miércoles, 20 de febrero de 2013

El Camino de las Lágrimas Cap 7-9


CAPÍTULO 7

DUELOS POR MUERTE

Tal como lo hemos dicho los duelos no son el patrimonio exclusivo de la muerte de alguien porque como dijo Rochin: Somos seres imperfectos limitados por lo imposible
Hay un duelo por delante en la vida de todo aquel que sufre una pérdida, que atraviesa un cambio, que deja una realidad para entrar en otra.
En ese capítulo vamos a animarnos a hablar un poco de la dolorosa experiencia de los duelos por la desaparición física de un otro.
La muerte de un ser querido:

La muerte es algo natural, incontrastable e inevitable.
Hemos manifestado permanentemente la inequívoca tenencia a hacer a un lado la muerte, e eliminarla de la vida.
Hemos intentado matarla con el silencio. En el fondo nadie cree en su propia muerte. En el inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad. Y cuando muere alguien querido, próximo, sepultamos con él nuestras esperanzas, nuestras demandas, nuestros goces. No nos dejamos consolar y hasta donde podemos nos negamos a sustituir al que perdimos.

SIGMUND FREUD, 1917.

La muerte de un ser querido, cualquiera sea el vínculo, es la experiencia más dolorosa por la que pueda pasar una persona.
Toda la vida, en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo. Nos duele la identidad y el pensamiento. Nos duele la sociedad y nuestra relación con ella. Nos duele el dolor de la familia y los amigos. Nos duele el corazón y el alma.
En esta pérdida como en ninguna otra situación el dolor atraviesa el tiempo.
Duele el pasado, duele el presente y especialmente duele el futuro.
Esta experiencia tan dramática es parte inevitable de la vida adulta y la probabilidad de pasar por ella aumenta a medida que pasa el tiempo. El riesgo de vivir un duelo por alguien querido crece con mi propio envejecer y con mi propio riesgo vital.
Frente al dolor de la ausencia parecería que sólo el regreso del ser amado podría significar "el verdadero consuelo".
Sin embargo, se tiende a subestimar la experiencia dolorosa y discapacitante del duelo. Un individuo sano y normal está forzado según el prejuicio popular a superar una pérdida con rapidez y sin ayuda de ningún tipo.
La muerte de un miembro de la familia (padre, madre, abuelos) por ejemplo, no sólo afecta a cada integrante individualmente sino que afecta al grupo como un todo, lo cual agrava la situación porque es paradójicamente en la familia misma donde naturalmente deberíamos encontrar el mejor apoyo y la más útil ayuda. Una situación especial la plantea la muerte de un hijo, que es un tema del cual hablaremos más adelante, al final de
este capítulo.
La familia debe hacer lo necesario para permanecer más unida en estas situaciones y compartir su dolor con valentía y extremo respeto por los estilos individuales. La situación es demasiado dolorosa como para que cada uno tenga que recuperarse solo o fuera de su hogar.
Entre los que estudian el proceso del duelo no hay ninguna duda de que las herramientas más útiles en estos momentos son un abrazo cariñoso, la posibilidad de compartir nuestra historia, el llanto acompañado, el hombro firme dispuesto a recibir nuestra cabeza cansada y el oído amoroso atento a nuestra necesidad de hablar. Nadie mejor que nuestra familia para atender estas demandas.
En estos casos los peores días el año suelen ser las fiestas. La "reacción de aniversario" sucede porque dentro de la familia estos eventos evocan demasiados recuerdos de aquellos momentos llenos de alegría e inundados de la presencia de los ausentes y estas imágenes contrastan ahora con la tristeza del duelo compartido.
Cada fin de año, por ejemplo, con su tradicional balance de lo hecho, suele complicar aun más la situación dolorosa de la pérdida.

Las diferencias
Uno de los aspectos más sorprendentes que aparecen frente a una muerte es el darse cuenta de que no todos manifestamos nuestro dolor de la misma forma:
¿Por qué siento que no puedo soportar este dolor si mi amiga que también perdió a su esposo no se ve o no se siente tan mal?
¿Por qué me siento desfallecer y mi hermano no?
Las reacciones varían no sólo entre diferentes personas (aun miembros de una misma familia) sino también en uno mismo, según la edad y las circunstancias en las que se encuentra cuando sucede la pérdida.
Las circunstancias de la muerte y las que rodean a las personas que sufren la pérdida son los dos factores predictivos de la intensidad del duelo tanto en relación a su duración, como a la intensidad de la respuesta dolorosa. Varios factores o fenómenos han sido identificados como elementos de ayuda o de riesgo para el duelo. Genéricamente cuando más rápida, imprevista y traumática sea la muerte, y cuanto más afecte esa pérdida a la vida diaria del sujeto, mucho mayor será el impacto emocional. Hay diez factores que intervienen a la hora del duelo.
El grado de presencia o ausencia de ellos puede hacer que el proceso de elaboración sea más fácil o más difícil.

1. Calidad de la relación con la persona (íntima o distante.Asuntos inconclusos)
2. Forma de la muerte (por enfermedad o accidente, súbita o previsible).
3. Personalidad de unos (temperamento, historia, conflictos personales)
4. Participación en el cuidado del ser querido antes de fallecer
5. Disponibilidad o no de apoyo social y familiar.
6. Problemas concomitantes (dificultades económicas, enfermedades)
7. Pautas culturales del entorno (aceptación o no del proceso de duelo)
8. Edades extremas en el que pena (muy viejo o muy joven)
9. Pérdidas múltiples o acumuladas (perder varios seres queridos al mismo tiempo.
10. Posibilidad de pedir y obtener ayuda profesional o grupal.
Un matiz adicional que suele dificultar la elaboración y superación del duelo es la muerte por suicidio.
Por más que lo intentás, nunca conseguís entender las razones que lo llevaron a tu ser querido a quitarse la vida. El suicidio deja siempre detrás de sí muchas preguntas.
Es natural sentir mucha rabia y enfado hacia la persona que se suicidó. Si cuando se muere te enojás con el difunto aunque haya muerto en un accidente, cuánto más te enojarás cuando él o ella decidieron morirse.
Creo que si el suicida supiera el daño que produce en la familia cercana, sobre todo en los hijos cuando los hay, no se suicidaría Si de verdad uno supiera lo que los hijos irremediablemente piensan cuando su padre o madre se suicida:
"Ni siquiera por mí. ni siquiera yo era una buena razón. Ni siquiera pensó en mí".
Y esto es muy doloroso para sustentar después la propia autoestima.
Me parece que esto confirma que el que se suicida no puede pensar con cordura en ese momento.
De alguna manera su capacidad de deducción está suspendida y esto no le permite razonar adecuadamente.
La sensación de culpa también es algo perfectamente normal después de una muerte de esas características. Recordá que no pudiste elegir por él o por ella y que la decisión del suicidio fue enteramente suya. Aceptá también que, a pesar de lo que hubieras podido decirle, tus palabras difícilmente habrían sido suficientes para cambiar su decisión.
A medida que la tormenta de emociones vaya calmándose, surgirá poco a poco la aceptación. Date tiempo para llegar allí, un duelo por suicidio necesita más tiempo para sanar. Sé paciente y trabajá la idea del respeto por su elección, aunque no estés de acuerdo.

Duelo anticipado.
El tema genera cierta controversia.
Se han hecho muchos estudios y se ha escrito mucho para tratar de acotar su significado. Duelo anticipado se refiere al proceso que ocurre en anticipación de la pérdida e incluye mucho de los síntomas de un duelo normal.

Los siguientes aspectos están siempre presentes:

1. tristeza,
2. preocupación por la persona que va a morir
3. ensayo del deceso
4. ajuste previo a las consecuencias de la muerte
5. vivencia efectiva de la despedida, a veces mutua.

Es un error creer que hay un volumen de tristeza fijo y que si se experimenta antes disminuye la pena que "queda" para después de la pérdida. las emociones no funcionan así. De todas maneras algunos estudios aportan datos que documentan que el duelo anticipado mejora la capacidad de adaptación de los familiares a recuperarse del dolor de la pérdida.
Algunos investigadores dicen que la anticipación casi nunca ocurre. Aceptar la muerte de una persona querida antes de que muera condena al familiar vulnerable a la culpa de haber abandonado al paciente antes del final. Y además existe la preocupación de que el paciente experimente "demasiado dolor" adicional por la situación de muerte inminente y esperada a su alrededor.
En todo caso, lo que seguramente existe es la natural anticipación involuntaria de los familiares de los pacientes en largas agonías.

Integración.
Es necesario integrar el pensamiento con el sentimiento y con la acción. Aceptar conscientemente un sentimiento no produce necesariamente la capacidad de expresarlo..Una cosa es ponerse triste, y otra muy distinta es poder llorar.
Saber que uno está enojado no es lo mismo que expresar mi enojo.
En el duelo, el cuerpo se acoraza (endurece), se defiende tratando de amortiguar el impacto que produce el dolor. Poder expresar los sentimientos que produce una pérdida, ya sea la rabia o el miedo, nos ayuda a enfrentar el dolor para poder luego cicatrizar la herida del alma.
Si permanecemos "fuertes", sólo estamos tapando el dolor, Sea como fuere seguramente pasaremos por la vivencia de la muerte de alguno de nuestros seres queridos incluyendo también la de nuestros padres.
El dolor puede y va a enseñarnos irremediablemente a darle un nuevo sentido a la vida, va a cambiar valores y prioridades.
Quizás ahora te parezca imposible, pero con el tiempo vas a ir superando la muerte de la persona amada. Y llegará un día en que vas a poder decir que la vida continúa y que te sentís feliz por estar vivo.

Duelo por viudez
Cuando la realidad conocida se rompe, lo seguro y ordenado se vuelve caótico.
El mundo parece hostil y nada puede aliviar la incertidumbre y la inseguridad.
Y cuando la responsabilidad de mantener el provisorio orden ara compartida con otro que ya no está, aparecen la desesperación y el vacío.
Sólo por la interacción se mantiene el sentido del individuo en el mundo y su identidad, quizás por eso los que pierden su pareja dicen haber perdido una parte esencial de ellos mismos y se sienten extraños y ausentes.
La pérdida del compañero impone desorden, menoscaba el sentido de la vida y amenaza la identidad.
La consecuencia más extrema e irreversible es lo que se ha dado en llamar el "síndrome del corazón roto", donde la muerte del cónyuge precipita la propia.
Hace muchos años, mientras yo era practicante en la guardia médica del Instituto de Cirugía de Haedo, recibimos una llamada para atender una emergencia en una casa cercana al hospital.
Dos médicos, una enfermera, el camillero, el chofer y yo nos subimos con el equipo de resucitación necesario a la ambulancia y en menos de cinco minutos llegamos a una humilde casa del barrio.
Entramos al cuarto de la enferma, una mujer de unos 70 años en paro cardíaco. Lamentablemente no hubo mucho para hacer y pese a todas las maniobras confirmamos que el hecho era irreversible.
Con dolor le contamos a la hermana de la paciente, que estaba en el cuarto, que no había nada más que hacer y que íbamos a llevar el cuerpo al hospital para los certificados y trámites.
La señora salió del cuarto y le dijo a un señor que según nos enteramos después era el marido de la mujer fallecida:
- María murió
El hombre palideció
Se dejó caer en una silla de mimbre y dijo
- Me quiero morir...
Esas fueron sus últimas palabras
Nada pudimos hacer los seis profesionales presentes, ni el equipo que traíamos, ni la posibilidad de trasladarlo de inmediato.
El hombre dijo "me quiero morir" y se derrumbó.
Dadas las condiciones de la muerte, se hizo una autopsia de su cuerpo que arrojó un resultado que todos preveíamos:
Estallido cardíaco!
La muerte de su compañera le había ROTO EL CORAZÓN...literalmente
En los países sajones la muerte del cónyuge es la primera de las situaciones listadas por intensidad en una estadística de "situaciones dolorosas", que ha sido tomada como referencia desde hace muchísimo tiempo y confirmada año tras año.
Para estas estadísticas (que seguramente no darían iguales resultados en nuestros países latinos) la desaparición del marido o de la esposa, sería la máxima causa de dolor entre la población de entre 25 y 70 años. La estadística es esta:

LISTA DE CAMBIOS DOLOR

Muerte del cónyuge 100
Condena en la cárcel 91
Muerte de un familiar cercano (hijo) 83
Divorcio 80
Despido del trabajo 76
Muerte de familiar (hermano-padres) 65
Enfermedad personal o accidente grave 60
Casamiento 50.
Muerte de un amigo 48
Jubilación 45
Enfermedad o accidente de un familiar 44
Dificultades sexuales 39
Crecimiento de la familia (nacim.adopc.) 39
Gran cambio financiero 38 
Muerte de una mascota 37
Cambio de trabajo 36
Discusiones repetidas con la pareja 35
Hipoteca bancaria de más de $ 15.000 31
Gran cambio en el trabajo 29
Hijos que dejan la casa (matrimonio/ejérc.) 29
Problemas legales 29
Esposa que comienza a trabajar 26
Mudanza, remodelación de la casa 25
Problemas graves con el jefe 23
Cambios en la vida social 18

Cuando le pregunté a uno de mi maestros de los Estados Unidos la razón de esta discordancia, argumentando que, para nosotros, la lista sería encabezada sin lugar a dudas por la situación de la muerte de un hijo, me contestó con un argumento que no alcanzó a convencerme, pero me obligó a pensar en una arista que hasta entonces yo no había tenido en cuenta: Cuando un hijo se muere y la pareja se mantiene unida, hay dos a los que le está pasando lo mismo, hay alguien que puede comprender lo que nos pasa. En cambio cuando la pareja es la que muere, a nadie, repito, a nadie, le está pasando lo mismo, estamos verdaderamente solos en nuestro dolor.

Dicen los viudos y las viudas. "El dolor de la pérdida de la pareja desgarra y uno se pregunta cómo seguir viviendo". "El silencio hiere los oídos, el hogar se convierte sólo en una casa". "El llanto y la rabia se vuelven tu diaria compañía". "No podes definir si sentís pena por el que se fue o por vos mismo". "¿Cómo seguir respirando, caminando, haciendo lo cotidiano sin ella?". "¿Mi capacidad de amar podría seguir existiendo?". "Uno se siente como una baraja de naipes arrojada al aire". No se puede generalizar, pero cuando muere la pareja, la identidad, que está muchas veces armada en relación al vínculo, se ve amenazada.
El hombre y la mujer que se quedan solos en el nido se definen como quebrados (así lo expresan muchas veces) El gran desafío es rearmarse para hacer frente a este momento tan difícil. Se han definido diez tipos de soledad que podrían llegar a sentir los viudos en etapa de duelo.

11. Extrañar a la persona en concreto.
12. Extrañar el hecho de sentirse queridos.
13. Extrañar la posibilidad de querer a alguien
14. Extrañar una relación profunda..15. Extrañar tener a alguien en casa
16. Extrañar compartir las tareas.
17. Extrañar la forma de vida de la gente casada.
18. Extrañar la satisfacción de ir acompañados
19. Extrañar la vida sexual
20. Extrañar las amistades en común.

Dado que la expectativa de vida de las mujeres en Argentina es de 75 años mientras que la de los hombres es de 71 (según la Dirección de Estadísticas de las Naciones Unidas), la viudez es un fenómeno que tiene mayor incidencia entre las mujeres.
Muchas mujeres fueron educadas para idealizar el amor, y siempre dependieron del hombre para subsistir social, económica y por consiguiente psíquicamente. Si bien la dependencia económica está disminuyendo, la psíquica continúa, por lo que no pueden evitarse sentirse desamparadas cuando pierden al compañero. Un hombre que pierde a su mujer puede sentirse desconsolado, pero difícilmente desamparado porque las mujeres estructuran su subjetividad en torno a los vínculos, mientras que los hombres la construyen en torno de su trabajo. Si hombres y mujeres hicieran suya la frase de Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mi circunstancia". Ellos dirían de sí mismos: "Yo soy yo y todo lo que sé hacer". Las mujeres dirían en cambio: "Yo soy yo y todos aquellos a quienes amo". La persona que murió no se pierde, porque es interiorizada emocionalmente. Lo que queda vacante es el lugar de los roles que ocupaba. Una de las cosas que suelen sorprender a los viudos recuperados es que pueden volver a amar, a pesar del dolor, ya que el dolor y el amor pueden coexistir. "Cuando murió mi esposa viví su muerte como un terremoto. Fui perdiendo de a poco a todos mis amigos. No sabía cómo se pagaba la luz, dónde se compraba la fruta ni cómo se conseguía la leche. Mis hijos me trataban como si fuera un inútil.
Un día los junté a todos y les dije: "Un momento, me quedé viudo, no descerebrado". Ese día todo empezó a retomar su rumbo. Eso de "yo no podía soportar que vos te fueras" es la misma historia de "yo nunca voy a poder dejar de fumar" y "nunca voy a poder hacer una dieta para adelgazar". Mientras yo me crea que nunca podría, seguro que no voy a poder. Si yo me creo que no voy a poder soportar tu ausencia, si me creo que no puedo seguir sin vos, si me convenzo de que mi vida ha terminado, es posible que todo esto suceda. Hay una tribu, y esto es real, en el norte de África. Es costumbre que cuando alguien comete un hecho muy grave, por ejemplo matar a otro miembro de la tribu, se hace una junta, una reunión de todos los jefes de la tribu. Si lo encuentran culpable lo condenan a muerte. Lo maravilloso es que la condena significa hacerle una marca con tinta en el hombro. Es una marca rara, que en la tribu es el símbolo de la muerte. A partir de ese día el condenado es alojado en una carpa a unos diez metros de los otros, nada más. Nadie lo toca, nadie le hace nada, si quiere comer, come, si quiere beber, bebe, nadie le dirige la palabra, nadie habla con él, está muerto. Dos meses después de la condena, el reo muere, muere sin que nadie le haya tocado un pelo. Y no muere porque le pase algo especial, ni porque la marca sea venenosa, muere sólo porque cree que se tiene que morir. En esa cultura el condenado está convencido que se va a morir, y por supuesto se muere, literalmente, se muere. Según los especialistas, un duelo termina cuando uno puede volver a insertarse en la vida con nuevos proyectos, cuando decide que ya no está "muerto", y del dolor intenso puede pasar a uno menos intenso y de allí al amor por otros (la familia, una nueva pareja, los amigos). Cuando la pareja muere, todos sus roles quedan vacantes y hay que aprender a reacomodarse. NO es sólo haber perdido un contador, un jardinero, un compañero sexual, un padre, etc. No es sólo haberse quedado sin cocinera, ama de llaves, planchadora, consejera, partenaire sexual y enfermera...aunque también es eso. Después de la muerte de tu pareja es muy difícil permitirse una nueva relación. No es indispensable hacerlo pero es importante saber que es posible.

Divorcio.

Recordar es el mejor modo de olvidar.
SIGMUND FREUD.

Quizás suene raro encontrar este título aquí, mezclado entre muertes y duelos funerarios. Y sin embargo, como vimos en nuestra cuestionada estadísticas de dolores, el divorcio está vivencialmente bastante cerca de lo catastrófico de la situación de muerte de la pareja..Y pongo siempre el mismo ejemplo: una cosa es estar juntos y conectados, en una relación de pareja donde él o ella pueden irse, acercarse o quedarse y yo puedo también hacer lo propio, y otra cosa es estar enganchados.
Engancharse no es estar juntos, porque no sirve para conectarse con el otro, sino para tironear, para retener, para atrapar al otro y que no se pueda ir. Para escaparse va a tener que lastimarse y lastimarme, porque estamos atrapados.
Esto no es estar juntos, ni tiene que ver con amor. Esto es un disfraz de la manipulación y del intento de controlar tu vida.
Y a pesar de la gravedad de este planteo, nos seducen estas situaciones de control, nos encanta tener estos vínculos "seguros" vivimos de alguna manera viendo cómo hacemos para tener al otro atrapado, para que el otro no se escape, para que no se vaya y dimensionamos las relaciones de pareja como relaciones en las que
"Los dos somos uno"
"Somos una sola carne"
"Yo para el otro y el otro para mí".
De alguna manera nos encanta este símbolo infame de nuestra condena al sufrimiento garantizado, que es
"No puedo vivir sin vos"
¡Qué pesado que suena!
Un poco más tibio pero igualmente condicionante es

“Me haces tan feliz"

Y yo digo siempre: no acepten, porque si aceptan tener ese poder van a tener que aceptar
“Me cagás la vida".
Pero lo cierto es que no tenés ese poder, nunca lo tuviste, aunque yo quisiera concedértelo. Me puede lastimar algo que hagas, algo que digas, eso sí, ¿pero hacerme sufrir?, la verdad que no.
¿Qué puede hacer el otro?
“Puede hacer todo lo que a mí no me gusta"
Muy bien, bárbaro. Pero si hace todo lo que a mí me disgusta ¿para qué me quedo?
"Me quedo porque lo quiero"
Bueno, si vos te quedas porque lo querés ¿es el otro el que te está haciendo sufrir?.De ninguna manera.
Entonces digo que soy yo que me hago sufrir. Claro que sí. Y posiblemente no sea sólo yo, pero seguro que tiene que ver más conmigo que con vos.
Y lo que tiene que ver más conmigo que con vos es aquello que al principio llamamos el "sistema de creencias" de cada uno.
Si me creo que para ser feliz vos tenés que hacer tal cosa y tal otra.
Que para ser feliz vos tenés que conducirte de tal manera.
Que para que yo sea feliz vos no tendrías que decir tal cosa o tal otra.
Que para que yo no sufra vos deberías querer exactamente lo que yo quiero, en el exacto momento en que yo lo quiero.
Y que no tendrías que querer ninguna otra cosa, porque si vos querés alguna otra cosa en un momento que no es el momento en que yo lo quiero, entonces yo sufro por tu culpa.
Y si no tenés el poder de hacerme sufrir mientras estés conmigo, menos aún tendrás ese poder si nos separamos.
Pero no me voy, me quedo.
¿Para qué me quedo?
Para cambiarte.
Para conseguir que seas diferente
Para lograr que quieras exactamente eso que yo quiero.
Y sobre todo porque no soporto la idea de perderte.
Eso. Para no perderte, te voy a cambiar.
Lo cual significa en la práctica primero martirizarte y después de todas maneras perderte. Dos dramas al precio de uno.
Y yo sostengo que este es un camino que nosotros tomamos para intentar evitar la pérdida, para esquivar la elaboración de un duelo.
¿Quién quiere estar al lado de alguien que ya no te ama?
Yo no, vos tampoco y seguramente ninguno de los que leen esto en este momento.
Entonces dejo de pretender agarrarte, dejo de querer engancharte.
Y abro las manos y permito que te vayas.
Y soporto el dolor sabiendo que una vez que elabore el duelo, una vez que trabaje con ese dolor, voy a quedar libre para poder amar a otra persona.."Sí, pero quién me va a querer a mí ahora..."
Ah, entonces no te retengo por lo mucho que te amo, te retengo por mi propia inseguridad. Me quiero quedar en el confort de la tranquilidad de lo que tengo.
No quiero conocer lo que sigue.
No está mal, pero no tiene nada que ver con el amor.
Cuando veo infinitas parejas que sufren por estas cosas, me dicen que hacen todo esto porque no soportarían el dolor de la pérdida, que viven cagándose la vida porque no soportarían vivir durante seis meses el dolor que les ocasionaría no estar más con esa persona.
Casi todos preferimos tratar de ver cómo hacemos para manipular la conducta del otro para que haga lo que nosotros queremos, antes que pasar por el camino de las lágrimas y dar lugar, después de llorar, a que aparezca una persona que sea más afín con mis gustos y principios.
Parece que obtuviéramos más placer en establecer nuestro poder, que en buscar otro que quiera lo que yo quiero.
En un divorcio el duelo significa aprender que la pérdida de este vínculo puede conducir a un encuentro mayor después.
Con mi mejor amigo, mi hermano, mi hijo, mi pareja, lo mejor que me podría pasar es que cada uno de nosotros haga lo que en realidad tiene ganas de hacer y encontrarnos después, posiblemente para compartir aquello que más te gustó y aquello que más me gustó a mí.
Pero para esto hay que soltar.
Hay que dejar de temerle a la pérdida.
En la mesa del café, en la peluquería, en los vestuarios de los clubes, uno escucha una y otra vez comentarios como estos:
"Ah, no! ¿Y si ella sale a tomar algo con un amigo y resulta que el amigo le gusta más que yo? Mejor que no salga con ningún amigo, mejor que no vea a ningún hombre, mejor que use anteojeras por la calle, mejor que nunca salga a la calle."
"¡Ah, no! ¡Y si él sale con sus amigos y se encuentra con otra chica, y si después los dos...? Vaya a saber...mejor lo controlo, mejor lo celo, mejor me le cuelgo encima para que no haya ninguna posibilidad de que me abandone"..Este es un martirio persecutorio y siniestro producto de mi propia dificultad para enfrentarme con la pérdida.
Y digo que lo hago porque te quiero mucho (!!!???)
¡¡¡¡Mentiras!!!!
Esto lo hago porque no he aprendido de verdad a soltar, porque no me di cuenta de que el único camino al crecimiento es elaborar los duelos de las cosas que no tengo; de que el único camino en realidad necesario para mi propio crecimiento es que yo viva mi historia como el pasaporte para lo que sigue.

Si de noche lloras porque el sol no está, las lágrimas te impedirán ver las estrellas.
R. Tagore.

Seguir llorando aquello que no tengo me impide disfrutar esto que tengo ahora.
Aprender a enfrentarse con el tema de la pérdida es aceptar vivir el duelo, saber que aquello que era es aquello que era y que ya no es más o por lo menos que ya no es lo mismo que era.
De hecho nunca es lo mismo.
Decía Heráclito: imposible bañarse dos veces en el mismo río.
Ni el río trae la misma agua ni yo soy el mismo.
Hay una pérdida necesaria.
Cuando me doy cuenta de que algo ha muerto, de que algo está terminado, ese es un buen momento para soltar.
Cuando ya no sirve, cuando ya no cumple, cuando ya no es, es el tiempo de soltar.
Lo que seguro no voy a hacer, si te amo de verdad, es querer retenerte.
Lo que seguro no voy a hacer es tratar de engancharte, si es verdad que te amo.
¿Te amo a vos, o amo la comodidad de que estés al lado mío?
¿Estoy relacionado con vos, individuo, persona?, o estoy relacionado con mi idea de que ya te encontré y no quiero salir a buscar más a nadie.
La verdad es que la pregunta que hago a todos es la que me hago a mí.
Si mañana yo llego a mi casa y mi esposa, después de 26 años de casados, me dice que no me quiere más...¿qué pasa?.Primero dolor, angustia, tristeza y luego más dolor.
Y después las dudas.
Me pregunto:
¿quiero yo seguir viviendo con alguien que no me quiere?
Yo. No ella. Yo ¿quiero seguir?
La quiero enormemente
¿Alcanza? ¿Puedo yo quererla por los dos?
La verdad...que no.
Y la verdad es que esta es la historia: como sé que no puedo determinar que me quieras ni quererte por ambos, entonces...te dejo ir.
No te atrapo, no te agarro, no te aferro, no te aprisiono.
Y no te dejo ir porque no me importe, te dejo ir porque me importa
Pero, Jorge, hay situaciones, momentos, donde una pareja pelea y lucha por el vínculo y después de un tiempo de roces se vuelven a encontrar".
Sí, hay miles de parejas que antes de encontrarse debieron separarse y otras que se separaron y nunca se volvieron a encontrar y hay miles más que no se separaron nunca y vivieron cagándose la vida para siempre, y hay toda la serie de variaciones que se te ocurran.
Pero seguramente el final de la historia de una pareja no pasa por cuánto consiga alguno de los dos mantener prisionero al otro.
Cuando una pareja en problemas viene a consultar a un terapeuta, basta que uno de los dos sienta que se terminó, que no quiere más, que no tiene emoción, que se acabó el deseo, basta que uno sostenga que agotó todos los recursos pero no le pasa nada, basta eso para saber que no hay mucho para rescatar.
Si hay deseo, si se quieren, si se aman, si les importa cada uno del otro, si creen que hay algo que se pueda hacer, aunque no sepan qué, los problemas se pueden resolver (mejor dicho, se pueden intentar)
Pero si para alguno de los dos verdadera y definitivamente se terminó, se terminó para ambos, y no hay nada más que hacer..Por lo menos en esta vuelta de la calesita. Quizás en la próxima te saques la sortija montada en el mismo pony, pero en esta vuelta no hay más premios para repartir.
Y entonces habrá que decirle al que ama:
tengo malas noticias para vos. Lo siento, se terminó.
¿Y ahora?
No lo sé. Seguramente te duela.
Pero te puedo garantizar que no te vas a morir.
Si no te aferras no te vas a morir.
Si no pretendes retener no te vas a morir.
Salvo, como dije, que vos creas que te vas a morir.
Cuentan que había una caravana en el desierto.
Al caer la noche la caravana se detiene.
El muchachito encargado de los camellos se acerca al guía de la caravana y le dice:
- Tenemos un problema, tenemos 20 camellos y 19 cuerdas, así que ¿cómo hacemos?
Él les dice:
- Bueno, los camellos son bastantes bobos, en realidad no son muy lúcidos, así que anda al lado del camello que falta y hace como que lo atas. Él se va a creer que lo estás atando y se va a quedar quieto.
Un poco desconfiado el chico va y hace como que lo ata y el camello en efecto se queda ahí, paradito, como si estuviera atado.
A la mañana siguiente, cuando se levantan, el cuidador cuenta los camellos, y están los veinte.
Los mercaderes cargan todo y la caravana retoma el camino.
Todos los camellos avanzan en fila hacia la ciudad, todos menos uno que queda ahí.
- Jefe, hay un camello que no sigue a la caravana.
- ¿Es el que no ataste ayer porque no tenías soga?
- Sí, ¿Cómo lo sabe?
- No importa. Andá y hace como que lo desatas, porque si no va a seguir creyendo que está atado y si lo sigue creyendo, no empezará a caminar.

Pérdida de un hijo 

La muerte de una persona querida es el suceso más estresante en la cual puedo pensar y entre todas las muertes imaginables la pérdida de un hijo es, a mi entender, la peor. Alrededor de un 20% de los padres que lo vivieron aseguran, diez años después, que nunca llegarán a superarlo del todo. Es que en la muerte de un hijo, al dolor, a la congoja y a la sensación de aniquilamiento afectivo hay que agregarle la vivencia de mutilación. La mayoría de los padres viven este acontecimiento como la pérdida de una parte central de sí mismos y como la destrucción de las perspectivas y esperanzas de futuro. La muerte de un hijo es considerada en todas las culturas un hecho antinatural, una inversión del ciclo biológico normal, y por eso racional y emocionalmente inadmisible. Es clásico mencionar que ni siquiera existe una palabra, equivalente a huérfano o viudo, que nombre a los que penan un hijo muerto. El duelo no sólo va asociado a mecanismos psicológicos, sino que también se producen reacciones biológicas y neurovegetativas. Por ejemplo, se incrementa la producción de catecolaminas, se producen alteraciones en la segregación de la hormona cortisol, que repercuten en los ritmos biológicos; se debilita el sistema inmunológico. Las somatizaciones más comunes son alteraciones del sueño y del apetito, vómitos, mareos, taquicardias y temblor. En el primer año del duelo aumenta el número de consultas al médico. Se incrementa también el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas. Entre las mujeres se incrementa el cáncer de mamas y entre los hombres infecciones y accidentes. El estrés que causa esta pérdida es tan intenso que en algunas estadísticas aparece como causante inmediato de un elevado índice de mortalidad en los primeros años del duelo. A veces las diferencias entre estilos de los hombres y de las mujeres hacen a algunos momentos intrínsecamente difíciles porque: mientras ÉL ve la situación global Ella percibe cada detalle de la realidad. mientras Él piensa qué hacer Ella actúa intuitivamente mientras Él es lógico
Ella se vuelve cada vez más sensible. mientras Él se pelea con el adentro. Ella se enfrenta con el afuera. mientras Él solamente suspira Ella se anima a llorar. Y entonces frente a la muerte de un hijo muchas veces sucede que: Ella necesita hablar sobre la muerte y vuele sobre los detalles. Él se siente incómodo con el tema y preferiría no hablar más sobre el asunto. Ella no consigue empezar a adaptarse a los 18 o 24 meses. Él empieza a acomodar su vida a los seis u ocho meses. Ella siente deseos frecuentes de visitar la tumba. Él prefiere no volver a pisar el cementerio. Ella lee libros, escucha conferencias o asiste a grupos. Él se refugia en el trabajo, su hobby o las tareas de la casa. Ella no tiene prácticamente ningún deseo sexual. Él quiere hacer el amor para buscar un mejor encuentro. Ella sabe que su vida ha cambiado para siempre. Él quisiera que ella vuelva a ser la de antes. Mantener la pareja unida es, pues, todo un desafío. Es importante mantenerse lo más unidos posible, sin asfixiar ni colgarse de la compañía del otro. Es imprescindible aprender a poner en palabras lo que está pasando para ayudarse mutuamente, porque es casi imposible pasar por este dolor y sobrellevar esta situación sin tu pareja.
Algunos problemas más frecuentes entre los padres que han perdido a un hijo son: Sentirse abandonado y o tenido en cuenta. Sentir que la relación de pareja ha pasado a un segundo plano. Estar inhibido para opinar, actuar o proponer por temor a molestar a su pareja. Temor de ser mal interpretado en sus actitudes. Sentir que su cariño por quien ha muerto no es valorado en su justa medida. Sentirse afuera del proceso de duelo de su pareja. Sentir que las etapas felices, alegres y apasionadas de la relación son irrecuperables. Sentirse obligado
a permanecer en la pareja sólo por solidaridad frente al dolor.
Temor a la disolución del vínculo. Culpa frente al supuesto fracaso en la protección de sus hijos. Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera. Necesidad de parecer fuerte. Ideas de que el otro es de alguna manera responsable de la muerte. Sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro. Falta de sincronicidad en los momentos de mayor dolor o las recaídas. Falta de coincidencia en las necesidades sexuales.
Después de enunciar todas estas diferencias y dificultades es fácil entender por qué una de cada cuatro parejas termina separándose. Es necesario decidir desde el comienzo mantener un diálogo que permita sincerar los sentimientos, las fantasías y los miedos de cada uno, para evitar sentirse distanciados o recíprocamente incomprendidos, lo que sumaría al comprensible dolor el riesgo de quedar en soledad en momentos en que la relación de pareja representa el mayor y el mejor apoyo frente a la trágica pérdida. Es imprescindible alejarse todo lo que se pueda de la gente desubicada que quiere "ayudar" en este momento tan difícil. Porque la mayoría de los conocidos o familiares cercanos no tiene ni idea de qué hacer con este tema y dice pavadas porque cree pavadas. Es sorprendente escuchar a los que sostienen por ejemplo que "cuanto más pequeño mejor". Algunos tratan de prorratear el dolor. Por ej., si un niño de diez años muere, nuestro dolor será "x",...si un bebé de un año muere, el dolor deberá ser de "x" dividido 10.
Ridículo. ¿Sería más fácil enterrar a nuestro hijo cuando lo hicimos o un año después? Es una pregunta imposible de responder. No hay mejor tiempo, ni menos dolor. Perder a un hijo es una tragedia terrible pase cuando pase. La mayor parte de los padres asegura que el dolor nunca se va por completo y es muy molesto soportar a los que nos informan que ya deberíamos estar mejor. Algunos se ocupan de acercarnos alguna pastilla o insisten en forzarnos a beber alcohol porque "nos va a hacer bien", lo cual significa una manera de alejarnos del dolor. Pero hay que comparar el dolor con un préstamo.
Debemos devolver el préstamo algún día. Entre más tardemos en hacerlo, más altos serán los intereses y las multas. Nadie tiene mala intencionalidad, pero los que te quieren, que no soportan verte sufrir, son capaces de sugerir para solucionar la amenaza a SU integridad que representa tu dolor: "Que otro hijo es la solución a tu dolor" "Que necesitas olvidar a tu hijo y seguir con tu vida" "Que tenés que sacar las fotos de tu hijo de tu casa" "Que hay que pensar en otras cosas". Lo cierto es que nada saben de lo que nos pasa. Quizás por eso la elaboración de la muerte de un hijo es el evento más solitario y más aislante en la vida de una persona ¿Cómo puede entender alguien que no ha pasado por lo mismo, la profundidad de este dolor? Muchos padres dicen que los amigos se convierten en extraños y muchos extraños se convierten en amigos. Lo mejor para hacer es aceptar la profundidad del dolor como la reacción normal de la experiencia más difícil que una persona puede vivir. Los grupos de apoyo o de autoayuda son un paraíso seguro para que los padres que han perdido un hijo compartan lo más profundo de su pena con otros que han pasado por los mismos sentimientos. Muchos grupos de apoyo están llenos de personas fuertes y comprensivas dedicadas a ayudar a padres que recién sufren la pérdida de su hijo para que encuentren esperanza y paz en sus vidas. En estos grupos los padres aprenden a: A saber que no están enloqueciendo. A sentirse solidarios en un todo con lo sucedido- A aceptar que les pasa lo mismo que a muchos otros A compartir el duelo con autenticidad basado en el amor por su pareja y en el sincero cariño que sentían por quien hoy no está. A permitirse su propio duelo, sin imitar ni comparar el propio dolor con las expectativas del otro. A asumir con responsabilidad la función de contener, apoyar y entender al otro, y aceptar con amor los cambios transitorios y comprensibles que pueden darse en su pareja. A darse cuenta de que si no permiten que el trágico suceso destruya la pareja, terminará por afianzarla.

Pérdida de un embarazo.
"Me hice yo misma la prueba de embarazo y cuando se formó el aro en el medio, yo tomé la primera foto de mi bebé. Aborté dos meses después. No pude creer cuánto se podía extrañar a alguien desconocido. No me parece que lo entienda todavía verdaderamente." La pérdida de un bebé sin nacer es la pérdida de sueños y fantasías hechas.
Muchas veces esta pérdida y este sufrimiento duran más que la pérdida de alguien al que has conocido. Dejar salir esta pena es la clave de cómo manejar este trauma emocional después de una pérdida de embarazo. Nunca hay un tiempo límite para completar las etapas del duelo pero en el caso de un aborto espontáneo temprano, la diferencia la aporta no sólo el tiempo de elaboración más variable, sino una constante: el proceso es muy solitario. El médico obstetra a veces no es el mejor consejero. Un obstetra poco humanitario puede sentir, cuando se pierde un embarazo, que no hay nada para hacer con esta paciente hasta su nueva preñez y retirarse para aliviar su propio dolor e impotencia Desgraciadamente la comunidad médica tiene poco conocimiento sobre algunos abortos espontáneos; una mujer puede que nunca tenga las respuestas a sus preguntas producidas por su experiencia. En vez de eso, ella queda con la incertidumbre de no saber por qué  sucedió, ni entender cómo, y seguir preguntándose "¿Y...la próxima vez?". Y recuerdo ahora una frase que encontré hace años en los labios de una mujer que había perdido a su hijo de 42 años en un accidente de trenes. "Sólo hay una cosa que me puedo imaginar más terrible que la muerte de mi hijo No haberlo siquiera
conocido." Para terminar esa sesión le regalé a cambio, este viejo cuento que amo: Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto. Desde la muerte y durante años no podía dormir.
Lloraba y lloraba hasta que amanecía. Un día, cuenta el cuento, aparece un ángel en su sueño. Le dice: - Basta ya. - Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más. El ángel le dice: -¿Lo quieres ver? Entonces lo agarra de la mano y los sube al cielo. - Ahora lo vas a ver, quedate acá. Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos. El hombre dice: -¿Quiénes son? Y el ángel responde: - Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros... - ¿Mi hijo está entre ellos? -Sí, ahora lo vas a ver. Y pasan cientos y cientos de niños. – Ahí viene -avisa el ángel. Y el hombre lo ve. radiante como lo recordaba. Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él. Él lo abraza con fuerza y le dice: - Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás? - Sí, claro papá, cada
mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabés lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.

OTROS DUELOS

No siempre las pérdidas que padecemos y lamentamos están relacionadas con otra persona. Muchas veces la inquietud aparece frente a la sola idea de que mi propio bienestar está amenazado. En este capítulo quiero mostrar que un duelo ni siquiera se refiere necesariamente a una muerte. Se puede y se debe, por ejemplo, hacer un duelo por la pérdida de la juventud, de la salud, de las perspectivas, de las posesiones.. Vejez. El temor a envejecer. El ser humano ha nacido capacitado para vivir todas las edades, con sus experiencias propias y especiales. desde el día de nacimiento hasta que envejecemos, podemos escoger el intento de vivir con alegría o predestinados a ser desgraciados. Una pérdida se actualiza por la imagen interna de algo que ya no está, aunque lo perdido se haya desvanecido casi sin saberse. Un día notamos que aquella juventud maravillosa que tuvimos ha desaparecido (aviso: desaparece igual aunque no haya sido maravillosa) "Todo empezó un día como otro cualquiera en el que iba por la calle y de repente un adolescente me preguntó la hora. Me dijo simplemente: - ¿Tiene hora, señor? A mí. ¡Me dijo...SEÑOR!...¡a mí! ¡Pendejo insolente! ...Y lo peor es que hace de esto 15 años."
A partir de momentos como este nuestra vida sufre una crisis de identidad porque no habíamos pensado jamás que nos creíamos mucho más jóvenes que nuestro aspecto. Nos da la sensación de que la primera etapa de nuestra vida ha sido filmada en cámara lenta y ahora parece que el director estuviera apurado para terminar de filmar. Y eso que nosotros tenemos una ventaja sobre nuestros padres y abuelos. Esta, nuestra generación, ha crecido con oportunidades que ellos no tenían.
No hablemos de cirugías y tratamientos "antiaging"; hablemos de la inserción social, de confort y de expectativas de vida.
Cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con intensidad. Hasta no hace mucho tiempo pensábamos que el hecho de cumplir 40 años marcaba un punto de no retorno en nuestras vidas. Repetíamos, sin saber lo que decíamos, que lo que no se hace hasta los 40, después... Ahora, pasados los 50, no creo que sea así para nada. Dice una vieja canción celta: Nunca me preocupé por la edad. Y ahora menos. Lo único que lamento es lo rápido que ha sucedido todo. Las crisis se suceden unas tras otras: nuestros hijos mayores nos vienen a agobiar con sus problemas o simplemente nos abandonan, nuestros hombres probablemente empiezan a fijarse en otras mujeres más deseables y bonitas, y nuestras mujeres probablemente dejan de parecernos deseables y bonitas. No nos da miedo envejecer, solamente NOS MOLESTA. Para no decir que nuestras mujeres también empiezan a encontrar hombres más jóvenes y deseables. Aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, nos cuelga la piel en los brazos y el abdomen irrumpe hacia afuera desagradablemente. Pero no todo es malo, pensemos en lo ganado: experiencia, presencia, libertad, intelectualidad, sensatez. Cualidades que deberemos tener muy en cuenta antes de declararnos deprimidos al comprobar en cada cumpleaños cómo la fatídica cifra de nuestra edad se acerca peligrosamente a los tres dígitos. Los cuarenta tienen algo de simbólico. De algún modo injusto parecen marcar la mitad de nuestra existencia. Ya que la mayoría de las personas no espera vivir más de ochenta años, los cuarenta son el punto de inflexión. Comenzamos a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es el período de la meditación, del reencuentro con nuestro interior. A esto se suma que, en nuestro entorno, nuestros conocidos también maduran y algunos (lamentablemente no tan mayores que nosotros) literalmente envejecen con una velocidad que nos asombra. De hecho los vemos y al llegar a casa comentamos: - La vi a Fulanita...está destruida, arruinada, le agarró el viejazo, ¿estará enferma? Y en silencio rogamos que se trate de algún problema de salud para no imaginar que ella debe estar diciendo lo mismo de nosotros al llegar a su casa. Y a veces los amigos tienen el mal gusto de morirse (a esta edad tan inadecuada) confrontándonos con la realidad de una muerte no necesariamente cercana pero sí más posible, o por lo menos más pensable. Así nuestros años maduros nos sumergen en el mundo de duelos que nos provocan dolor e inquietud. Si tenés más de cuarenta años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer (perdón, quise decir madurar), te propongo seis medidas negativas para hacer más positiva tu experiencia:
1.. No juzgues tus nuevas limitaciones como un síntoma de debilidad
2.. No dudes en relacionarte con gente, estar acompañado, expresarte libremente.
3.. No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte
4.. No trates de ser lo que no sos.
5.. No le pongas frenos a tu vida y dejala fluir.
6.. No tengas prejuicios ni acumules rencores.

Pero ¿qué es envejecer? El drama de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven. OSCAR WILDE. Algunos de los signos más notables del envejecimiento normal en los humanos son: la disminución de la fuerza de los músculos, el deterioro de la habilidad del sistema inmunitario para responder a las enfermedades, la pérdida de la densidad de los huesos, la caída del pelo, las arrugas y la disminución de algunas funciones psíquicas complejas. Fenómeno Hayflick y factor tiempo:
Envejecer no es una enfermedad, es el efecto de la senescencia que ocurriría aunque todas las enfermedades desaparecieran de la Tierra. La senescencia empieza un poco después de la pubertad con pequeños cambios, como el depósito de placas de ateroma en las arterias mayores y se va instalando en mayor magnitud a medida que transcurre el tiempo. El doctor Hayflick encontró que el envejecimiento está programado dado que cada célula tiene normalmente un límite a priori en su potencial de crecimiento y división. Hayflick llamó a eso el Efecto Reloj y demostró que el número de células que son capaces de duplicarse es inversamente proporcional al tiempo vivido por un organismo (a más edad menos duplicación). La llegada a este límite es el principal cambio del proceso de senscencia y el causante del aumento de la susceptibilidad a ciertas enfermedades y la disminución de la capacidad homeostática (la habilidad del cuerpo para acomodar pequeñas distorsiones fisiológicas o daños en el cuerpo). Las células "scenescent" (no tan jóvenes) paran de dividirse y no funcionan en plenitud,.desciende su síntesis de ADN y ARN y disminuye su capacidad para aceptar nutrientes. La cantidad de células "scenescent" contribuye a disminuir la función del organismo total. La teoría de los radicales libres: Otra teoría dice que los cambios celulares se deben al proceso de convertir oxígeno en energía.
En este proceso se producen moléculas llamadas radicales libres que en cantidades normales ayudan a mantener el cuerpo saludable, pero en grandes cantidades resultan dañosas para las células. Esto se llama reacción oxidativa. Cancelando este proceso actuarían los medicamentos y alimentos antioxidantes como las moras, las frutillas, las espinacas y la vitamina E. El envejecimiento es una de las pocas características que nos
unifican y definen a todos en nuestro mundo pleno de diversidad y tan cambiante. Todos estamos envejeciendo.
Tengamos 25 o 65 años de edad, 10 o 110, también estamos envejeciendo y esto significa que estamos vivos y es motivo de celebración. Uno de los principales logros de todos los tiempos es el aumento de la expectativa de vida del ser humano conseguida en el curso de estos últimos cien años. En el siglo XX, la expectativa media de vida en los países desarrollados ha aumentado de unos 47 años a más de 75 años. El promedio de edad de la población en los países desarrollados aumenta a un ritmo sin precedentes y esta tendencia se observa en la mayoría de los países en desarrollo, a pesar de haber comenzado más tarde. La expectativa de vida para los que nacen hoy es de más de 82 años. (Aunque todavía nos falte mucho pata el límite natural de nuestras vidas, que según los gerontólogos está alrededor de los 120 años). Al acercarnos al siglo XXI, la tendencia mundial a la disminución de la fecundidad y a la prolongación de la esperanza de vida ha dado al fenómeno del envejecimiento de la población una importancia sin precedentes. El envejecimiento poblacional ha sido asociado habitualmente con los países más industrializados de Europa y América del Norte, donde una quinta parte o más de la población tiene más de 60 años. Sin embargo, entre nosotros, para el año 2020 la población latinoamericana mayor de 60 años sumará 82 millones de personas. Más allá del envejecimiento "biológico" del que hemos hablado existe también un envejecimiento "social", que se refiere al papel que impone la sociedad a la persona que envejece. En este último están involucrados todos los prejuicios que la sociedad manifiesta con relación a los ancianos. Ambos tipos de envejecimiento son responsables de los problemas que aquejan a las personas de edad avanzada. En nuestras sociedades, frente al envejecimiento tenemos prejuicios y caracterizamos a las personas ancianas como pasivas, crónicamente enfermas, sin deseos sexuales o con necesidad desmedida de atención y de cuidados constantes, estigmatizando a los ancianos y condenándolos a la marginalidad social. Sin embargo la mayoría de las personas no manifiesta alteraciones que influyen marcadamente en su funcionamiento físico, intelectual o social hasta que pasan los 70 años. A pesar de que al aumentar la edad los procesos motores, cognoscitivos y sensoriales se hacen más lentos, la motivación y la práctica permiten superar esas desventajas y hacen que las personas de edad se desempeñen con eficiencia. Las personas en edad avanzada mantienen sus capacidades de desarrollo; el adulto mayor saludable y activo es un recurso para la familia y la sociedad. La vejez es cada vez menos sinónimo de dependencia; a pesar de que el riesgo de enfermedad crónica y de discapacidad se incrementa con la edad, solamente una de cada cinco personas en la edad de 70 años presenta alguna discapacidad funcional importante.
Respecto de que la sexualidad es cosa de la juventud, nada está más lejos de la verdad. Después de los 60 años existen por supuesto deseos y fantasías. Lo que cambia en todo caso son las formas y los valores. En esta época de la vida, la sexualidad se asocia más que antes al contacto y a la compañía. Nuestra sociedad nos hizo creer que la sexualidad es genitalidad, pero no abrazos, compañía, caricias. La sexualidad sigue tan viva como antes y en todo caso ha madurado. Según José Fernando, "se ha descubierto que la sexualidad muere un día después de que lo entierren a uno". Nuestras correspondientes políticas de asistencia social no coinciden con las realidades actuales ni con los probables escenarios del siglo XXI. Desarrollar una cultura donde el envejecimiento y la vejez sean considerados como símbolos de experiencia, sabiduría y respeto, y contribuir al fortalecimiento de la solidaridad y al apoyo mutuo entre generaciones, constituye también un reto en nuestra sociedad:.eliminar la discriminación y la segregación por motivos de edad.
Según el actual paradigma de la vejez, los hijos se vuelven tarde o temprano padres de sus padres: consideran la vejez como una etapa "dependiente" de la vida. Yo opino que los hijos son hijos y lo serán siempre; trastocar ese orden conlleva una imagen de venganza o en el mejor de los casos de pago de deuda que contraría el verdadero significado del amor. Envejecer es amargo. Ignacio Quintana dice: "...El hombre que envejece con amargura, crece en odios y en resentimientos. Sus arterias se envenenan, mortifican el cerebro y producen la metamorfosis de la sangre en bilis. Colapsa el aparato circulatorio, detenido por su pesadez. Momifica el cuerpo, degrada la visión, paraliza las manos. La amargura es Tánatos. Tánatos es la muerte y la tragedia. "En la antigüedad, los viejos que no eran respetables eran expulsados en una nave para que murieran en el mar.
Para alejarlos y permitir la tranquilidad de la polis griega. "El viejo amargo reprime la violencia y la transforma en odio social, en quejas vindicativas, en reclamos de supuestas injusticias. A veces se compensan con mecanismos de falta de grandeza, de falsa virtud, megalomanía e indignación reprimida. No existe otro fenómeno que contenga tanta fuerza destructora reprimida como la del viejo que exterioriza la maldad bajo el  disfraz de la virtud con su patética necesidad de reconocimiento, cargos públicos y condecoraciones afeado aun por una fatua afirmación del yo..." Y digo yo: ¡¡¡un viejo de mierda!!!
Envejecimiento fecundo. El dulce envejecimiento consiste en llevar una vida productiva y sana dentro de la familia, la sociedad y la economía. La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona, cualquiera sea su edad, para mantenerse involucrada en actividades productivas. Una política cultural evolucionada debe alentar la actividad social y política de las personas de edad, reconociendo el valor de su contribución social. La vejez no depende de la suma de una cantidad de años sino de la calidad de vida que hayamos tenido a nivel biopsicosocial como seres integrales que somos. No es la sociedad, ni la herencia, ni el medio ambiente; no son los mitos sobre el envejecimiento ni los estereotipos de la vejez los que marcan por sí solos el estilo de vida que tengamos en esta última etapa. Cada uno de nosotros es responsable de su propio envejecimiento. Hay dos situaciones tristísimas y lamentables: un viejo que se cree joven y un viejo que se cree muerto. En cambio hay una tercera que me parece estupenda: un viejo que sume la segunda parte de su vida con tanto coraje como la primera. Un día a los cuarenta años pensé: en el fondo del espejo me espía la vejez, es incansable, al final me atrapará. Me he debatido contra las etiquetas, pero no he podido evitar que los años me aprisionen. He vivido tendida sobre el provenir y ahora, recapitulando el pasado, diría que el presente me ha sido escamoteado. Elena Jabif. El duelo por la salud perdida. Freud afirma que el deseo de vivir procura imponerse a los deseos de muerte. La enfermedad produce sentimientos de peligro. Al lado del envejecimiento aparece un desamparo impensable, aquel que surge cuando la ilusión de ser inmortal pierde certeza.
Sófocles pinta a Edipo en el final de la tragedia con una vida vagabunda, miserable y ciego, y le dice al lector: Tened piedad del pobre fantasma de Edipo pues ese viejo cuerpo ya no es él.
Elizabeth Kübler-Ross dice que frente a la noticia del diagnóstico firme de una enfermedad grave suceden muchas cosas que ella genialmente tradujo en un inflexible modelo de cinco etapas:
Negación Ira Negociación Depresión Aceptación.
1. Negación: cuando una persona se entera de que sufre una enfermedad su primera reacción es un mecanismo de defensa que ante la evidencia nos hace decir "no, no puede ser, no quiero"; la persona se convence de que ha habido errores en los resultados de laboratorios o radiografías y que cambiando de médico puede obtener otra respuesta. La negación es un mecanismo normal que nos ha acompañado a lo largo de toda nuestra vida en relación al tema de la muerte y hasta se hace necesaria para asumir algunos riesgos. La negación permite una tregua entre la psiquis y la realidad, le otorga el tiempo al individuo para pensar su futuro de manera más distanciada, buscando la adaptación del evento que ha asaltado su realidad abruptamente. Es un verdadero intento de amortiguación del efecto de la noticia.
2. Ira: cuando el enfermo acepta por fin la realidad se rebela contra ella y nace la pregunta ¿por qué yo? La envidia comienza a corroer el alma (que injusto es que me haya tocado a mí) y los deseos de tener la vida de los demás inundan de ira todo su alrededor (nada está bien, nada me conforma)..Todo lo que ve le produce un agudo dolor, recordar su condición lo inunda de odio y rencor. Su autoestima está atropellada por no ser el elegido para permanecer con vida. Los enfermos en esta etapa necesitan expresar su rabia y hasta que no lo hacen no consiguen librarse de ella.
3. Negociación: aparece una tentativa por negociar el tiempo, se intenta hacer un trato con la vida, con Dios, con el diablo...aunque la realidad le indique que para eso es demasiado tarde (el eterno fumador promete no fumar nunca más). Se trata de alguna manera de una conducta regresiva, pidiendo tiempo a cambio de buena conducta. La gran mayoría de estos pactos son secretos y sólo quienes los hacen tienen conciencia de ello.
4. Depresión: cuando se tiene la conciencia de que todos los pasos anteriores fracasan ante el desarrollo de la enfermedad aparece la anticipación catastrófica (muchas veces exagerada) de la decadencia física, de la imposibilidad de trabajar, de los problemas económicos y familiares sumada a la sensación de inutilidad y la fantasía de llegar a constituir una carga innecesaria, todo provoca un estado natural de tristeza. La pena es producto de lo ya perdido, pero también un proceso de preparación ante la propia posibilidad de muerte. En esta etapa, más aun que en otras, es imprescindible para el enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de esconder su dolor. 
5. Aceptación: requiere que la persona haya tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La persona ha trabajado con la muerte a través de la ansiedad y la cólera y ha resuelto sus asuntos incompletos. A esta etapa se llega muy débil, cansado y en cierto sentido anestesiado afectivamente. En la etapa anterior ha luchado para capturar primero y desprenderse después del mundo y de las personas, ahora prefiere estar solo,  preparándose para su futuro en un proceso de evaluación y balance de su vida que casi siempre adquiere la forma de una experiencia privada y personal. en los casos de enfermedades terminales el paciente que acepta de alguna manera renuncia a lo anterior y comienza su despedida en paz y armonía. En esta etapa no hay ni felicidad, ni dolor, sólo paz. El dolor en todo caso está en quienes rodean al enfermo que también deben adaptarse a que éste sólo desee el silencio para terminar sus días en paz consigo mismo y con el mundo. Si bien no hay evidencia que indique que todas las personas atraviesan estas etapas o que haya un movimiento secuencial de una etapa a otra, es indudable que como recorrido se parece mucho a las cosas que a la mayoría de los pacientes con diagnósticos graves les ha pasado o le está pasando. Este es un modelo flexible fluido que sirve para ayudar al paciente, su familia y sus seres queridos a comprender lo que está sucediendo y darle fortaleza al enfermo. En una enfermedad grave las etapas descriptas por Kübler-Ross se corresponden con los momentos clásicos de la evolución clínica: prediagnóstico, diagnóstico, etapa aguda, cronicidad y resolución (recuperación o muerte) La antepenúltima etapa es con mucho la más importante en este tiempo, tanto por el acortamiento de las anteriores como por la prolongación de la enfermedad misma (por ej.las personas viven por años después de ser diagnosticadas con cáncer y muchas veces mueren por otras causas que nada tiene que ver con aquel diagnóstico).

Algo más sobre los duelos.
Detrás de cada cambio importante hay una pérdida para elaborar, aún detrás de aquellos que implican modificaciones "positivas", por llamarlas de alguna manera. Para decirlo una vez más Cada vez que algo llega, desplaza lo anterior, que de ja de ser. Así como Cada vez que algo se va, deja lugar a lo que sigue. Cambios (pérdidas o desarrollo)de propósitos y futuro. Cambios (agregado o disminución) en el patrimonio personal o el modo de vida.
Cambios en lugar de residencia (de progreso o de involución)
Cambios laborales (incluidos los ascensos y cambios de destino)
Cambios en las relaciones y vínculos (amigos, parientes, casamientos, enamoramientos) Cambios en las posturas ideológicas, religiosas o filosóficas.
Cambios en la salud (deterioro y aun sanación de enfermedades). Todos estos procesos y la infinita nómina que cada uno podría agregar suponen pequeñas o grandes muertes que no debemos subestimar y que implican una despedida y una elaboración.
Cada día que empieza es en realidad la historia de la pérdida de mi día anterior, porque no soy el que era ayer. Yo, Jorge Bucay, no soy el Jorge Bucay que era ayer y sé que mañana no voy a ser el de hoy. Pero si lo pienso así...¡¡¡Me condeno a vivir de.duelo!!! Para muchos autores el dormir y el soñar son en última instancia el espacio humano para vivir estos pequeños duelos cotidianos. Si quiero pensarlo así, me desprendo durante la noche de lo que dejo atrás y me despierto cada día con la ganancia que me dejó el día que pasó y la perspectiva novedosa del día que comienza. Yo puedo pensar en esto o hacerme el distraído. Puedo darme cuenta de que nos soy (y es cierto que no soy) el Jorge Bucay de hace diez años. No lo soy, afortunada y lamentablemente las fotos lo demuestran. ¿Este Jorge es mejor que de antes? ¿Me gusta más o menos? ¿¿Está más maduro o simplemente se pudrió?? Este no es el punto en cuestión. Seguramente hay un cambio. Haber dejado de ser aquel que era es causa y efecto de ser este que soy. Y este que soy es aquel más este, hay una ganancia en el camino. Y es importante registrar qué ganancia es el resultado de aquella pérdida Pero para esto tengo que poder soltar. Aferrado al recuerdo de mantener y sostener aquello que yo era, entonces no va a haber ninguna posibilidad de ganar y quizás ni siquiera de llegar a ser.

AYUDAR A OTROS A RECORRER EL CAMINO

El simple hecho de preguntar amorosamente a alguien que vive un duelo por una pérdida "¿qué pasó?", o el acercarse a quien acaba de perder a un ser querido para pedirle sin morbosidad que nos cuente cómo fue, permite al que está dolido revivir su experiencia y con ello facilita la integración de la pérdida aunque obviamente le sea muy doloroso contestar. Los amigos, familiares lejanos y vecinos que preguntan por ello con genuino interés y se quedan al lado del que vive la pérdida ayudan a dejar parte de la pesada carga de dolor y angustia para recorrer el camino de las lágrimas más liviano. Escuchar, acompañar, preguntar, estar...acciones que ayudan en el duelo. ¿Qué es ayudar en un duelo? El procedimiento es muy semejante al que el médico o la enfermera realizan cuando se limpia una herida: descubrir, higienizar, sacar restos inútiles de tejidos destruidos, ayudar a la cicatrización. Duele enormemente, sobre todo al principio, pero poco a poco disminuye el dolor y se aleja el riesgo de una complicación gracias al proceso de curación. El proceso de asistencia consiste en ayudar a los que elaboran un duelo para que puedan: 1.. aceptar la pérdida. 2.. expresar libremente el dolor propio de la aflicción. 3.. reubicarse sin el difunto. 4.. resituar emocionalmente al difunto en la vida del que se queda. Con este capítulo no pretendo forzarte a que quieras estar con tu amigo que llora una pérdida, lo que sí pretendo aportar son algunos datos probadamente útiles para que, si estás decidido a acompañarlo, tu ayuda sea más eficaz.
Si bien voy a referirme especialmente al duelo por la muerte de un ser querido, la mayoría de las pautas explicitadas abajo se corresponden absolutamente con las vivencias de quienes elaboran duelos por otro tipo de pérdidas (afectivas, materiales o espirituales). Creo que es importante empezar por saber que el duelo no es una enfermedad en sí mismo. Sin embargo, a pesar de esta certeza, podemos observar los siguientes datos: 90% de las personas sufren trastornos del sueño durante el duelo, 50% padecen seudoalucinaciones auditivas o visuales, 35% dicen tener algunos síntomas similares a los que condujeron al fallecido a su muerte, 10% de los parientes más cercanos y amigos íntimos enferman gravemente durante el primer año de duelo. Los suicidios y las muertes por accidentes son 14 veces más frecuentes entre los que han sufrido en el último año la pérdida de un ser querido que en la población general. Todos los que atraviesan un cambio importante están obligados, a pesar de sus turbulentas emociones, a adaptarse en varios niveles, reorganizando los sistemas de comunicación con el mundo (ya no está el otro para hacerlo), ajustando las reglas al funcionamiento del sistema (nada es igual, todo ha cambiado) y redistribuyendo los roles que antes estaban asignados de una manera ahora impracticable (de algunos me haré cargo personalmente y de otros deberá ocuparse alguien más), como condición para entrar en algún momento a la nueva realidad (la vida "sin"). Estos datos por sí solos nos obliga a darnos cuenta de cuán necesarios somos para nuestros amigos que se encuentran elaborando un duelo.. Si bien la mejor herramienta para esta ayuda es el amor, cuánto mejor será nuestra presencia y acompañamiento si además de nuestros sentimientos y cuidados, fuéramos capaces de aportar la comprensión adicional que nos da tener algún conocimiento de lo que está sucediendo dentro del que pena y alguna herramientas para aliviar su dolor. Para poder acompañar saludablemente a un familiar o amigo que ha perdido algo o a alguien valioso es posible hacer muchas cosas, pero es necesario dejar de hacer algunas otras.

Transcribo aquí abajo una pequeña lista incompleta de algunas premisas importantes

Tener en cuenta las actitudes que no ayudan.
1.. No le digas que lo comprendes si no pasaste por una situación similar.
2.. No hagas lo que hace la gente "porque es lo que se acostumbra"
3.. Decidite ayudar hasta donde tu corazón te pida y no hasta donde tu cabeza te exija. Nunca hagas lo que no querés hacer.
4.. No intentes buscar una justificación a lo que ha ocurrido.
5.. No te empeñes en animarlo ni tranquilizarlo, posiblemente lo.que más necesita el otro es que lo escuches. 6.. No le quites importancia a lo que ha sucedido hablándole de lo que todavía le queda.
7.. No intentes hacerle ver las ventajas de una nueva etapa en su vida. No es el momento.
8.. Evita las frases hechas.
La incomodidad nos mueve a recurrir a expresiones que no ayudan para nada: "Tenés que olvidar" "Fue mejor así" "Dejó de sufrir" "El tiempo todo lo cura" "Mantenete fuerte por los niños" "Es la voluntad de Dios" "Es la ley de la vida" Dejar que se desahogue. Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia o el miedo frente a la muerte de un ser querido es el mejor camino que existe para cerrar y curar la herida por la pérdida. Estás equivocado si pensas que dejarlo llorar no sirve más que para añadir dolor al dolor. Estás equivocado si creés que ayudar a
alguien que sufre es distraerlo de su pesar. Es mediante la actualización y la expresión de los sentimientos que la persona en duelo se puede sentir aliviada y liberada. No temas nombrar y hablar de la persona fallecida por miedo a que se emocione. Si llora, no tenés que decir o hacer nada en especial, lo que más necesita en esos momentos es tu presencia, tu cercanía, tu compañía y tu afecto. Tampoco temas llorar o emocionarte con su llanto. No hay nada de malo en mostrar tu pena, en mostrar que a vos también te afecta lo que ha pasado, en mostrar que te duele ver a tu amigo o familiar en esa situación. Lo que más necesita el que está de duelo, por lo menos en estos momentos, es una oreja para poder hablar, un espacio para sentirse débil y un hombro para llorar. Esta es quizás la premisa más importante para recorrer el camino de las lágrimas con un ser querido: NUNCA interrumpas la expresión del dolor. Mucha gente corta intencionalmente las expresiones emocionales del otro con una supuesta intención de protegerlo de su sufrimiento pero ocultando (a veces sin siquiera saberlo) la verdadera intención: protegerse de sus propias emociones dolorosas.
Hablar del ser querido que ha muerto. Es imprescindible, cuando estamos cerca, permitirle al que está de duelo que hable todo el tiempo y todas las veces que lo necesite del difunto y participar con naturalidad de ese diálogo. Una pareja de padres que atendí una vez decía: "Los parientes y los amigos rehuyen hablar o pronunciar el nombre de nuestra hija. Desvían la conversación hacia cualquier otro tema. Tal vez tengan miedo.de alterarnos o hacernos llorar. quizás creen que la muerte de un hijo es contagiosa. Pero ¿qué pretenden, que la olvidemos, que no lloremos más? Hay que animarse a compartir con tu amigo los recuerdos de la persona fallecida (ver fotos, contar anécdotas...) Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer para sanar su herida. Procurar el tiempo necesario para el duelo. Si no sabés qué decir, no digas nada. Escucha, estate presente, sin pensar que tenés que  dar consejos constantemente o estar levantando el ánimo. No palmees su espalda mientras le decís que tiene que sobreponerse, ya lo hará a su tiempo. El principio del camino de las lágrimas suele ser muy acompañado, pero a poco de andar la mayoría de los que se acercaron y prometieron seguir han desertado. El contacto puede mantenerse de muchas maneras.
Una visita, un café, un paseo, una carta, un e-mail o una llamada telefónica pueden romper su soledad y recordarle al ser querido que allí estamos. Las fiestas y los aniversarios son momentos particularmente dolorosos en los que suele ser muy importante estar cerca de la persona en duelo. Uno de los reclamos que silenciosamente hacen aquellos que elaboran un duelo es: "¿Dónde está ahora, un año después, todos lo que se ofrecieron acompañarme?". Colaborar en las tareas. Si no sabés qué hacer, pensá en cómo podrías colaborar en algunas tareas cotidianas. la ayuda en el papeleo puede ser la mejor manera de dar una mano en los primeros momentos. La más desacreditada de las ayudas y una de las más importantes es ayudar a estableces y llevar adelante los rituales funerarios (entierro, velatorio, avisos fúnebres), porque en momentos difíciles los ritos son importantes. Este es unos de los roles que sólo los amigos del corazón se atreven a desempeñar. Todas las sociedades han desarrollado rituales (costumbres o ceremonias) alrededor de la muerte de un ser querido. Los ritos cambian de cultura en cultura y de tiempo en tiempo, pero su sentido es siempre el mismo: cumplir por lo menos con cinco importantes funciones: 1.. Preservar a los supervivientes y ayudarlos a enfrentarse a la muerte. 2.. Mostrar la realidad de la pérdida y la expresión pública del dolor de los familiares y amigos. 3.. Hacer conocer la pérdida al grupo social y permitir la expresión de solidaridad y apoyo. 4.. Despedirse del muero. 5.. Reconfirmar que el grupo continúa viviendo, celebrando el triunfo de la vida. La ayuda terapéutica. Las intervenciones psicoterapéuticas para el duelo son variadas e incluyen terapia individual y de grupo. Sabemos que los métodos que fueron efectivos en el tratamiento de duelos muy complejos difieren  de los necesarios para los menos complejos; sin embargo la lista de estos métodos de tratamientos más usados y efectivos, según las encuestas mundiales en los últimos cinco años, incluyen:
a.. Grupos de ayuda mutua autogestionados.
b.. Psicoterapia dinámica de tiempo limitado.
c.. Intervención de comportamiento cognitivo.
d.. Tratamiento farmacológico con terapia de apoyo.
e.. Desensibilización progresiva del trauma
f.. Talleres y laboratorios temáticos gestálticos.
La gran mayoría de los duelos transcurren sin complicaciones (duelos normales) y se completan saludablemente dentro de un tiempo razonable sin intervención externa. El apoyo de los grupos sociales, familiares y amigos, así como el aporte de personas calificadas o profesionales entrenados puede, de todas formas, ayudar a mejorar la calidad del proceso de duelo. Las metas de orientación para la ayuda descritas por Worden son diez:
1.. ayudar a la persona en duelo a aceptar la pérdida, invitándola a hablar acerca de ella y de las circunstancias que la rodearon.
2.. ayudar a identificar los sentimientos relacionados con la pérdida (rabia, culpa, ansiedad, tristeza), no criticando su presencia, más bien avalando su expresión.
3.. ayudar a vivir sin el fallecido y a tomar sus propias decisiones.
4.. ayudar a independizarse emocionalmente del fallecido y establecer relaciones nuevas.
5.. ayudar a enfocar su duelo en situaciones especiales como cumpleaños y aniversarios.
6.. "autorizar" la tristeza dejando saber que es lo apropiado e informando de las diferencias individuales de este proceso.
7.. dar apoyo continuo, incondicional y sin límite de tiempo.
8.. ayudar a la persona a entender su propio comportamiento y su estilo de duelo.
9.. identificar problemas irresueltos y eventualmente sugerir ayuda profesional.
10.. escuchar...comprender...escuchar...comprender...escuchar ...y comprender.

Psicoterapia profesional.
La terapia es indicación casi obligada en personas que manifiestan un duelo complejo y anormal. Porque cuando un paciente se queda estancado en el lugar del duelo y no puede salir durante un pequeño tiempo, él mismo empieza a sentir que no puede hacer nada para salirse de donde está trabado.
Ni siquiera puede, pobre, escuchar a quien lo quiere ayudar y esta última frase nos conecta con la paradoja.
Es una persona que necesita ayuda para poder recibir ayuda.
La meta de la terapia en estos pacientes, tanto en individual como en grupo, es identificar y resolver los conflictos de separación que interfieren en la culminación del proceso de duelo.
Más que en ningún otro caso es importante establecer un contrato terapéutico claro para definir tiempo necesario, costo, expectativas y enfoques.
Si el paciente se queja de problemas físicos, es imprescindible antes de iniciar un tratamiento descartar cualquier enfermedad.
La terapia de duelo requiere hablar acerca de la persona fallecida y reconocer si hay emociones mínimas o exageradas alrededor de la pérdida. Una descripción persistente e idealizada de la persona fallecida puede indicar la presencia de sentimientos ambivalentes de rabia. La terapia puede ayudar a la persona a ver que la culpa, rabia u otros sentimientos "negativos" pueden estar interfiriendo en otros más positivos y viceversa.
También puede suceder que las complicaciones en el proceso se deban a algún duelo anterior mal resuelto. El duelo relacionado a estas pérdidas anteriores debe ser manejado apropiadamente para poder resolverlo satisfactoriamente.
La terapia de duelo incluye el lidiar con la resistencia al proceso de duelo, identificar los asuntos pendientes con el fallecido e identificar y acomodar pérdidas secundarias como resultado del fallecimiento.
Por último el doliente debe ser ayudado a aceptar la condición irreversible de la pérdida y visualizar lo que será su vida después de terminar de recorrer el húmedo camino de las lágrimas.
A pesar de resistirme ideológicamente a que sea tomado como norma y menos aún de primera instancia, a veces la medicación terapéutica abre una puerta por donde poder entrar para poder ayudar.
Pero atención: La medicación es un parche, no soluciona nada...Nada.
Nadie pasa del duelo tomando antidepresivos. Nadie.
Lo único que la medicación puede hacer es abrir la puerta. Y a veces hace falta. Solo a veces...
La mejor droga es sin lugar a dudas la presencia sostenida de quienes amorosamente deciden acompañar al que pena hasta el final de este camino.
Y de todas maneras, de ellos se reciben no sólo las "buenas palabras" sino también, muchas veces, "las malas
bienintencionadas acciones".

Las buenas palabras son, por ejemplo:
Respeto,
Permiso,
Compañía,
Sostén,
Ayuda,
Facilitamiento,
Propuesta,
Presencia.
Y las "malas" acciones podrían ser:
Forzar,
Empujar,
Manipular,
Salvar,
Interrumpir,
Olvidar,
Invadir,
Apurar.

Aceptemos que puede haber alguien que está muy triste, con mucho dolor, y que con sinceridad no quiere por ahora que lo ayudes a salirse de ese lugar.
Hay que tener mucho cuidado, hay que ser muy respetuoso.
A veces es muy difícil saber si estás molestando o estás ayudando
Sumándose al duelo, los manejos de los padres y otros familiares o de algunos amigos (pocos amigos) determinan, a nivel social, una presión culposa a veces más insoportable que el dolor de la misma pérdida.
Me parece bueno acercarse y me parece bien proponer; pero estoy seguro de que hay que evitar los "hacelo por mí".
A veces escucho, por ejemplo:
"Tenés que salir, porque tenés familia...
porque tus hijos...
porque tu esposo...
porque fulano...
porque mengano...
Y yo digo, puede que sea una buena idea recordarle que hay otras cosas, pero no lo es forzar una actuación y menos desde la culpa, porque a veces, como dijimos, hay que preguntarse sinceramente si lo que estoy queriendo es ayudarte a salir por vos o estoy queriendo que vos salgas de tu tristeza, porque soy yo el que no soporto verte triste.
Ayuda puede ser simplemente llamarle la atención a alguien para que se ocupe de sí mismo.
Les digo a los que están de duelo:
En medio de este luto que tenés, en medio de este dolor, te llama tu mejor amiga. La mejor amiga que tenés en el mundo te llama y te dice:
"Yo sé que estás mal, pero te necesito, así que, por favor, dejá lo que estás haciendo, sal´´i de tu casa, vení, ayudame, necesito que me consueles, necesito que me contengas, necesito que me ayudes a amigarme con la vida, porque estoy en un momento muy difícil, te necesito conmigo de verdad, por favor, vení."
A pesar de tu duelo, ¿qué creés que harías?
Y en general los dolientes respiran hondo pero siempre dicen:
- Iría.
- Irías, ¿seguro?
- Sí, sí.
Y entonces agrego como el mago de una feria:
- Tu mejor amiga sos vos. Y te estás pidiendo eso. ¿Vas a ir o no?
El duelo en el niño.
Ser completamente honesto con el niño..Acompañar a un niño que ha perdido a un ser querido significa ante todo no apartarlo de la realidad en la que está viviendo, con el pretexto de ahorrarle sufrimiento. Aunque por razones de edad no comprenda todavía lo que es la muerte, es perfectamente sensible a la reacción y el llanto de los adultos, a los cambios de la rutina de la casa, a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida...; es decir, se da cuenta de que algo pasa y le afecta.
Solamente evitaremos (siempre que sea posible) que presencie escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de los adultos.
Aunque resulte muy doloroso y difícil de hablar de la muerte con el niño, es mejor hacelo lo antes posible. Pasadas las primeras horas de mayor dramatismo y confusión, buscaremos un momento y un lugar adecuados y le explicaremos, con un lenguaje apropiado para su edad, lo ocurrido. Haremos un esfuerzo por contestar todas sus preguntas. Si no tenemos alguna respuesta, le diremos sencillamente que no lo sabemos.
Para los niños menores de 3 años, la muerte es como un largo sueño del cual en algún momento se despierta, esto es, algo provisional y reversible. Será pues necesario ser pacientes para explicarle una y otra vez lo ocurrido y lo que significa la muerte.
Recordar que, para que pueda iniciar adecuadamente el proceso de duelo, es necesario que deje de "esperar" a su ser querido y llegar a comprender que éste no regresará nunca.
Evitar pues frases del tipo de:
"Se ha quedado dormido para siempre" (porque podríamos inducirlos a rechazar el dormir de noche por temor a no despertar)
"Se ha marchado de viaje" (porque no querrán ir en tren)
"Está muy lejos, muy lejos..." (porque permanecerán aguardando su regreso)
Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil emplear ejemplos traídos de la naturaleza: las hojas en otoño, la muerte en los animales...Explicarle que los médicos y las enfermeras hicieron lo posible para "arreglar" el cuerpo, pero que, a veces, está tan herido o enfermo que las medicinas no lo pueden curar..Es muy difícil, además de inútil, esconder la causa de la muerte al niño.
Permitir y animar al niño a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro...
Tomar parte en estos actos puede ayudarlo a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. De ser posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de esos ritos.
Permitir al niño ver el cadáver.
Muchos niños tienen ideas falsas con el cuerpo. Comeatarle que el cuerpo deja de moverse, de respirar, de comer, de hablar, de ir al baño y no siente dolor. Dejarle bien claro que ya no siente nada: ni lo malo, ni el frío, ni el hambre...
Antes de que vea el cadáver, explicarle dónde estará, qué aspecto tendrá...Si el niño no quiere verlo o participar en algún acto, no forzarlo.
Ocuparse del niño
El niño intuye enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias en la familia.
Si los padres o el padre superviviente están demasiado afectados, puede ser conveniente que otra persona se
responsabilice de acompañarlo durante esos actos. Es preferible que sea alguien cercano al niño, que le permita expresar sus emociones y se sienta cómodo contestando sus preguntas.
El niño puede temer también ser abandonado por el familiar que ha quedado. Hay que asegurarle que, aunque está muy afectado por la pérdida, se encuentra bien y no le va a pasar lo mismo. Es bueno decirle que, aunque estamos muy triste por lo ocurrido, vamos a seguir ocupándonos de él lo mejor posible.
Permitir y animar la catarsis emocional.
Aunque no siempre las expresen, los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza...) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente y los ayudará a vivir de manera más adecuada la separación.
Frases como:
"no llores",
"no estés triste",
"tenés que ser valiente",."no está bien enojarse así"...
pueden cortar la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue.
El niño en general está sintiendo rabia e impotencia porque se da cuenta de que ha sido abandonado y puede expresarlas de muchas maneras: irritabilidad, pesadillas, juegos ruidosos, travesuras..
Es frecuente que dirijan el enfado hacia un familiar cercano o hacia las cosas del que ya no está.
Es imprescindible permitirle que saque la rabia gritando, corriendo, golpeando, etc...,cuidando únicamente que no se lastime a sí mismo (un buen par de almohadones grandes pueden ser de mucha ayuda)...

Contestar todas las preguntas.
Hay que contestar honestamente y de la manera más real posible a todas sus preguntas. Yo creo que si tienen dos años y el abuelito se murió, hay que decirles "el abuelito se murió", no pasa nada. Somos nosotros los que en realidad nos asustamos de sus respuestas.
Cuando muere un ser querido, todos necesitamos consuelo y sentirnos rodeados de un ambiente de confianza y de seguridad, y esto sólo puede darse cuando decimos la verdad.
En el caso de las familias creyentes puede ser un buen momento para comentar el sentimiento profundo de que Dios nos ama, está con nosotros y nos acompaña en estos momentos tan difíciles. Dios no nos deja nunca, ni en la vida ni en la muerte.
Los niños más pequeños pueden creer que la muerte es "contagiosa" y pueden pensar que pronto les llegará su turno.
Explicarles que no tienen nada que temer. Pueden pensar también que algo que dijeron o pensaron causó la muerte. Dejar bien claro que ellos no son responsables.
Los cuatro temores más frecuentes del niño son enunciados en general de esta manera: "¿Fue culpa mía la muerte?""¿Me va a pasar a mí cuando cumpla ...años?" ""¿Quién me va a cuidar?"
"¿Con quién voy a jugar ahora?"..Lo más habitual es que el niño elabore el duelo alternando fases de preguntas y expresión emocional, con intervalos en que no menciona para nada el asunto.
Respetar su manera de afrontar la pérdida.
Tener en cuenta que su manera de expresar el sufrimiento por la pérdida no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar, alteraciones en la alimentación y el sueño...
La persona fallecida puede, por un tiempo, convertirse en un padre o una madre imaginario. Este comportamiento tiene que ser respetado como necesario para que el niño realice de forma adecuada el duelo.
No escondernos de los niños para llorar.
No es malo que los niños vean el dolor y la tristeza. No tengamos miedo de mostrar los propios sentimientos delante del niño (excepto manifestaciones violentas). No angustiarse porque nos vean tristes o llorando; al contrario, esto hará que el hijo se sienta más acompañado y se dé cuenta de que sus sentimientos también son compartidos por los seres que más quiere. Si ve que los adultos intentan esconder y disimular sus sentimientos, aprenderá pronto a no expresarlos y se sentirá solo con su dolor.
Cuando le mostramos lo que sentimos, el niño nos percibe más cercanos y es más fácil que nos diga él también lo que le está pasando.
Cerca y lejos.
Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, acariciarlo, escucharlo, llorar con él...es importante para el niño pero también puede ser adecuado buscar momentos para estar separados: dejarlo solo en su habitación, dejarlo salir a jugar con un amigo... Si es necesario tranquilizarlo haciéndole saber que estaremos ahí cerca por si nos necesita.
Reacciones en los niños ante la muerte.
Es necesario estar atentos a la aparición de algunos signos de alerta que, si bien en sí mismos no señalan una alarma, deberán ser consultados si se mantienen o si se agravan con el paso del tiempo..Pérdida de interés por las actividades o acontecimientos de la vida cotidiana.
Dificultades para conciliar el sueño.
Pérdida de apetito o lo opuesto.
Miedo de quedarse solo.
Comportamiento regresivo (hacerse pis en la noche, hablar como un bebé...)
Imitación excesiva de la persona fallecida.
Expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido.
Actitudes hostiles peligrosas con el afuera o amenaza de daño a su propio cuerpo.
Fracaso escolar importante o negativa de ir a la escuela.
Negación, ansiedad, síntomas físicos o reacciones hostiles.
Situación, momificación, idealización y culpa.
Aislamiento.
Una vez transcurridos los primeros días.
Cuando se vuelve a la cotidianidad, será conveniente continuar hablando de la persona que ha muerto, recordarla, hablar de lo bueno que nos ha dejado, de sus gustos, de sus ilusiones...y así posibilitaremos que siga viviendo, si bien de otra manera, en la mente y en el corazón de nuestros hijos y ello podrán ir elaborando el duelo por su pérdida.
Asegurarles que no olvidaremos a la persona fallecida.
Resumiendo.
La principal diferencia entre la pena de un niño y la de un adulto es que la del niño puede aparecer de una manera más intermitente que en los adultos, pero el proceso dura mucho más tiempo. El proceso de duelo tiene que ser analizado varias veces durante el desarrollo de la vida de un niño.
Durante su proceso de crecimiento revivirá la pérdida con frecuencia, especialmente durante los eventos importantes en su vida (al ir de campamento, graduación de la escuela, matrimonio, el nacimiento de un hijo).
La muerte es una realidad que nos acompaña en nuestra vida.
Desde que nacemos, todos sabemos que hemos de morir. Es un hecho natural, pero cuesta mucho tratarlo con naturalidad. Por eso hay que ir preparando el terreno para abordar y hablar de esta realidad con nuestros hijos..Antes de que los hijos se encuentren con la realidad de la muerte de personas cercanas y queridas, hay actitudes y situaciones de la vida cotidiana que ayudarán al niño, desde muy pequeño, a irse acercando al hecho de la muerte: por ejemplo la muerte de un animal doméstico, para explicar que se ha muerto y que ya no volverá a vivir.
Los niños no reaccionan ante la pérdida de la misma forma que los adultos y podrían no demostrar sus sentimientos tan abiertamente. Su comportamiento dice más que sus palabras.
Los sentimientos de rabia y el miedo a morir o ser abandonados pueden ser evidentes en su comportamiento. Los niños tienden usualmente a jugar a hacerse el muerto para de esa manera sacar sus sentimientos y ansiedades de una manera segura. El jugar le es familiar y por lo tanto seguro para ellos.
No ocultar ni mentir. El guardar silencio acerca de la muerte (lo cual indica que el tópico es tabú) no ayuda al niño a adaptarse a la pérdida. La explicación debe mantenerse tan simple y directa como sea posible. Las preguntas deben ser respondidas con honestidad, y con detalles suficientes para su nivel de comprensión. A los niños debe dárseles seguridad, ya que frecuentemente se preocupan de si van a morir también, o si es su otro padre quien va a morir. Las preguntas deben ser respondidas asegurándose de que el niño procese la información.

El duelo en el adolescente.
La adolescencia suele ser ya una etapa difícil.
El adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos de su propia edad.
Aunque exteriormente parezca ya un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez afectiva. Es por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.
Podemos pensar que entonces puede encontrar alivio y ayuda en sus amigos. Pero cuando se trata de la muerte, salvo que se haya vivido una situación similar, los amigos se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.
Por otra parte, atravesar un período de desvalorización y cuestionamiento de sus padres es una forma normal, aunque difícil, de separarse de ellos. Si desafortunadamente su padre o su madre fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos puede experimentar un gran sentimiento de culpa, y la necesidad de separarse que experimentaba puede hacer el proceso de duelo más complicado.
Muchas veces el adolescente, aunque sufre intensas emociones, no las comparte con nadie, porque se siente, de alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo que realmente lo hace.
Después del fallecimiento de su padre, su madre o de su hermano se suele pedir que sea fuerte para sostener al otro padre. Pobre, no se siente capaz de sobrevivir a su propio dolor y además se le exige que sostenga a otros.
Este tipo de conflicto puede tener como resultado que el adolescente renuncie (duelo aplazado o congelado) a vivir su propio duelo y transforme el proceso en rabia, miedo e impotencia la antesala de empezar a preguntarse por qué y para qué vivir.
Signos que indican que un adolescente necesita más ayuda.
Como hemos visto, son varios los motivos que determinan que el duelo en el adolescente sea más difícil. Algunos adolescentes pueden incluso mostrar un comportamiento inoportuno y preocupante.

Vigilar los siguientes comportamientos:
a.. síntomas de depresión
b.. dificultades para dormir
c.. extrema impaciencia
d.. baja autoestima
e.. fracaso escolar
f.. indiferencia hacia actividades sociales
g.. deterioro de las relaciones familiares
h.. práctica súbita de deportes de riesgo
i.. abandono de los amigos de la infancia
j.. conductas riesgosas como conducir sin precaución
k.. peleas de noviazgo, rupturas
l.. relaciones sexuales descuidadas o promiscuas
m.. negación del dolor
n.. alardes de fuerza y madurez. Como en todos los casos se impone, frente a la complicación, la recomendación de un diagnóstico profesional.

Acompañar al que va a morir.
Idealmente, las decisiones que afectan la etapa final de la vida deben ser tomadas antes de que surja la necesidad. Aunque estos temas no sean placenteros o fáciles de tratar, si las personas tienen sentimientos definidos acerca de estas decisiones, deben dejarlos saber y para esto necesitan ayuda.
Pero debido a la naturaleza sensible de estas decisiones, casi nunca es el caso. Se crea una "conspiración del silencio" que pospone o prohibe que se hable del asunto. Los pacientes no quieren preocupar a sus familias; la familia tiene miedo a que el paciente se deprima o se dé por vencido, los doctores se sienten incómodos de abordar el tema y no quieren preocupar al paciente y la familia. Las personas siempre piensan que hay mucho tiempo por delante para hablar acerca de eso. Pero cuando llega el momento de tomar estas decisiones, o no se hace, o las decisiones son asumidas por personas que no saben los verdaderos deseos del paciente.
De todas maneras lo más significativo del acompañamiento es, como su nombre lo indica, la presencia: estar cerca en los muchas veces difíciles momentos finales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario