Unión íntima de
la Iglesia con la familia humana universal
Los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y
esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. La Iglesia por
ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.
Destinatarios de
la palabra conciliar
El
Concilio Vaticano II, tras haber profundizado en el misterio de la Iglesia, se
dirige ahora no sólo a los hijos de la Iglesia católica y a cuantos invocan a
Cristo, sino a todos los hombres. Tiene que anunciar el reino a todos los
cristianos que creen en el amor de Cristo, que fue crucificado y resucito, para
que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación.
Al servicio del
hombre.
El género humano, admirado de sus propios
descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas
angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión
del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y
colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad.
Esperanzas y temores.
Esperanzas y temores.
El
género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por
cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo
entero
Jamás el género humano tuvo a su
disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y,
sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son
muchedumbre los que no saben leer ni escribir.
Cambios
profundos.
El espíritu científico modifica profundamente
el ambiente cultural y las maneras de pensar. También sobre el tiempo aumenta
su imperio la inteligencia humana, ya en cuanto al pasado, por el conocimiento
de la historia; ya en cuanto al futuro, por la técnica prospectiva y la
planificación. La historia está sometida
a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla. El
género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias
dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la
realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un nuevo conjunto de
problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis.
Cambios en el
orden social
Los cambios que experimentan las comunidades
locales tradicionales, como la familia patriarcal, el clan, la tribu, la aldea,
otros diferentes grupos, y las mismas relaciones de la convivencia social.
El tipo de sociedad industrial se extiende
paulatinamente, llevando a algunos países a una economía de opulencia y
transformando profundamente concepciones y condiciones milenarias de la vida
social.
Cambios
psicológicos, morales y religiosos.
Las instituciones, las leyes, las maneras
de pensar y de sentir, heredadas del pasado, no siempre se adaptan bien al
estado actual de cosas. De ahí una grave perturbación en el comportamiento y
aun en las mismas normas reguladoras de éste.
Las nuevas condiciones ejercen influjo
también sobre la vida religiosa. Por una parte, el espíritu crítico más
agudizado la purifica de un concepto mágico del mundo y de residuos
supersticiosos y exige cada vez más una adhesión verdaderamente personal y
operante a la fe, lo cual hace que muchos alcancen un sentido más vivo de lo
divino.
Los
desequilibrios del mundo moderno
El
desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de
conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus
conocimientos en síntesis satisfactoria. Todo ello alimenta la mutua desconfianza y la
hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es, a la vez,
causa y víctima.
Aspiraciones más
universales de la humanidad
El
género humano puede y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas
creadas, sino que le corresponde además establecer un orden político, económico
y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno y a cada
grupo afirmar y cultivar su propia dignidad.La mujer, allí donde todavía no lo
ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre. Los
trabajadores y los agricultores no sólo quieren ganarse lo necesario para la
vida, sino que quieren también desarrollar por medio del trabajo sus dotes
personales y participar activamente en la ordenación de la vida económica,
social, política y cultural.
El
hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas
que él ha desencadenado, y que puede aplastarle o servirle.
Los
interrogantes más profundos del hombre
Son muchos los elementos que se combaten en
el propio interior del hombre., el hombre experimenta múltiples limitaciones;
se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior.
Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la
humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre sobre la
tierra saciará plenamente todos sus deseos. Otros se cuestionan a cerca de las interrogantes de la
vida tales como: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de
la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía?
Hay que responder a las mociones del Espíritu
. El Pueblo de Dios, movido por la fe, que
le impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el
universo, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los
cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la
presencia o de los planes de Dios. La fe todo lo ilumina con nueva luz y
manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta
la menta hacia soluciones plenamente humanas.
El hombre, imagen de Dios
El hombre, imagen de Dios
Creyentes y no creyentes están generalmente
de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en
función del hombre, centro y cima de todos ellos.
La Biblia nos enseña que el hombre ha sido
creado "a imagen de Dios", con capacidad para conocer y amar a su
Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible
para gobernarla y usarla glorificando a Dios.
El pecado
Creado por Dios en la justicia, el hombre,
sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia,
abusó de su libertad, Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su
principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también
toda su ordenación tanto por lo que toca a su propia persona como a las
relaciones con los demás y con el resto de la creación.
Dignidad de la
conciencia moral
El hombre tiene una ley escrita por Dios en
su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será
juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el
recinto más íntimo.
Grandeza de la
libertad.
La verdadera libertad es signo eminente de
la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su
propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y,
adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección.
El misterio de
la muerte
La semilla de eternidad que en sí lleva,
por ser irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte.
La fe cristiana enseña que la muerte
corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida
cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la
salvación perdida por el pecado. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado
esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte.
Formas y raíces
del ateísmo.
La palabra "ateísmo" designa
realidades muy diversas. Unos niegan a Dios expresamente. Otros afirman que
nada puede decirse acerca de Dios.
Cristo, el
Hombre nuevo
Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán,
en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su
vocación.
Propósito del Concilio
Dios quiere que los hombres constituyan una
sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido
creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y
para poblar toda la haz de la tierra y todos son llamados a un solo e idéntico
fin, esto es, Dios mismo.
La promoción del
bien común
Todo grupo social debe tener en cuenta las
necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe
tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana. El orden social,
pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de
la persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al
contrario.
El respeto a la
persona humana.
Debemos
considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de
los medios necesarios para vivirla dignamente, no sea que imitemos a aquel rico
que se despreocupó por completo del pobre Lázaro.
Respeto y amor a
los adversarios
Quienes sienten u obran de modo distinto al
nuestro en materia social, política e incluso religiosa, deben ser también
objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto más humana y caritativa sea nuestra
comprensión íntima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para
establecer con ellos el diálogo.
La igualdad esencial
entre los hombres y la justicia social.
La igualdad fundamental entre todos los
hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de
alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo
origen. Y porque, redimidos por Cristo, disfrutan de la misma vocación y de
idéntico destino.
El Verbo
encarnado y la solidaridad humana
32. Dios creó al hombre no para vivir
aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios "ha
querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna
de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le
sirviera santamente". Esta índole comunitaria se perfecciona y se consuma
en la obra de Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida
social humana.
Planteamiento
del problema
Siempre se ha esforzado el hombre con su
trabajo y con su ingenio en perfeccionar su vida; pero en nuestros días,
gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y sigue dilatando el
campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza, y, con ayuda sobre todo el
aumento experimentado por los diversos medios de intercambio entre las
naciones, la familia humana se va sintiendo y haciendo una única comunidad en
el mundo.
Ordenación de la
actividad humana
La
actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre.
Pues éste con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se
perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se
trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las
riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que
por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más
justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas
sociales, vale más que los progresos técnicos.
La justa
autonomía de la realidad terrena
Muchos de nuestros contemporáneos parecen
temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana
y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la
ciencia.
Perfección de la
actividad humana en el misterio pascual.
El Señor dejó a los suyos prenda de tal
esperanza y alimento para el camino en aquel sacramento de la fe en el que los
elementos de la naturaleza, cultivados por el hombre, se convierten en el
cuerpo y sangre gloriosos con la cena de la comunión fraterna y la degustación
del banquete celestial.
Relación mutua
entre la Iglesia y el mundo
Nacida del amor del Padre Eterno, fundada
en el tiempo por Cristo Redentor, reunida en el Espíritu Santo, la Iglesia
tiene una finalidad escatológica y de salvación, que sólo en el mundo futuro
podrá alcanzar plenamente. Está presente ya aquí en la tierra, formada por
hombres, es decir, por miembros de la ciudad terrena que tienen la vocación de
formar en la propia historia del género humano la familia de los hijos de Dios,
que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor.
Ayuda que la
Iglesia procura prestar a cada hombre
El
hombre contemporáneo camina hoy hacia el desarrollo pleno de su personalidad y
hacia el descubrimiento y afirmación crecientes de sus derechos.
La presencia misma de la Iglesia le
recuerda al hombre tales problemas; pero es sólo Dios, quien creó al hombre a
su imagen y lo redimió del pecado, el que puede dar respuesta cabal a estas
preguntas. .
Ayuda que la
Iglesia procura dar a la sociedad humana
La
unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la unidad,
fundada en Cristo, de la familia constituida por los hijos de Dios.
La misión propia que Cristo confió a su
Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de
orden religioso.
Ayuda que la
Iglesia, a través de sus hijos,procura prestar al dinamismo humano
El
Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la
ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre
por el espíritu evangélico.
Ayuda que la
Iglesia recibe del mundo moderno
Interesa al mundo reconocer a la Iglesia como
realidad social y fermento de la historia. De igual manera, la Iglesia reconoce
los muchos beneficios que ha recibido de la evolución histórica del género
humano..
Cristo, alfa y
omega
La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al
recibir del mundo múltiple ayuda, sólo pretende una cosa: el advenimiento del
reino de Dios y la salvación de toda la humanidad.
El matrimonio y
la familia en el mundo actual.
El bienestar de la persona y de la sociedad
humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad
conyugal y familiar. Por eso los cristianos, junto con todos lo que tienen en
gran estima a esta comunidad, se alegran sinceramente de los varios medios que
permiten hoy a los hombres avanzar en el fomento de esta comunidad de amor y en
el respeto a la vida y que ayudan a los esposos y padres en el cumplimiento de
su excelsa misión; de ellos esperan, además, los mejores resultados y se afanan
por promoverlos.
El carácter
sagrado del matrimonio y de la familia.
Fundada por el Creador y en posesión de sus
propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre
la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e
irrevocable.
Fecundidad del
matrimonio.
El
matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación
y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del
matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres.
El amor conyugal
debe compaginarse con el respeto a la vida humana.
Cuando la intimidad conyugal se interrumpe,
puede no raras veces correr riesgos la fidelidad y quedar comprometido el bien
de la prole, porque entonces la educación de los hijos y la fortaleza necesaria
para aceptar los que vengan quedan en peligro.
El progreso del
matrimonio y de la familia, obra de todos
La
familia es escuela del más rico humanismo. Para que pueda lograr la plenitud de
su vida y misión se requieren un clima de benévola comunicación y unión de
propósitos entre los cónyuges y una cuidadosa cooperación de los padres en la
educación de los hijos.
La situación de la cultura en el mundo
actual.
Nuevos estilos
de vida.
Las circunstancias de vida del hombre
moderno en el aspecto social y cultural han cambiado profundamente, tanto que
se puede hablar con razón de una nueva época de la historia humana.
El hombre, autor
de la cultura.
Cada día es mayor el número de los hombres
y mujeres, de todo grupo o nación, que tienen conciencia de que son ellos los
autores y promotores de la cultura de su comunidad. En todo el mundo crece más
y más el sentido de la autonomía y al mismo tiempo de la responsabilidad, lo
cual tiene enorme importancia para la madurez espiritual y moral del género
humano.
Algunos principios para la sana promoción
de la cultura
La fe y la
cultura
Los cristianos, en marcha hacia la ciudad
celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba, lo cual en nada disminuye,
antes por el contrario, aumenta, la importancia de la misión que les incumbe de
trabajar con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano. En
realidad, el misterio de la fe cristiana ofrece a los cristianos valiosos
estímulos y ayudas para cumplir con más intensidad su misión y, sobre todo,
para descubrir el sentido pleno de esa actividad que sitúa a la cultura en el
puesto eminente que le corresponde en la entera vocación del hombre.
Múltiples
conexiones entre la buena nueva de Cristo y la cultura
Múltiples son los vínculos que existen entre
el mensaje de salvación y la cultura humana. Dios, en efecto, al revelarse a su
pueblo hasta la plena manifestación de sí mismo en el Hijo encarnado, habló
según los tipos de cultura propios de cada época.
De igual manera, la Iglesia, al vivir
durante el transcurso de la historia en variedad de circunstancias, ha empleado
los hallazgos de las diversas culturas para difundir y explicar el mensaje de
Cristo en su predicación a todas las gentes, para investigarlo y comprenderlo
con mayor profundidad, para expresarlo mejor en la celebración litúrgica y en
la vida de la multiforme comunidad de los fieles.
Hay que
armonizar diferentes valores en el seno de las culturas
Por las razones expuestas, la Iglesia
recuerda a todos que la cultura debe estar subordinada a la perfección integral
de la persona humana, al bien de la comunidad y de la sociedad humana entera.
Por lo cual es preciso cultivar el espíritu de tal manera que se promueva la
capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y de formarse un juicio
personal, así como el poder cultivar el sentido religioso, moral y social.
El
reconocimiento y ejercicio efectivo del derecho personal a la cultura
Hoy día es posible liberar a muchísimos
hombres de la miseria de la ignorancia. Por ello, uno de los deberes más
propios de nuestra época, sobre todo de los cristianos, es el de trabajar con
ahínco para que tanto en la economía como en la política, así en el campo
nacional como en el internacional, se den las normas fundamentales para que se
reconozca en todas partes y se haga efectivo el derecho a todos a la cultura,
exigido por la dignidad de la persona, sin distinción de raza, sexo,
nacionalidad, religión o condición social.
La educación
para la cultura íntegra del hombre.
La madre nutricia de esta educación es ante
todo la familia: en ella los hijos, en un clima de amor, aprenden juntos con
mayor facilidad la recta jerarquía de las cosas, al mismo tiempo que se
imprimen de modo como natural en el alma de los adolescentes formas probadas de
cultura a medida que van creciendo.
Acuerdo entre la
cultura humana y la educación cristiana
Aunque la Iglesia ha contribuido mucho al
progreso de la cultura, consta, sin embargo, por experiencia que por causas
contingentes no siempre se ve libre de dificultades al compaginar la cultura
con la educación cristiana.
Algunos aspectos de la vida económica
También en la vida económico-social deben
respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y
el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin
de toda la vida económico- social.
La economía moderna, como los restantes
sectores de la vida social, se caracteriza por una creciente dominación del
hombre sobre la naturaleza, por la multiplicación e intensificación de las
relaciones sociales y por la interdependencia entre ciudadanos, asociaciones y
pueblos, así como también por la cada vez más frecuente intervención del poder
público.
Ley fundamental
del desarrollo: el servicio del hombre
Hoy
más que nunca, para hacer frente al aumento de población y responder a las
aspiraciones más amplias del género humano, se tiende con razón a un aumento en
la producción agrícola e industrial y en la prestación de los servicios.
Los bienes de la
tierra están destinados a todos los hombres
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella
contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes
creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y
con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad,
adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias
diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de
los bienes.
Inversiones y
política monetaria
Las inversiones deben orientarse a asegurar
posibilidades de trabajo y beneficios suficientes a la población presente y
futura.
Problema de los latifundios
La propiedad, como las demás formas de
dominio privado sobre los bienes exteriores, contribuye a la expresión de la
persona y le ofrece ocasión de ejercer su función responsable en la sociedad y
en la economía.
La actividad
económico-social y el reino de Cristo
Los
cristianos que toman parte activa en el movimiento económico-social de nuestro
tiempo y luchan por la justicia y caridad, convénzanse de que pueden contribuir
mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del mundo. Individual y
colectivamente den ejemplo en este campo.
La vida pública en nuestros días.
La vida pública en nuestros días.
Estas transformaciones ejercen gran influjo
en la vida de la comunidad política principalmente en lo que se refiere a los
derechos y deberes de todos en el ejercicio de la libertad política y en el
logro del bien común y en lo que toca a las relaciones de los ciudadanos entre
sí y con la autoridad pública.
Naturaleza y fin
de la comunidad política.
La comunidad política nace, pues, para
buscar el bien común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido y
del que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el
conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las
familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su
propia perfección.
La comunidad política y la autoridad
pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden
previsto por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y la
designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los
ciudadanos.
Colaboración de
todos en la vida pública.
La Iglesia alaba y estima la labor de
quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y
aceptan las cargas de este oficio.
La comunidad
política y la Iglesia. La
comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su
propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al
servicio de la vocación personal y social del hombre.
Naturaleza de la
paz
La paz no es la mera ausencia de la guerra,
ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una
hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de
la justicia. Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino
Fundador, y que los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia,
han de llevar a cabo. La paz
sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de
Cristo, que procede de Dios Padre.
La guerra total
El
horror y la maldad de la guerra se acrecientan inmensamente con el incremento
de las armas científicas. Con tales armas, las operaciones bélicas pueden producir
destrucciones enormes e indiscriminadas, las cuales, por tanto, sobrepasan
excesivamente los límites de la legítima defensa.
La carrera de
armamentos.
Las armas científicas no se acumulan
exclusivamente para el tiempo de guerra. Puesto que la seguridad de la defensa
se juzga que depende de la capacidad fulminante de rechazar al adversario, esta
acumulación de armas, que se agrava por años, sirve de manera insólita para
aterrar a posibles adversarios. Muchos la consideran como el más eficaz de todos
los medios para asentar firmemente la paz entre las naciones.
La acción internacional para evitar la guerra
Bien claro queda, por tanto, que debemos
procurar con todas nuestras fuerzas preparar un época en que, por acuerdo de
las naciones, pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra
Causas y
remedios de las discordias.
Para edificar la paz se requiere ante todo
que se desarraiguen las causas de discordia entre los hombres, que son las que
alimentan las guerras. Entre esas causas deben desaparecer principalmente las
injusticias.
La comunidad de
las naciones y las instituciones internacionales.
Las instituciones de la comunidad internacional
deben, cada una por su parte, proveer a las diversas necesidades de los hombres
tanto en el campo de la vida social, alimentación, higiene, educación, trabajo,
como en múltiples circunstancias particulares que surgen acá y allá; por
ejemplo, la necesidad general que las naciones en vías de desarrollo sienten de
fomentar el progreso, de remediar en todo el mundo la triste situación de los
refugiados o ayudar a los emigrantes y a sus familias.
La cooperación
internacional en el orden económico.
Para establecer un auténtico orden
económico universal hay que acabar con las pretensiones de lucro excesivo, las ambiciones
nacionalistas, el afán de dominación política, los cálculos de carácter
militarista y las maquinaciones para difundir e imponer las ideologías. Son
muchos los sistemas económicos y sociales que hoy se proponen; es de desear que
los expertos sepan encontrar en ellos los principios básicos comunes de un sano
comercio mundial. .
Presencia eficaz
de la Iglesia en la comunidad internacional
La
Iglesia, cuando predica, basada en su misión divina, el Evangelio a todos los
hombres y ofrece los tesoros de la gracia, contribuye a la consolidación de la
paz en todas partes y al establecimiento de la base firme de la convivencia
fraterna entre los hombres y los pueblos, esto es, el conocimiento de la ley
divina y natural.
Participación
del cristiano en las instituciones internacionales
Es de desear, finalmente, que los
católicos, para ejercer como es debida su función en la comunidad
internacional, procuren cooperar activa y positivamente con los hermanos
separados que juntamente con ellos practican la caridad evangélica, y también
con todos los hombres que tienen sed de auténtica paz.
Tarea de cada fiel y de las Iglesias particulares
Confiamos, que muchas de las cosas que
hemos dicho, apoyados en la palabra de Dios y en el espíritu del Evangelio,
podrán prestar a todos valiosa ayuda, sobre todo una vez que la adaptación a
cada pueblo y a cada mentalidad haya sido llevada a cabo por los cristianos
bajo la dirección de los pastores.
El diálogo entre
todos los hombres
La
Iglesia, en virtud de la misión que tiene de iluminar a todo el orbe con el
mensaje evangélico y de reunir en un solo Espíritu a todos los hombres de
cualquier nación, raza o cultura, se convierte en señal de la fraternidad que
permite y consolida el diálogo sincero.
Edificación del
mundo y orientación de éste a Dios
Los cristianos recordando la palabra del
Señor: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en el amor mutuo que os
tengáis (Io 13,35), no pueden
tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma
eficacia a los hombres de hoy.
Cometario.
Es un
documento con un contenido muy rico, en el se encuentran pautas para saber
aplicarlos a la vida cotidiana, en todos sus aspectos, económicos, políticos,
sociales, religiosos, culturales, etc.
Además es
el documento por excelencia social de la Iglesia, el nos invita a saber releer
los signos de los tiempos a la luz del evangelio, para saber interpretarlos y
aplicarlos a la vida cotidiana.
Tenemos
que entender que en la Gaudium et Spes, es el mismo Cristo que nos invita a
vivir a plenitud nuestra vida de cristianos, saber analizar el mundo que cada
vez avanza agigantadamente globalizado.
Aplicación
a la Vida.
Es muy
interesante como las diferentes esferas de las sociedad humana, deberían asumir
con responsabilidad, la economía social para que se logre un balance
equilibrado de justicia en todo sus ámbitos sociales, e integral para una
sociedad justa y con dignidad humana, cristiana y global.
Es ahí
donde se debe dar respuestas a las grandes interrogantes de la vida.
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