La pastoral de salud es un
ámbito evangélico por excelencia que recuerda la obra de Jesús, buen samaritano
de la humanidad»
«Los agentes sanitarios cristianos
saben bien que se da un lazo íntimo e indisoluble entre la calidad de su
servicio profesional y la virtud de la caridad a la que Cristo les llama: con
el buen cumplimiento de su trabajo llevan precisamente a las personas el
testimonio del amor de Dios»
La salud del ser humano, de todo el
ser humano, fue el signo que Cristo eligió para manifestar la cercanía de Dios,
su amor misericordioso que cura el espíritu, el alma y el cuerpo»
La pastoral de la salud puede sacar
continuamente fuerza precisamente de la Eucaristía para socorrer eficazmente al
ser humano y promoverle, según la dignidad que le es propia»
Hoy la Iglesia vive, como gracia
especial de Dios, una insistente llamada a lo que es su razón de ser más
íntima, su identidad más profunda y su misión esencial: la evangelización.
Los enfermos, desde su enfermedad,
pueden evangelizarnos: no es sólo evangelizador el creyente en Jesús que, lleno
de vitalidad, contagia la fe, la esperanza y la vida nueva que Cristo nos ha
traído.
Los enfermos nos evangelizan porque,
desde su propia situación, nos ayudan a relativizar algunos de los valores y
formas de vida de la sociedad actual y, también, de nuestras comunidades: la
eficacia a toda costa, la competitividad, la ambición de dinero, de poder, de
éxito y de prestigio, el ansia de tener y el afán de consumir.
Los enfermos, con su actitud, nos
ayudan a vivir y recuperar los valores fundamentales del Evangelio: la
gratuidad, la fuerza del amor, la esperanza, la entereza en la hora de la
prueba.
Los enfermos, desde su postración, nos
llaman a la solidaridad humana, el amor servicial y sacrificado y a la
reivindicación de sus derechos.
Los enfermos nos ayudan a ser
realistas en un mundo que vive de apariencias, de espaldas a la enfermedad, al
sufrimiento y a la muerte, porque nos hacen reconocer que somos frágiles,
limitados, mortales, pero con un caudal de energías ocultas muy considerables.
Los enfermos nos muestran el rostro
de Cristo y lo más original y llamativo del Dios cristiano: un Dios que, por
amor, se anonada y comparte hasta el fondo el dolor del hombre, y así nos
salva.
Los enfermos que viven con sentido
cristiano cada una de las etapas de su enfermedad, son un testimonio vivo de
que es posible mantener el vigor de la esperanza, la paz serena e incluso la
alegría; ser fieles al Dios que siempre es fiel; luchar con la enfermedad,
asumirla con amor, y madurar humana y cristianamente.
Todo esto es posible gracias a una
eficiente pastoral de enfermos que les ayude a reflexionar sobre el sentido de
las enfermedades, ya que es mayor el amor de Dios, por ello los agentes de
pastoral de enfermos, deben anunciar y vivir su fe desde una intimidad profunda
de oración, para así ser mensajeros y evangelizadores eficaces en medio del
dolor y sufrimiento de los que yacen en la cama de un hospital, o desde sus
hogares.
Teodoro J. Zamora Téllez.