lunes, 25 de julio de 2016

Pastoral de salud o pastoral de enfermos.

La pastoral de  salud es un ámbito evangélico por excelencia que recuerda la obra de Jesús, buen samaritano de la humanidad»
«Los agentes sanitarios cristianos saben bien que se da un lazo íntimo e indisoluble entre la calidad de su servicio profesional y la virtud de la caridad a la que Cristo les llama: con el buen cumplimiento de su trabajo llevan precisamente a las personas el testimonio del amor de Dios»
La salud del ser humano, de todo el ser humano, fue el signo que Cristo eligió para manifestar la cercanía de Dios, su amor misericordioso que cura el espíritu, el alma y el cuerpo»
La pastoral de la salud puede sacar continuamente fuerza precisamente de la Eucaristía para socorrer eficazmente al ser humano y promoverle, según la dignidad que le es propia»
Hoy la Iglesia vive, como gracia especial de Dios, una insistente llamada a lo que es su razón de ser más íntima, su identidad más profunda y su misión esencial: la evangelización.
Los enfermos, desde su enfermedad, pueden evangelizarnos: no es sólo evangelizador el creyente en Jesús que, lleno de vitalidad, contagia la fe, la esperanza y la vida nueva que Cristo nos ha traído.
Los enfermos nos evangelizan porque, desde su propia situación, nos ayudan a relativizar algunos de los valores y formas de vida de la sociedad actual y, también, de nuestras comunidades: la eficacia a toda costa, la competitividad, la ambición de dinero, de poder, de éxito y de prestigio, el ansia de tener y el afán de consumir.
Los enfermos, con su actitud, nos ayudan a vivir y recuperar los valores fundamentales del Evangelio: la gratuidad, la fuerza del amor, la esperanza, la entereza en la hora de la prueba.
Los enfermos, desde su postración, nos llaman a la solidaridad humana, el amor servicial y sacrificado y a la reivindicación de sus derechos.
Los enfermos nos ayudan a ser realistas en un mundo que vive de apariencias, de espaldas a la enfermedad, al sufrimiento y a la muerte, porque nos hacen reconocer que somos frágiles, limitados, mortales, pero con un caudal de energías ocultas muy considerables.
Los enfermos nos muestran el rostro de Cristo y lo más original y llamativo del Dios cristiano: un Dios que, por amor, se anonada y comparte hasta el fondo el dolor del hombre, y así nos salva.
Los enfermos que viven con sentido cristiano cada una de las etapas de su enfermedad, son un testimonio vivo de que es posible mantener el vigor de la esperanza, la paz serena e incluso la alegría; ser fieles al Dios que siempre es fiel; luchar con la enfermedad, asumirla con amor, y madurar humana y cristianamente.

Todo esto es posible gracias a una eficiente pastoral de enfermos que les ayude a reflexionar sobre el sentido de las enfermedades, ya que es mayor el amor de Dios, por ello los agentes de pastoral de enfermos, deben anunciar y vivir su fe desde una intimidad profunda de oración, para así ser mensajeros y evangelizadores eficaces en medio del dolor y sufrimiento de los que yacen en la cama de un hospital, o desde sus hogares.

Teodoro J. Zamora Téllez.

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