La sociedad en su
tiempo.
Una sociedad
tradicional se iba extinguiendo, mientras comenzaba a formarse otra cargada con
la esperanza de nuevas libertades, pero al mismo tiempo con los peligros de
nuevas formas de injusticia y de esclavitud.
El conflicto entre el
capital y el trabajo.
Se encontraban ante
una sociedad dividida por un conflicto, tanto más duro e inhumano en cuanto que
no conocía reglas ni normas.
La dignidad del
trabajador y del trabajo.
El trabajo pertenece,
por tanto, a la vocación de toda persona; es más, el hombre se expresa y se
realiza mediante su actividad laboral. Al mismo tiempo, el trabajo tiene una
dimensión social.
La propiedad privada.
La propiedad privada
no es un valor absoluto, por lo cual no deja de proclamar los principios que
necesariamente lo complementan, como el del destino universal de los bienes de
la tierra.
Otros derechos del trabajador.
El “derecho natural
del hombre” a formar asociaciones privadas; lo cual significa ante todo el derecho a crear asociaciones profesionales
de empresarios y obreros, o de obreros solamente.
Derecho al salario justo.
El salario debe ser,
pues, suficiente para el sustento del obrero y de su familia. Si el trabajador,
“obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun
no queriéndola, una condición más dura, porque se la imponen el patrono o el
empresario, esto es ciertamente soportar una violencia, contra la cual clama la
justicia.
Derecho al descanso festivo.
Nadie puede privar al
hombre: “a nadie es lícito violar impunemente la dignidad del hombre, de quien
Dios mismo dispone con gran respeto”. En consecuencia, el Estado debe asegurar
al obrero el ejercicio de esta libertad.
Relación entre Estado y ciudadanos.
El Estado, no puede limitarse a “favorecer a una parte
de los ciudadanos”, esto es, a la rica y próspera, y “descuidar a la otra”, que
representa indudablemente la gran mayoría del cuerpo social.
Opción preferencial por los pobres.
El Estado debe velar por los más vulnerables
los pobres, ya que muchas veces son desfavorecidos por las grandes potencias.
En el que sufre esta impresa la imagen de Cristo.
Hacia las "cosas
nuevas" de hoy.
El Papa previó las
consecuencias negativas —bajo todos los aspectos, político, social, y
económico— de un ordenamiento de la sociedad tal como lo proponía el
“socialismo.
Error antropológico del socialismo.
Se considera al hombre
como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el
bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico-social.
Lucha de clases.
A lo largo de la
historia, surgen inevitablemente los conflictos de intereses entre diversos
grupos sociales y que frente a ellos el cristiano no pocas veces debe
pronunciarse con coherencia y decisión. La lucha de clases en sentido marxista
y el militarismo tienen, pues, las mismas raíces: el ateísmo y el desprecio de
la persona humana, que hacen prevalecer el principio de la fuerza sobre el de
la razón y del derecho.
Crítica de la Iglesia al socialismo.
Hay que garantizar el
respeto por horarios “humanos” de trabajo y de descanso, y el derecho a
expresar la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin ser conculcados de
ningún modo en la propia conciencia o en la propia dignidad.
Importancia de la Rerum novarum en las reformas estatales.
Esta encíclica vino a dar un nuevo giro en
defensa de los trabajadores, fue un instrumento de solidaridad para con la
clase obrera, y de esa manera respetar la dignidad humana.
El origen de las grandes guerras.
Este se da en el conflicto económico social, y
el desprecio además teniendo como eje fundamental el egoísmo de ciertas esferas
del estado.
Situación en la posguerra.
La verdadera paz
—recordémoslo— no es el resultado de la victoria militar, sino algo que implica
la superación de las causas de la guerra y la auténtica reconciliación entre
los pueblos.
Sociedad democrática y justicia social.
Existen sistemas de
“seguridad nacional”, que tratan de controlar capilarmente toda la sociedad
para imposibilitar la infiltración marxista. Otra forma de respuesta práctica,
finalmente, está representada por la sociedad del bienestar o sociedad de
consumo.
Situación de los países independizados.
En ocasiones, la vida
política está sujeta también al control de fuerzas extranjeras.
Mayor defensa de los derechos humanos.
Se ha ido difundiendo
un sentimiento más vivo de los derechos humanos, que ha sido reconocido en
diversos documentos internacionales.
Culminación de un proceso.
A lo largo de los
años ochenta van cayendo poco a poco en algunos países de América Latina, e
incluso de África y de Asia, ciertos regímenes dictatoriales y opresores; en
otros casos da comienzo un camino de transición, difícil pero fecundo, hacia
formas políticas más justas y de mayor participación.
Factores de la caída de los regímenes opresores.
El factor decisivo
que ha puesto en marcha los cambios es sin duda alguna la violación de los
derechos del trabajador. La mejor arma de
lucha pacífica, fueron las armas de la verdad y de la justicia.
Comprender al hombre desde lo cultual.
Las culturas de las
diversas naciones son, en el fondo, otras tantas maneras diversas de plantear
la pregunta acerca del sentido de la existencia personas.
El marxismo había
prometido desenraizar del corazón humano la necesidad de Dios; pero los resultados
han demostrado que no es posible lograrlo sin trastocar ese mismo corazón.
El hombre fue creado para la libertad.
Uniendo el propio
sufrimiento por la verdad y por la libertad al de Cristo en la cruz, es así
como el hombre puede hacer el milagro de la paz y ponerse en condiciones de
acertar con el sendero.
El Reino de Dios,
presente en el mundo sin ser del mundo, ilumina el orden de la
sociedad humana, mientras que las energías de la gracia lo penetran y
vivifican.
Encuentro entre la Iglesia y el movimiento obrero.
La Iglesia ofrece no
sólo la doctrina social y, en general, sus enseñanzas sobre la persona redimida
por Cristo, sino también su compromiso concreto de ayuda para combatir la
marginación y el sufrimiento.
Afloramiento de odios y rencores.
Es de esperar que el
odio y la violencia no triunfen en los corazones, sobre todo de quienes luchan
en favor de la justicia, sino que crezca en todos el espíritu de paz y de
perdón.
Necesidad de la ayuda de los países de Occidente.
Esta exigencia, sin
embargo, no debe inducir a frenar los esfuerzos para prestar apoyo y ayuda a
los países del Tercer Mundo, que sufren a veces condiciones de insuficiencia y
de pobreza bastante más graves.
Desarrollo en una dimensión humana integral.
El punto culminante
del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios,
conocerlo y vivir según tal conocimiento.
Subordinación
de la propiedad al bien común.
Este derecho,
fundamental en toda persona para su autonomía y su desarrollo, ha sido
defendido siempre por la Iglesia hasta nuestros días.
La misma doctrina
social ha sido objeto de consideración por mi parte, primeramente en el
discurso a la III Conferencia del Episcopado latinoamericano en Puebla.
Razones de la propiedad universal de los bienes.
Obviamente le incumbe
también la responsabilidad de no impedir que otros hombres obtengan su parte
del don de Dios, es más, debe cooperar con ellos para dominar juntos toda la
tierra.
El trabajo es tanto
más fecundo y productivo, cuanto el hombre se hace más capaz de conocer las
potencialidades productivas de la tierra y ver en profundidad las necesidades
de los otros hombres.
La propiedad del conocimiento, la técnica y el saber.
Es la propiedad del
conocimiento, de la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más
que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones
industrializadas. En efecto, la economía es un sector de la múltiple actividad
humana y en ella, como en todos los demás campos, es tan válido el derecho a la
libertad como el deber de hacer uso responsable del mismo.
Dificultad de entrar en el circuito del conocimiento.
Hoy muchos hombres,
quizá la gran mayoría, no disponen de medios que les permitan entrar de manera
efectiva y humanamente digna en un sistema de empresa, donde el trabajo ocupa
una posición realmente central.
Los que no logran ir
al compás de los tiempos pueden quedar fácilmente marginados, y junto con
ellos, lo son también los ancianos, los jóvenes incapaces de inserirse en la
vida social y, en general, las personas más débiles y el llamado Cuarto Mundo.
El libre mercado.
Es el recurso más eficaz para responder a las
necesidades de la sociedad, y de esa manera cumplir con justicia equitativa
para todos.
Campo de acción de los sindicatos.
Defienden sus
derechos y tutelan su persona, desempeñando al mismo tiempo una función
esencial de carácter cultural.
El consumismo.
El hombre ha vivido
siempre condicionado bajo el peso de la necesidad y de esa manera responder a
un demanda de calidad: calidad de la
mercancía que se produce y se consume; calidad de los servicios que se
disfrutan; calidad del ambiente y de la vida en general.
La cuestión ecológica.
El hombre, impulsado
por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera
excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida.
El mismo ser humano
cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas
a su voluntad.
Cuidar el ambiente humano.
Nos esforzamos muy
poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología human.
Las decisiones, gracias a las cuales se constituye un ambiente humano, pueden
crear estructuras concretas de pecado, impidiendo la plena realización de
quienes son oprimidos de diversas maneras por las mismas.
La familia, santuario de la vida.
La familia como el santuario de la vida. En efecto, es
sagrada: es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida
de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta.
El Estado debe defender los bienes colectivos.
El Estado y la
sociedad tienen el deber de defender los bienes colectivos que, entre otras
cosas, constituyen el único marco dentro del cual es posible para cada uno
conseguir legítimamente sus fines individuales.
Concepto cristiano de alienación.
El hombre no puede
darse a un proyecto solamente humano de la realidad, a un ideal abstracto, ni a
falsas utopías. El hombre, fue creado
por Dios para donarse libre y
auténticamente a sí mismo.
El capitalismo ante el fracaso del marxismo.
Muchas personas
permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en
el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana en los países más
avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia.
La Iglesia no propone modelos económicos.
La Iglesia ofrece,
como orientación ideal e indispensable, la
propia doctrina social, la cual —como queda dicho— reconoce la positividad del
mercado y de la empresa.
El hombre se realiza
a sí mismo por medio de su inteligencia y su libertad y, obrando así, asume
como objeto e instrumento las cosas del mundo, a la vez que se apropia de
ellas.
Organización.
No puede hacerlo
tampoco la mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría,
marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla.
La Iglesia molesta en un estado totalitario.
La Iglesia defiende
la persona, que debe obedecer a Dios antes que a los hombres defiende la
familia, las diversas organizaciones sociales y las naciones, realidades todas
que gozan de un propio ámbito de autonomía y soberanía.
La Iglesia defiende la democracia.
La Iglesia aprecia el
sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los
ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad
de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos
oportunamente de manera pacífica.
Necesidad de defender los derechos del hombre.
El derecho a la vida,
del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón de
la madre, después de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia
unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia
personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia y la propia libertad
a través de la búsqueda y el conocimiento de la verdad; el derecho a participar
en el trabajo para valorar los bienes de la tierra y recabar del mismo el
sustento propio y de los seres queridos; el derecho a fundar libremente una
familia, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia
sexualidad.
Fomentar la solidaridad.
La Iglesia, fiel al
mandato de Cristo, su Fundador, está presente desde siempre con sus obras, que
tienden a ofrecer al hombre necesitado un apoyo material que no lo humille ni
lo reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de
su situación precaria, promoviendo su dignidad de persona.
Cultura y renovación.
Cuando una cultura se
encierra en sí misma y trata de perpetuar formas de vida anticuadas, rechazando
cualquier cambio y confrontación sobre la verdad del hombre, entonces se vuelve
estéril y lleva a su decadencia.
Todo el hombre debe participar en la formación de la cultura.
La Sagrada Escritura
nos habla continuamente del compromiso activo en favor del hermano y nos presenta
la exigencia de una corresponsabilidad que debe abarcar a todos los hombres.
Nunca más la guerra.
El otro nombre de la
paz es el desarrollo. Igual que existe la responsabilidad
colectiva de evitar la guerra, existe también la responsabilidad colectiva de
promover el desarrollo. Hace falta un gran esfuerzo de comprensión recíproca,
de conocimiento y sensibilización de las conciencias.
La finalidad de la Iglesia es atender al hombre.
Su única finalidad ha
sido la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por
Cristo mismo, hacia este hombre, que, como el Concilio Vaticano II recuerda, es
la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su
proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna.
Doctrina social, instrumento de evangelización.
La fe le revela plenamente su identidad
verdadera, y precisamente de ella arranca la doctrina social de la Iglesia, la
cual, valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y de la filosofía,
se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación.
Para conocer al hombre, hay que conocer a Dios.
La Iglesia conoce el
“sentido del hombre” gracias a la Revelación divina. La Iglesia, cuando anuncia
al hombre la salvación de Dios,
cuando le ofrece y comunica la vida divina mediante los sacramentos, cuando orienta
su vida a través de los mandamientos del amor a Dios y al prójimo, contribuye
al enriquecimiento de la dignidad del hombre.
Importancia de la difusión de las encíclicas.
Deseo que sea dada a
conocer y que sea aplicada en los distintos países donde, después de la caída
del socialismo real, se manifiesta una grave desorientación en la tarea de
reconstrucción.
El Evangelio, estímulo para la acción.
La Iglesia es
consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las
obras, antes que por su coherencia y lógica interna.
El amor de la Iglesia
por los pobres, que es determinante y pertenece a su constante tradición, la
impulsa a dirigirse al mundo en el cual, no obstante el progreso
técnico-económico, la pobreza amenaza con alcanzar formas gigantescas.
Promover la justicia.
No se trata solamente
de dar lo superfluo, sino de ayudar a pueblos enteros —que están excluidos o
marginados— a que entren en el círculo del desarrollo económico y humano.
Dimensión interdisciplinaria de la doctrina social.
La experiencia de
novedad vivida en el seguimiento de Cristo exige que sea comunicada a los demás
hombres en la realidad concreta de sus dificultades y luchas, problemas y
desafíos, para que sean iluminadas y hechas más humanas por la luz de la fe.
Necesidad de la cooperación de todos.
La solución de un
problema tan arduo requiere el concurso y la cooperación eficaz de otros. . El
mundo actual es cada vez más consciente de que la solución de los graves
problemas nacionales e internacionales no es sólo cuestión de producción
económica o de organización jurídica o social, sino que requiere precisos
valores ético-religiosos, así como un cambio de mentalidad, de comportamiento y
de estructuras.
Compromiso de la Iglesia con el hombre.
Ha intervenido en el
período turbulento de la lucha de clases, después de la primera guerra mundial,
para defender al hombre de la explotación económica y de la tiranía de los
sistemas totalitarios. La sociedad no tiene necesidad solamente de estos
bienes, sino también de los valores espirituales y religiosos.
Mirar al pasado para preparar el futuro.
En todo tiempo, la
verdadera y perenne “novedad de las cosas” viene de la infinita potencia
divina: “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). Estas palabras se refieren al cumplimiento de la
historia, cuando Cristo entregará “el reino a Dios Padre.
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