó que era
una alucinación. Cerró los ojos y se los refregó hasta comprobar que, en
efecto, la bruja estaba allí, en su propio cuarto.
- Te he
dicho cientos de veces que no quería verte cerca del palacio. ¡Fuera de aquí! –
ordenó el rey.
-
Perdón, majestad – dijo Galahad -, debes saber que si la echas me estás echando
también a mi. Es tu privilegio echarnos a ambos, pero si se va ella me voy yo.
- ¿Te
has vuelto loco? – preguntó Arturo - ¿Adonde irías tu con este monstruo
infame?.
-
Cuidado, alteza, estás hablando de mi futura esposa.
- ¿Qué?
¿Tu futura esposa?. Yo he querido presentarte a las jóvenes casaderas de las
mejores familias del reino, a las princesas mas codiciadas de la región, a las mujeres
mas hermosas del mundo, y las has rechazado a todas. ¿Cómo vas ahora a casarte
con ella?
La bruja
se arregló burlonamente el pelo y dijo:
- El
precio que ha pagado para que yo te cure.
- ¡No! –
gritó el rey -. Me opongo. No permitiré esta locura. Prefiero morir.
- Está
hecho, majestad – dijo Galahad.
- Te
prohibo que te cases con ella – ordenó Arturo.
-
Majestad – contestó Galahad -, existe sólo una cosa en el mundo mas importante
para mi que una orden tuya, y es mi palabra. Yo hice un juramento y me propongo
cumplirlo. Si tú te murieses mañana, habría dos eventos en un mismo día.
El rey
comprendió que no podía hacer nada para
proteger a su amigo de su juramento.
- Nunca
podré pagar tu sacrificio por mi, Galahad, eres mas noble aún de lo que siempre
supe. – El rey se acercó a Galahad y lo abrazó -. Dime aunque sea que puedo
hacer por ti.
A la
mañana siguiente, a pedido del caballero, en la capilla del palacio el
sacerdote casó a la pareja con la única presencia de su majestad el rey. Al
final de la ceremonia, Arturo entregó a Sir Galahad su bendición y un pergamino
en el que cedía a la pareja los terrenos del otro lado del río y la cabaña en
lo alto del monte.
Cuando
salieron de la capilla, la plaza central estaba insulsamente desierta, nadie
quería festejar ni asistir a esa boda, los corrillos del pueblo hablaban de
brujerías, de hechizos trasladados, de locura y posesión...
Galahad
condujo el carruaje por los ahora desiertos caminos en dirección al río y de
allí por el camino alto hacia el monte.
Al llegar,
bajó presuroso y tomando a su esposa amorosamente por la cintura la ayudó a
bajar del carro. Le dijo que guardaría los caballos y la invitó a pasar a su nueva casa. Galahad se demoró un poco
mas porque prefirió contemplar la puesta del sol hasta que la línea roja
terminó de desaparecer en el horizonte. Recién entonces Sir Galahad tomó aire y
entró.
El fuego
del hogar estaba encendido y, frente a
el, una figura desconocida estaba de pie, de espaldas a la puerta. Era la
silueta de una mujer vestida en gasas blancas semitransparentes que dejaba
adivinar las curvas de un cuerpo cuidado y atractivo.
Galahad
miró a su alrededor buscando a la mujer que había entrado unos minutos antes,
pero no la vio.
- ¿Dónde
está mi esposa? – Preguntó.
La mujer
giró y Galahad sintió su corazón casi salírsele del pecho. Era la mas hermosa
mujer que había visto jamás. Alta, de tez blanca, ojos claros, largos cabellos
rubios y un rostro sensual y tierno a la
vez. El caballero pensó que se habría enamorado de aquella mujer en otras
circunstancias.
- ¿Dónde
está mi esposa? – repitió, ahora un poco mas enérgico.
La mujer
se acercó un poco y en un susurro le dijo:
- Tu
esposa, querido Galahad, soy yo.
- No me
engañas, yo se con quien me casé – dijo Galahad – y no se parece a ti ni en lo
mas mínimo.
- Has
sido tan amable conmigo, querido Galahad, has sido cuidadoso y gentil conmigo
aun cuando sentías que aborrecías mi aspecto, me has defendido y respetado
tanto como nadie lo hizo nunca, que te creo merecedor de esta sorpresa... La
mitad del tiempo que estemos juntos tendré este aspecto que ves y la otra mitad
del tiempo, el aspecto con el que conociste... – la mujer hizo una pausa y
cruzó su mirada con la de Sir Galahad -. Y como eres mi esposo, mi amado y maravilloso esposo, tu privilegio
es tomar esta decisión: ¿Qué prefieres, esposo mío? ¿Quieres que sea ésta de
día y la otra de noche o la otra de día y esta de noche?
Dentro
del caballero el tiempo se detuvo. Este regalo del cielo era mas de lo que
nunca había soñado. El se había resignado a su destino por amor a su amigo
Arturo y allí estaba ahora pudiendo
elegir su futura vida. ¿Debía pedirle a su esposa que fuera la hermosa de día
para pasearse ufanamente por el pueblo siendo la envidia de todos y padecer en
silencio y soledad la angustia de sus noches con la bruja? ¿O mas bien debía
tolerar las burlas y desprecios de todos los que lo vieran del brazo con la
bruja y consolarse sabiendo que cuando anocheciera tendría para el solo el
placer celestial de la compañía de esta hermosa mujer de la cual ya se había
enamorado?. Sir Galahad, el noble Sir Galahad, pensó y pensó y pensó, hasta que
levantó la cabeza y hablo:
- Ya que
eres mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que seas... lo que tu
quieras ser en cada momento del día de nuestra vida juntos...
Cuenta la leyenda que cuando ella escuchó
estoy y se dio cuenta de que podía elegir por si misma ser quien ella quisiera,
decidió ser todo el tiempo la mas hermosa de las mujeres.
Cuentan que desde entonces, cada ve que nos
encontramos con alguien que, con el corazón entre las manos, nos autoriza a ser
quienes somos, invariablemente nos transformamos.
Abandonamos para siempre las horribles brujas
y los malditos ogros que anidan en nuestra sombra para que, al desaparecer,
dejen lugar a los mas bellos, amorosos y fascinantes caballeros y princesas que
yacen, a veces, dormidos dentro de nosotros. Hermosos seres que al principio
aparecen para ofrecerlos a la persona amada, pero que terminan infaliblemente
adueñándose de nuestra vida, y habitándonos permanentemente.
Este es el aprendizaje cosechado a lo largo
del camino del encuentro.
El
verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar a otro para que sea quien es,
Mucho
mas allá de que sea autenticidad sea o no de mi conveniencia.
Mucho mas allá de que, siendo quien SOS, me
elijas o no a mi, para continuar juntos
el camino.
FIN
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